Será libre el libre albedrío
Podemos inferir entonces que la subordinación del individuo y los límites de la libertad propia ante el conjunto social son necesarios para que exista una coexistencia sana y respetuosa
La libertad es un concepto tan amplio como visiones e intereses puede haber de ella.
José Saramago sostiene que la libertad plena no existe, pues debe estar limitada al punto que colida con la libertad del otro. El nobel portugués en una entrevista donde recordó aquel “prohibido prohibir” del Mayo Francés, sostuvo que la idea de la libertad absoluta es equivocada, “somos parte de un rebaño que necesita reglas”.
Bajo esta visión de una libertad con límites y compartida, para Jean-Jacques Rousseau el contrato social es un aspecto voluntario donde cada individuo del Estado otorga parte de sus derechos, poder y propiedad para recibir a cambio mucho más, en un escenario de coexistencia, tolerancia y desarrollo colectivo.
Aunque cada individuo como soberano es gobernante y súbdito, el ejercicio rector en el poder es la voluntad común expresada en las votaciones y, como ser social, se debe estar subordinado incondicionalmente al Estado, por lo que debe cada sujeto reconocer y respetar las decisiones y mandatos establecidos desde este. Por ende, la libertad individual queda relegada a un hecho social regulado y garantizado por el Estado con las limitaciones establecidas en las leyes y normas.
Podemos inferir entonces que la subordinación del individuo y los límites de la libertad propia ante el conjunto social son necesarios para que exista una coexistencia sana y respetuosa.
Mientras es un proceso voluntario, un acuerdo social, la relación social es llevadera. El escenario pasa a complicarse cuando ese concepto de libertad -y su ejercicio- es manejado desde interés para coaccionar, manipular y engañar.
Por esto es necesario entender que la voluntad propia que guía las decisiones personales puede ser un motor que construya, o destruya, según las determinaciones y posturas de cada sujeto.
Aunque se puede estar convencido que la toma de decisión es una acto individual y propio, un ejercicio de libertad, esto no termina por ser totalmente cierto. Para entenderlo mejor, es necesario analizar cuáles factores obligan a tomar una decisión y las condiciones que inciden en ese proceso.
La toma de decisiones debe ser una acción siempre basada en análisis previos donde estén presentes las valoraciones y subjetividades del sujeto, el entorno y la realidad. Esto facilitará la construcción de escenarios que permitan prever acciones y consecuencias dentro de la lógica del funcionamiento de la sociedad.
Esa toma de decisiones también será condicionada por factores exógenos que inciden en la construcción del mundo y en los sistemas de creencias y valores de cada individuo.
De allí que el tan cacareado libre albedrío puede no ser un acto de libertad sino una respuesta condicionada por unos estímulos previamente recibidos, bajo los intereses de grupos de poder político, económicos y sociales.
Se genera una emocionalidad construida en base a narrativas interesadas que permean en el sujeto para una toma de decisiones que termina favoreciendo a otros, inclusive en perjuicio del mismo decisor. El sujeto puede creer que accionó en conformidad con sus esquemas de libertad, cuando en este ejercicio condicionado puede terminar por cederla.
Vale destacar que gracias a la narrativa que manipula al sujeto este puede terminar por anteponer sentimientos e intereses de los otros a los propios, lo que termina con una “tercerización de la libertad propia”, cedida a otros a costa de los intereses individuales, y sentirá que es premiado al ganarse algunas simpatías.
Si la toma de decisión individual como un hecho de libertad personal es una acción coartada, manipulada e intencionada a favor de otros, ese no será un ejercicio de libertad sino un acto de opresión disfrazada, de razón cedida a alguien o algo que se puede construir en la narrativa interesada como una referente.
Las decisiones individuales están vinculadas a la libre elección, al libre albedrío, siendo este el poder que tiene toda persona de elegir y tomar sus propias decisiones. Si esas decisiones están condicionadas por narrativas interesadas que extorsionan y manipulan, se estará limitando el ejercicio de las libertades propias, por lo que podemos entonces aseverar que el libre albedrío no es tan libre, y de pronto ni tan albedrío.
Fernando Savater en Ética para Amador invita a entender la ética no como normas rígidas sino como reflexiones que ayuden a llevar mejor la vida en base a las experiencias previas y la cotidianidad que se presenta y, de allí, analizar lo que se debe hacer y cómo debe hacerse. Hay que buscar valores y razones para una eficiente toma de decisión.
La ética se decide en la intimidad de la intención y la voluntad y esta pasa por la capacidad de ponerse en el lugar de los otros sin ceder espacios de la propia esencia, la libertad propia. Ser libre es ser reflexivos, ser responsables.
