La ilusión de conocimiento
La mayéutica nos evita ser meros receptores pasivos de información y convertirnos en pensadores activos y autónomos, en navegantes seguros en medio de la incertidumbre
Nuestra búsqueda de conocimiento es una danza constante entre la rigurosa captura y validación de lo que damos como hechos y la más cómoda, aunque a menudo engañosa, adhesión a creencias preestablecidas, la aceptación sin cuestionar de opiniones ajenas, la adhesión a rumores infundados y la confianza ciega en nuestros propios mapas mentales, muchas veces construidos sobre arenas movedizas de información no comprobada. Es un oscilar entre el conocimiento verdadero y la ilusión de tenerlo. Esta dualidad es propia de toda inteligencia y en las IA da lugar a capacidades extraordinarias para generar conocimientos o a riesgos de errores cognitivos llamados “alucinaciones tecnológicas”.
La incertidumbre, ese estado de perplejidad que describe Innerarity, es inherente a la política, la economía y a la vida misma, mina profundamente la confianza en las fuentes de conocimiento tradicionales y establecidas. Cuando la realidad se presenta escurridiza y los modelos explicativos lucen insuficientes, tendemos a buscar asideros aunque sean ilusorios. En este vacío florecen las supersticiones políticas, ciudadanas y de todo género, atribuciones de causalidad falaces que nos ofrecen explicaciones simplistas y adictivas en momentos de crisis. La compleja situación venezolana brinda varios ejemplos de supersticiones políticas. La atributación de la situación país a la única acción de un "imperio" y no a las políticas ejecutadas o la terquedad en creer que no cambiamos de gobernantes por una plaga llamada “colaboracionistas”, lo mismo que la apuesta irracional en las sanciones o en la venida de un Terminator extranjero como salvadores de la crisis venezolana, son muestras concretas de una ilusión cognitiva, de creencias sustitutivas de la verdad. A nivel individual un caso frecuente es que si los hijos salen “malos” es por “mala suerte” y no por la educación y modelos recibidos.
La incertidumbre, ese estado de perplejidad que describe Innerarity, es inherente a la política, la economía y a la vida misma, mina profundamente la confianza en las fuentes de conocimiento tradicionales y establecidas. Cuando la realidad se presenta escurridiza y los modelos explicativos lucen insuficientes, tendemos a buscar asideros aunque sean ilusorios. En este vacío florecen las supersticiones políticas, ciudadanas y de todo género, atribuciones de causalidad falaces que nos ofrecen explicaciones simplistas y adictivas en momentos de crisis. La compleja situación venezolana brinda varios ejemplos de supersticiones políticas. La atributación de la situación país a la única acción de un "imperio" y no a las políticas ejecutadas o la terquedad en creer que no cambiamos de gobernantes por una plaga llamada “colaboracionistas”, lo mismo que la apuesta irracional en las sanciones o en la venida de un Terminator extranjero como salvadores de la crisis venezolana, son muestras concretas de una ilusión cognitiva, de creencias sustitutivas de la verdad. A nivel individual un caso frecuente es que si los hijos salen “malos” es por “mala suerte” y no por la educación y modelos recibidos.
Esta inclinación hacia explicaciones simplistas y la resistencia a cuestionar nuestras propias creencias alimentan la "adicción al error". Nuestros cerebros, en su búsqueda de eficiencia cognitiva, tienden a aferrarse a patrones de pensamiento y estrategias conocidas, incluso cuando la evidencia demuestra su ineficacia. El persistente recurso al castigo feroz para cambiar conductas y el uso de controles indiscriminados por regímenes autoritarios, ignorando las leyes fundamentales de la economía, la naturaleza humana y de la historia misma, agobian la vida de mucha gente. La ceguera de Putin a la capacidad de respuesta de Ucrania lo llevaron a una conquista de “pocos días”. Ceguera ideológica y sobre estimación de las capacidades propias.
La facultad de juzgar correctamente los hechos se complica aún más con la irrupción y consolidación de la "era de la desinformación". Tal como advierte Thomas Rid, la desinformación no se limita a la mera invención de falsedades; se trata de una estrategia sofisticada que mezcla verdades parciales con mentiras sutiles para sembrar confusión y erosionar la confianza en las fuentes de información fidedignas. En esta era de la posverdad, de confusión adrede y sin culpa, la credibilidad del relato y la conexión emocional con la audiencia priman sobre la exactitud de los hechos. La realidad se moldea no por lo que objetivamente sucede, sino por lo que la gente llega a creer que sucede, impulsada por narrativas persuasivas y la repetición constante. Mucha gente niega ahora el holocausto.
En este intrincado laberinto de incertidumbre, creencias falsas arraigadas, errores persistentes y manipulación informativa, la mayéutica, el método socrático de indagación a través de preguntas, emerge como una herramienta fundamental para el crecimiento del conocimiento y el derribo de las ilusiones que nos aprisionan. Al cuestionar profunda y sistemáticamente nuestras propias asunciones, al examinar críticamente las "verdades" que damos por sentadas y al buscar activamente la evidencia que las respalda o las contradice, podemos "dar a luz" a un conocimiento más sólido y fundamentado. La mayéutica nos invita a no conformarnos con la superficie, a explorar las profundidades de nuestros propios pensamientos y a confrontar nuestras inconsistencias internas. Cuestionar nuestras creencias es el camino al verdadero conocimiento.
En estos tiempos de desinformación rampante y cambios vertiginosos, esta habilidad de auto-examen crítico se vuelve esencial. Nos habilita para discernir entre la información veraz y la manipulada, para resistir la tentación de las explicaciones simplistas y para construir una comprensión más rica y compleja de la realidad. La mayéutica nos evita ser meros receptores pasivos de información y convertirnos en pensadores activos y autónomos, en navegantes seguros en medio de la incertidumbre. Su invitación es a cultivar la humildad intelectual, de admitir los límites de nuestro conocimiento y a mantener una curiosidad como impulso en pos de buscar comprensiones más profundas y verificadas de nuestra realidad.
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