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El papa y José Gregorio Hernández

José Gregorio Hernández Cisneros es parte de la historia, de la leyenda, de la tradición, de nuestra fe católica, de la verdad y de la bendición que Dios ha esparcido tantas veces sobre la tierra venezolana

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

02/03/2025 05:02 am

¡Hecho providencial…! Los caminos de Dios son infinitos y en ellos se producen sucesos admirables y únicos. ¿Cómo no observar en este instante en el cual el Papa Francisco convalece, dando sin embargo alentadoras señales, un hecho extraordinario y simbólico que se asocia con el doctor José Gregorio Hernández?

Hace años, el Papa Francisco pronunció en honor al entonces Beato, una de los más admirables y completos discursos en homenaje suyo. Resaltó de manera expresiva los hechos de una vida superior, abnegada, desprendida, generosa, abundante, plena de enseñanzas cristianas, de milagros constantes, como lo fue la preclara existencia de nuestro José Gregorio.

Postrado, convaleciente, cuando el mundo teme por su vida, cuando solamente depende de manera definitiva de la inapelable voluntad del Señor, en su memoria, en sus pensamientos, en sus primeras y urgentes determinaciones pontificales, ha surgido el nombre y el ejemplo de nuestro admirable médico, que a tantos acompañó y acompaña en sus dolores, en sus quebrantos, en sus peligros, ante el fin mismo de la vida. Ante él, ante José Gregorio, todos acudimos de alguna manera para orar, para pedir, para implorar el auxilio de Dios, y por ello, nada puede sorprendernos que también lo ha hecho y está haciendo en una hora crítica del propio Papa Francisco.

Nadie como él conoce y ha exaltado esa vida plena de virtudes cristianas; nadie como él conoce la veracidad de sus milagros; nadie como él conoce la justicia que representa elevarlo a los altares, y más cuando su propia vida se confronta a su propia fragilidad humana, llama no obstante a los prelados principales de la Iglesia Católica para que le presenten la causa y suscribe sin demora y de manera preferente el documento que autoriza la canonización del “médico de los pobres”. Los momentos, los hechos, los caminos de Dios son sorprendentes.

Nadie como José Gregorio tan sensible y solícito para asistir a los enfermos, a los dolientes, a los moribundos. Nadie para acompañar como lo hizo siempre con el recurso de una medicina, con el alivio de una oración a los necesitados de consuelo, de esperanza, de salud y de fe.

¿Cuántos no han dicho haber reconocido y observado en medio de la noche, en los cuartos, en los pasillos, en las silenciosas salas de los hospitales, a un hombre vestido de negro, con sombrero, mediana estatura que asiste a alguien que sufre y tiene fe en el Señor?

En lo personal, sí alguna vez aprecié el fervor religioso, si en algún lugar sentí el rítmico y apasionado cantar de las oraciones, el olor de los inciensos y el chispear de las velas, agolpadas la gente en un sitio estrecho con fervor admirable, fue cuando en el caraqueño Cementerio General del Sur, todos querían acercarse, tocar y mirar el sitio donde se encontraban los restos mortales del eminente científico y servidor de Dios.

José Gregorio Hernández en su Caracas de antaño de principios del siglo XX, acudía presuroso al llamado urgente de los enfermos y de sus familias. José Gregorio ahora, siendo luz y verdad de Dios, de la misma manera nos socorre y auxilia en procura de nuestra sanación.

José Gregorio Hernández Cisneros es parte de la historia, de la leyenda, de la tradición, de nuestra fe católica, de la verdad y de la bendición que Dios ha esparcido tantas veces sobre la tierra venezolana.

Al momento de la muerte del futuro Santo, acaecida el 29 de junio de 1919 tal y como El Universal lo reseñó el día siguiente, Caracas se desbordó en dolor, Caracas se desbordó en plegarias, Caracas se desbordó en multitudinario sentimiento por el hecho y señalaba: “… honda consternación en Caracas…”, así como insólitas manifestaciones de pesar.

Sobre el insigne médico, uno de sus entrañables amigos, el doctor Luis Razetti, indicó sobre Hernández, y así lo publicó el periódico: “…el conocimiento perfecto que tengo de sus aptitudes y de su vasta ilustración científica”, aunada a: “…una vocación inquebrantable y una fe religiosa tan pura, como puros fueron todos los actos de su vida en el mundo…”.

La Nota Editorial del periódico entonces indicaba: “La noticia del suceso cundió prontamente en la ciudad, sembrando en todos los ánimos la más sincera y viva pesadumbre. La casa del eminente médico y filántropo fue al punto el lugar de reunión de cuantas personas sabían el fatal acontecimiento, y el pueblo de Caracas que el ilustre desaparecido socorriera tan pródigamente con su ciencia y caridad inagotable, desfilo ante el cadáver en generoso apresuramiento dictado por la intensidad de su dolor”.

A más de un siglo de aquel suceso, hoy se reivindica la fe venezolana en su médico ejemplar, servidor de su pueblo y de Dios, y se regocija su alma al ver cumplido el entrañable anhelo de su elevación a los altares entre todos los santos, ejemplos admirables de seres excepcionales que en todo tiempo han evidenciado el amor a los hombres como forma del amor sublime del amor hacia Dios.

Vale decir, finalmente, que José Gregorio Hernández fue un profundo mariano, y el nombre de la virgen María formaba parte de sus fervientes oraciones por la patria, por los afligidos, por la humanidad, siendo la más próxima a su alma el Magnificat.

En este tiempo de tantos males y contradicciones surge este hecho auspicioso que reconforta el espíritu nacional que ya sentía y proclamaba la santidad del doctor José Gregorio Hernández por sus obras, por sus excelsas virtudes y milagros, conocidos y desconocidos, con los cuales ha seguido asistiendo al pueblo de Venezuela y de otras latitudes, donde quiera que un enfermo padezca y necesite la presencia y la gracia de Dios.

jfd599@gmail.com

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