Saramago alguna vez manifestó que “cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre, más radical”. Lo radical está referido a la raíz misma del sujeto, su esencia, su libertad verdadera.
Analiza, evalúa y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
Periodista por vocación y oficio
José Saramago sostiene que la libertad plena no existe, pues debe estar limitada al punto que colida con la libertad del otro. El nobel portugués en una entrevista donde recordó aquel “prohibido prohibir” del Mayo Francés, sostuvo que la idea de la libertad absoluta es equivocada, “somos parte de un rebaño que necesita reglas”.
Bajo esta visión de una libertad con límites y compartida, para Jean-Jacques Rousseau el contrato social es un aspecto voluntario donde cada individuo del Estado otorga parte de sus derechos, poder y propiedad para recibir a cambio mucho más, en un escenario de coexistencia, tolerancia y desarrollo colectivo.
Aunque cada individuo como soberano es gobernante y súbdito, el ejercicio rector en el poder es la voluntad común expresada en las votaciones y, como ser social, se debe estar subordinado incondicionalmente al Estado, por lo que debe cada sujeto reconocer y respetar las decisiones y mandatos establecidos desde este. Por ende, la libertad individual queda relegada a un hecho social regulado y garantizado por el Estado con las limitaciones establecidas en las leyes y normas.
Podemos inferir entonces que la subordinación del individuo y los límites de la libertad propia ante el conjunto social son necesarios para que exista una coexistencia sana y respetuosa.
Mientras es un proceso voluntario, un acuerdo social, la relación social es llevadera. El escenario pasa a complicarse cuando ese concepto de libertad -y su ejercicio- es manejado desde interés para coaccionar, manipular y engañar.
Por esto es necesario entender que la voluntad propia que guía las decisiones personales puede ser un motor que construya, o destruya, según las determinaciones y posturas de cada sujeto.
Aunque se puede estar convencido que la toma de decisión es una acto individual y propio, un ejercicio de libertad, esto no termina por ser totalmente cierto. Para entenderlo mejor, es necesario analizar cuáles factores obligan a tomar una decisión y las condiciones que inciden en ese proceso.
La toma de decisiones debe ser una acción siempre basada en análisis previos donde estén presentes las valoraciones y subjetividades del sujeto, el entorno y la realidad. Esto facilitará la construcción de escenarios que permitan prever acciones y consecuencias dentro de la lógica del funcionamiento de la sociedad.
Esa toma de decisiones también será condicionada por factores exógenos que inciden en la construcción del mundo y en los sistemas de creencias y valores de cada individuo.
De allí que el tan cacareado libre albedrío puede no ser un acto de libertad sino una respuesta condicionada por unos estímulos previamente recibidos, bajo los intereses de grupos de poder político, económicos y sociales.
Se genera una emocionalidad construida en base a narrativas interesadas que permean en el sujeto para una toma de decisiones que termina favoreciendo a otros, inclusive en perjuicio del mismo decisor. El sujeto puede creer que accionó en conformidad con sus esquemas de libertad, cuando en este ejercicio condicionado puede terminar por cederla.
Vale destacar que gracias a la narrativa que manipula al sujeto este puede terminar por anteponer sentimientos e intereses de los otros a los propios, lo que termina con una “tercerización de la libertad propia”, cedida a otros a costa de los intereses individuales, y sentirá que es premiado al ganarse algunas simpatías.
Si la toma de decisión individual como un hecho de libertad personal es una acción coartada, manipulada e intencionada a favor de otros, ese no será un ejercicio de libertad sino un acto de opresión disfrazada, de razón cedida a alguien o algo que se puede construir en la narrativa interesada como una referente.
Las decisiones individuales están vinculadas a la libre elección, al libre albedrío, siendo este el poder que tiene toda persona de elegir y tomar sus propias decisiones. Si esas decisiones están condicionadas por narrativas interesadas que extorsionan y manipulan, se estará limitando el ejercicio de las libertades propias, por lo que podemos entonces aseverar que el libre albedrío no es tan libre, y de pronto ni tan albedrío.
Fernando Savater en Ética para Amador invita a entender la ética no como normas rígidas sino como reflexiones que ayuden a llevar mejor la vida en base a las experiencias previas y la cotidianidad que se presenta y, de allí, analizar lo que se debe hacer y cómo debe hacerse. Hay que buscar valores y razones para una eficiente toma de decisión.
La ética se decide en la intimidad de la intención y la voluntad y esta pasa por la capacidad de ponerse en el lugar de los otros sin ceder espacios de la propia esencia, la libertad propia. Ser libre es ser reflexivos, ser responsables.
Saramago alguna vez manifestó que “cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre, más radical”. Lo radical está referido a la raíz misma del sujeto, su esencia, su libertad verdadera.
Analiza, evalúa y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
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