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El exceso de alcohol

El diagnóstico oportuno sigue siendo un desafío. Herramientas como la prueba AUDIT, avalado por la OMS, han demostrado ser efectivas para detectar el trastorno, pero su implementación en la práctica clínica es limitada

  • RAFAEL RANGEL ALDAO

22/03/2025 05:03 am

El trastorno por consumo de alcohol es una de las principales causas de mortalidad en el mundo, y afecta la salud física, mental y social de millones de personas. Según The New England Journal of Medicine, este trastorno crónico es responsable de una alta carga de morbilidad, con cifras que en Estados Unidos superan las 178,000 muertes anuales, duplicando el impacto de los opioides.(1) Sin embargo, el problema continúa subdiagnosticado y mal gestionado en muchos sistemas de salud.

Contrario a la creencia de que este trastorno refleja una debilidad moral, la ciencia demuestra que su origen es multifactorial. Al menos el 50% del riesgo es genético, y el resto se relaciona con factores como traumas en la infancia, estrés extremo o fácil acceso al alcohol.(2) Además, el consumo prolongado afecta los circuitos de recompensa del cerebro, creando una dependencia química que refuerza los patrones de consumo compulsivo. Esta perspectiva neurobiológica desmitifica la idea de que el problema es simplemente una cuestión de fuerza de voluntad.

El diagnóstico oportuno sigue siendo un desafío. Herramientas como la prueba AUDIT,(3) avalado por la OMS, han demostrado ser efectivas para detectar el trastorno, pero su implementación en la práctica clínica es limitada. A esto se suma el estigma que inhibe a muchos pacientes de buscar ayuda. En este contexto, los avances en biomarcadores, como el fosfatidiletanol, revolucionan la capacidad de monitorear el consumo de alcohol, permitiendo evaluaciones precisas de abstinencia y consumo reciente. El tratamiento debe ser integral, con enfoques psicosociales y farmacológicos. Terapias como la cognitivo-conductual y programas de apoyo como Alcohólicos Anónimos han mostrado eficacia. En el ámbito farmacológico, medicamentos como el naltrexona y el acamprosato reducen el deseo de consumo y mejoran las tasas de abstinencia.

El trastorno demanda también acciones colectivas tales como medidas contra el exceso del alcohol, educación para reducir el estigma y atención de salud accesible, como elementos fundamentales. La ciencia es contundente: el trastorno es tratable, y las intervenciones salvan vidas y restauran la dignidad de quienes lo padecen.

@rrangelaldao

1. https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMra2306511
2. DOI. 10.1017/S0033291714002165
3. https://nida.nih.gov/sites/default/files/files/AUDIT.pdf

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