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La crítica a la Facultad de Humanidades de la UCV

Si la Facultad criticada por Nuño en los años 80 estaba en una condición estancada y neoplásica, en contraste hoy, desde los fines del siglo XX y lo que va del siglo XXI, nos encontramos en una regresión desorientada y agónica sin fin

  • ALBERTO NAVAS

06/01/2025 05:01 am

La actual Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela existe en verdad desde 1721, sobre la Cátedra de Filosofía heredada del anterior Colegio Seminario de Santa Rosa, con la Facultad de otorgar grados de Bachiller, Licenciado y Maestro en Filosofía (equivalente a Doctor), esta Facultad nos dio el primer egresado en 1725 en la persona de Antonio Tovar y Bañez y también generó los primeros cursos de Filosofía Moderna en la década de 1780, que incluía matemáticas, álgebra y geometría, por nuestra Facultad también pasaron los mejores próceres civiles de la Independencia de Venezuela.

Después de las reformas republicanas de 1827, la Facultad de Filosofía no recibió cambios significativos hasta un siglo y medio después, cuando en 1946 la Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt, decretó el Estatuto Orgánico de Universidades Nacionales, por medio del cual se reinstitucionalizaba la vieja Facultad de Filosofía, denominándola ahora Facultad de Filosofía y Letras, bajo la dirección de su primer Decano el Dr. Mariano Picón Salas y bajo el rectorado del Dr. Juan Oropesa. Esta novedosa Facultad acogía profesores y estudiantes de una altruista vocación humanista, que contrastaba con el personal del llamado Pedagógico Nacional, también de reciente creación, dominado por “pedagogos” altamente gremializados y rivales de los egresados de la UCV en el acceso a los cargos docentes en las escuelas secundarias, pese a la mayor calidad académica de los ucevistas.

Al cumplir los 40 años de refundada, en 1986, bajo el decanato del estimado amigo José María Cadenas (Chema), se celebraron eventos y publicaciones, que valorizaban positivamente el aporte de nuestra Facultad a la UCV y al país. Uno de esos valiosos aportes fue producido por el Dr. Juan Nuño, profesor de la Escuela de Filosofía, quien publicó su trabajo: “Revisión y Crítica de la Facultad de Humanidades y Educación”, en 1987 bajo el sello editorial de la misma Facultad, obra de profunda y ,a veces ácida crítica, al crecimiento desmesurado y desorientado de la Facultad después de 1958, cuando se inició un ciclo de “progresismo” que desnaturalizó la base esencial de la Facultad nacida bajo los núcleos matrices de la Filosofía, las Letras y la Historia, cuyas secciones y luego escuelas generaban Licenciados de alto valor humanista, junto a los Técnicos en Biblioteconomía que egresaban de la Escuela de Biblioteconomía.

Ya desde 1949 Nuño señalaba una tendencia errónea de anexar una Escuela de Periodismo (hoy Comunicación Social) a la Facultad de Filosofía y Letras, que también bajo un error de funcionalismo profesionalista, pasó a denominarse la Facultad de Humanidades y Educación en 1953. Todo ello bajo la égida tecnocrática de la dictadura militar tan interesada en controlar el ejercicio de la docencia y el periodismo para colocarlas al servicio del llamado “Nuevo Ideal Nacional” de la dictadura perezjimenista. En lugar de crearse nuevas facultades que cubriesen el campo educativo, de las ciencias de información, idiomas, etc. con una verdadera renovación académica, ocurrió en los años de 1960 y 1970, que siguió el crecimiento incoherente de la Facultad, creándose escuelas e institutos controlados por intereses grupales, repetitivos y no pertinentes en el campo humanístico propiamente dicho, constituyéndose en un conglomerado de servicios humanísticos más que una Facultad de Humanidades.

Si la Facultad criticada por Nuño en los años 80 estaba en una condición estancada y neoplásica, en contraste hoy, desde los fines del siglo XX y lo que va del siglo XXI, nos encontramos en una regresión desorientada y agónica sin fin. La severa crisis presupuestaria, los ínfimos sueldos del personal y las “becas”, las jubilaciones, fallecimientos y migración del profesorado, aunado a la reducción de la matrícula estudiantil y el bajísimo nivel de los egresados de la secundaria que llegan a la Universidad por inercia, han convertido a nuestra Facultad en el “refugium paccatorum” de la UCV, según Nuño, haciéndonos una comunidad de profesores nuevos improvisados, salvo honrosas excepciones, y de estudiantes desorientados en vocación y estudios previos.

La crisis eléctrica, la pandemia y la migración estudiantil y profesoral ha desmovilizado la alta capacidad de protesta inherente a los universitarios y existente desde los años de 1880, quienes enfrentaron las tiranías de Guzmán Blanco, Crespo, Castro y Gómez, así como la férrea dictadura del general Pérez Jiménez, como también lo fue la rebeldía juvenil estudiantil de los años sesenta y setenta. La Universidad es, de todos modos, un arma engatillada pero no encasquillada, puede dispararse en cualquier momento, no solamente contra la obscuridad externa a ella, sino contra los tiranuelos internos que manipulan concursos de oposición, no renuevan contratos a profesores valiosos y soplan a sus superiores políticos los detalles críticos de sus propios colegas. La verdadera UCV resurgirá.

ANB Cronista de la UCV
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