Vivir viviendo o morir muriendo
No somos presos de la herencia biológica, pues estamos dotados de plasticidad cerebral, la cual nos permite ser resilientes ante la adversidad, procesar nuestro duelo ante una pérdida y reconfigurar nuestro cerebro
Uno de los poemas que más me gustan de Joaquin Marta Sosa reza: “vivir es muy fácil/sobre todo en estos tiempos/consiste en distinguir los amigos del bien de los del mal/ y elegir”. La vida está llena de elecciones, más precisamente consiste en ellas y, por si las dudas, quien opta por no decidir ya tomó una resolución que lo determina. En otras palabras, no es posible decidir no decidir, lo hacemos aunque no queramos.
Recuerdo un diálogo entre Mafalda y Libertad. La primera le pregunta a la segunda “¿Ves la tele?” a lo que Libertad responde en tono rotundo: “no quiero estar en las estadísticas”, concluyendo Mafalda de modo inapelable y demoledor: “entonces estás en las estadísticas de quienes no ven televisión”. Los resultados netos de nuestras decisiones de vida nos llevan estar o en el grupo de quienes viven viviendo o en de quienes viven muriendo.
Recuerdo un diálogo entre Mafalda y Libertad. La primera le pregunta a la segunda “¿Ves la tele?” a lo que Libertad responde en tono rotundo: “no quiero estar en las estadísticas”, concluyendo Mafalda de modo inapelable y demoledor: “entonces estás en las estadísticas de quienes no ven televisión”. Los resultados netos de nuestras decisiones de vida nos llevan estar o en el grupo de quienes viven viviendo o en de quienes viven muriendo.
Recuerdo mis tiempos de izquierdista furibundo denunciando esta manera de ver las cosas como una patraña para socavar la rebeldía social argumentando que la actitud no cambia la realidad, que las dificultades, limitaciones y carencias siguen estando allí sea cual sea nuestra actitud.
Yo tenía diez y nueve años y no había leído a Viktor Frankl, siquiatra y neurólogo austriaco, quien a fuerza de esperanza de volver a ver y abrazar a los suyos y gracias a su propósito firme de vivir, no sucumbió en los campos de concentración nazi, mientras veía como muchos de sus compañeros sucumbían bajo el peso de la desesperanza. Recogió sus vivencias en un libro famoso “El hombre en busca de sentido”.
La neurociencia ha demostrado hasta la saciedad que Deepak Chopra tiene razón cuando afirma que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, lo que pone de manifiesto que la postura de V. Frankl ciertamente no cambiaba la realidad objetiva, pero cambiaba radicalmente la respuesta suya ante la situación vivida. Y esto era lo que yo no entendía en mi juventud rebelde: que todos optamos entre vivir muriendo o vivir viviendo.
Nuestro cerebro está evolutivamente diseñado para lo primero, para estar alerta, pendiente de los peligros, atento a las señales de riesgo. Por eso somos más proclives al pesimismo que al optimismo y que si estamos angustiados, sin causa aparente, nuestro cerebro se ocupa en buscar con qué angustiarnos y sumergirnos en pensamientos catastróficos. Sin embargo, no somos presos de la herencia biológica, pues estamos dotados de plasticidad cerebral, la cual nos permite ser resilientes ante la adversidad, procesar nuestro duelo ante una pérdida y reconfigurar nuestro cerebro creando nuevas conexiones neuronales para el aprendizaje emocional y cognitivo. La plasticidad nos permite cambiar a voluntad del modo vivir muriendo, al otro.
No se trata de negar las realidades adversas, porque negarlas tampoco las elimina, no es lo racional. Muchos programas contra la pobreza tienen como cometido lograr que los desfavorecidos vivan algo mejor en sus condiciones precarias, cuando lo meritorio es sacar a la gente de la pobreza, no que la viva de modo “menos rudo”. Del mismo modo, la adaptación a las situaciones difíciles no es rendirse ante ellas y sobrellevarlas con mejor ánimo. Se trata de que ellas no nos destrocen y que las superemos moviéndonos para cambiarlas. Un pequeño ahorro, un ligero cambio en nuestra manera de hacer las cosas, cualquier logro, por modesto que sea, se transforma en dopamina que nos eleva el espíritu y nos hace avanzar hacia metas más ambiciosas. Es pasar del “yo soy así” al “yo estoy así, pero no más”.
Además del efecto motivador y muchas veces pasajero de la más pequeña victoria, lo más interesante es el aprendizaje que se estampa en nuestro cerebro de creer en nosotros mismos. Aquí entramos en un tema capital: la confianza y la fe. La fe muchas veces es definida como una creencia irracional. Sin duda puede serlo, pero no es la única manera que tiene de existir. La fe es una convicción que puede nacer de la intuición, la confianza en otras personas, en lo que percibimos del curso de los acontecimientos o en las creencias de los milagros, la cual puede tener o no origen religioso.
Además del efecto motivador y muchas veces pasajero de la más pequeña victoria, lo más interesante es el aprendizaje que se estampa en nuestro cerebro de creer en nosotros mismos. Aquí entramos en un tema capital: la confianza y la fe. La fe muchas veces es definida como una creencia irracional. Sin duda puede serlo, pero no es la única manera que tiene de existir. La fe es una convicción que puede nacer de la intuición, la confianza en otras personas, en lo que percibimos del curso de los acontecimientos o en las creencias de los milagros, la cual puede tener o no origen religioso.
Hace tiempo escribí sobre los milagros y los definí como aquellos sucesos que no violan las leyes de la naturaleza, sino que ponen en entre dicho el juego de las probabilidades. Un milagro no es la ocurrencia de lo imposible, que por definición no puede pasar, sino la producción del evento menos probable. La fuerza que tuerce estas probabilidades queda a juicio de cada quien, no es el tema de este artículo. Lo que importa destacar es que la fe se convierte en una fuerza muy poderosa para la resiliencia, la plasticidad neuronal y el cambio de nuestra emocionalidad frente a las cosas.
Se aprende a tener fe y a no tenerla también. Recordar las palabras de Henry Ford para terminar este artículo viene como anillo al dedo: “tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”.
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