La procrastinación, una barrera gerencial compleja
El procrastinador tiene una conducta de dilación emocionalmente satisfactoria que lo lleva a posponer tareas en forma indefinida, lo cual puede producir angustia y precipitación que genera un resultado final
La procrastinación es el hábito de posponer, diferir, aplazar, postergar, retardar, demorar o dilatar la ejecución de tareas que han debido hacerse y quedan pendientes en una especie de “limbo”. Se produce cuando se deja para después lo que se debe y se puede hacer en un tiempo determinado, es dejar para mañana lo que se puede y debe hacer hoy. Cuando un individuo procrastina sistemáticamente como regla de vida, se genera falta de credibilidad y pérdida de la confianza. Procrastinar deriva del latín procrastinare que se compone de pro que significa adelante y crastinus que significa del futuro, derivado del adverbio cras cuyo significado es mañana o al día siguiente.
El procrastinador tiene una conducta de dilación emocionalmente satisfactoria que lo lleva a posponer tareas en forma indefinida, lo cual puede producir angustia y precipitación que genera un resultado final, que hubiera podido ser mejor o incluso pudiera ser que no realice la acción inicialmente deseada y se dedique a otras actividades secundarias, pero más placenteras.
Algunas causas pueden ser las siguientes: la falta de disciplina; la indecisión; la poca autocritica que impide la repetición de la procrastinación, lo cual conduce a un hábito difícil de superar; el perfeccionismo, ya que al no poder llegar al nivel de autoexigencia, no termina la tarea y pospone su ejecución final; el temor al fracaso; la falta de confianza en sí mismo; ambiente distractor que disminuye la concentración para realizar lo importante y necesario; falta de enfoque con una visión dispersa que le impide identificar lo prioritario; falla en el tiempo estimado de ejecución de una tarea, lo cual puede llevar a una frustración que retarde el avance de las actividades y que puede conducir a paros temporales o definitivos de las actividades; incapacidad de establecimiento de metas y de uso de indicadores que permitan determinar el avance de lo planificado y acostumbramiento a la conducta de justificaciones y escusas para no avanzar en las tareas definidas. Esta lista no es limitativa, sino enunciativa con fines demostrativos, ya que en efecto hay múltiples causas que pudieran agregarse y que finalmente cada persona en general y en nuestro caso cada gerente en particular debe hacer una pausa y estudiar las causas particulares que en su caso producen una conducta de procrastinación.
Del legado del intelectual uruguayo Mario Benedetti, heredamos que “de vez en cuando hay que hacer una pausa, contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana, examinar el pasado rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades”. Luego de haber observado y descrito la situación individual, es importante hacer lo mismo para describir la situación institucional, para definir si es una conducta específica de una o pocas personas o es un clima organizacional en donde procrastinar es lo habitual. Según el resultado de este análisis, se debe realizar una propuesta con estrategias definidas para combatir la procrastinación, con acciones que incluyan actividades de educación en donde se destaquen las consecuencias negativas en la productividad que esta conducta trae, tanto individual como colectivamente y los beneficios que se derivan de un clima organizacional, en el cual todos cumplan sus tareas en una forma adecuada y en el momento oportuno. A manera de ejemplo, algunas propuestas que pueden ser útiles son: Establecer metas precisas, dividir las tareas en partes, evitar distractores, apoyo del equipo de trabajo y en caso necesario solicitar una asesoría profesional.
Bartolomé Finizola Celli
ascardio.coordinacion@gmail.com
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