Cara a cara: neandertales vs. homo sapiens
El futuro no se deja predecir por lo que luce obvio, es el desenlace de las decisiones y la voluntad que disuelve los obstáculos. La libertad se impone, el animal blando se impone. Cuando sabe y tiene el discernimiento
Dostoievsky nos hace entrar en los procesos más íntimos de personajes que se comportan exactamente como seres vivos, en tal grado que casi podríamos verlos hacer la digestión, y cada página escrita es como una resonancia magnético nuclear. Creo que las buenas películas sobre tahúres tuvieron necesariamente que inspirarse en El jugador, las de asesinatos en Crimen y castigo y no existen fanáticos políticos más perfectos que Los endemoniados, poseso el autor de repugnancia por el extremismo político, el simplismo sectario y agresivo, porque él mismo lo vive en su juventud y por ello pasó la aterradora experiencia de un fusilamiento, terminada, para suerte de la humanidad, en un simulacro escarmentador que cambió su vida. Una de las mejores descripciones de esta enfermedad intelectual y espiritual, la hace en un extraño corte del capítulo quinto de Los hermanos Karamazov. Un pasaje llamado “El gran Inquisidor”, imagina la aparición del Redentor frente a la Catedral de Sevilla en el siglo XVI, en plena inquisición, al día siguiente del castigo a un grupo de herejes. Cristo hace milagros, concentra la multitud, resucita una muerta, pero ordenan apresarlo. Se presenta en su calabozo el Gran Inquisidor, un erguido anciano de noventa años vestido de manera pobre y rústica, y le pregunta –“¿Eres tú?”- Él no se digna a responder y el Inquisidor afirma - “No contestes nada. Ya lo has dicho todo. Mañana morirás quemado como el peor de los herejes”-. (Hay que balancear lo ocurrido. Tomar decisiones erradas, asidos fanáticamente a la soberbia, el simplismo y la irracionalidad, nos descuartiza.)
La furia autoritaria oprimió por milenios gente pacífica y parecía salirse con la suya, pero los seres de un día controlaron la hostilidad de la naturaleza, la de sus congéneres y la que llevamos en la sangre. El hombre, “animal blando” lo definió el sociólogo Arnold Gehlen, a pesar de su debilidad física conquista la naturaleza, gracias a la voluntad, la razón y la pasión. Un error grave de las ciencias sociales ha sido pensar que somos una hoja en el río, juguetes de la fatalidad, las circunstancias, la sociedad o la historia. Cada una por separado, nos concibe barquitos de papel en las corrientes sociales, económicas o históricas, cuando somos esclavos de nuestros errores. Sí fuéramos tal como nos suponen los determinismos, viviríamos aún aterrados en cuevas defendiéndonos con instrumentos de piedra. Nuestra debilidad física es proverbial y aislados en una habitación, un humano desnudo y una rata rabiosa, es mejor no provocarla e imagínese en vez de una rata, un lobo. Pero la criatura de físico vulnerable y espíritu poderoso, el homo sapiens sapiens, reina porque desarrolló la inteligencia y el instinto de conservación para dar los combates en situaciones ventajosas sobre el adversario y creó mecanismos, tecnologías e instituciones para defenderse y reducir a las fieras, otras catervas y a sí mismo. El hombre es la voluntad, la razón práctica para confundir al enemigo “la fuerza para sobreponerse… a toda costa”, dice otro pensador alemán. Para convivir instauraron tótem y tabú: esto se puede hacer, esto no y enfrentaron a los vigorosos neandertales, animales duros, acorpados, hirsutos, agresivos, salvajes, con nariz chata de largo alcance.
Pese al absurdo vegano nacido en hilachas de Derrida, las proteínas rojas desenvolvieron el cerebro y las manos del homo sapiens, homo faber y homo ludens, porque somos todo eso. Sí no, seguiríamos comiendo plátanos entre el follaje. Según la antropología, el perro está entre los factores aleatorios que aceleraron la humanización. Este animalito eliminaba las víboras que ponían en peligro las crías, sus madres lo amaron y gracias a sus protectoras, se hizo amigo también de los varones, cazadores a los que suplió las deficiencias de olfato para atrapar presas y así aumentaron la ingesta de carne. Pero según Ernst Gombrich, una de las cumbres intelectuales de la sociología del arte, un acontecimiento determinante y básico por encima de todos los demás, impulsó el salto definitivo del hominoide al hombre. Fue el día que descubrió el sexo cara a cara, y de verse a los ojos, nació el sentimiento, que individualizó a la hembra y la liberó de ser el receptáculo que saciaba a cualquiera en la manada. Para ella, transformó un acto violento, efímero e impersonal, tributo a los machos que la protegían y no podía evitar, en un momento de intimidad profunda y reparadora. Con ese nuevo vínculo recóndito, él enfrentaba las fieras con más fuerza, porque lo esperaba una parte de sí mismo, cuyo fantasma lo acompañaba. Pasa a ser la mujer y deja de ser hembra de la especie.
Según Gombrich los trazados de ese sentimiento están en el arte rupestre. Hay un descubrimiento revolucionario porque hasta entonces el embarazo era un suceso mágico, inexplicable, pero ahora comienza a entenderse el vínculo entre sexo y procreación. Theilhard de Chardin, paleontólogo y filósofo, habló del “afinamiento del alma”, diferente de los neandertales. Algunos antropólogos piensan que estos fueron exterminados por los brillantes homo sapiens, aunque una parte se les unió, y sus descendientes hoy andan en el metro, los aviones y principalmente en el poder. Sus genes se arrebatan contra la sociedad, en vez de rugir encanallan, el mismo rugido ahora articulado por el lenguaje. Su genética violenta, torpe y miope, desgracia la vida de las naciones. El homo sapiens inventó las instituciones que “ponen bozal a las bestias de rapiña…con eso no mejoran moralmente, pero se hacen inofensivas como los herbívoros…La máquina social doma los egoísmos…en interés de la supervivencia”. Conciliar, discutir, tolerar, curar, enmendar, son hijos del avance humano. Pero si las máquinas sociales caen en manos de temperamentos fieros, match políticos, se desmandan y la vida cruje a tal el extremo que las sociedades donde ocurre, recuperan la normalidad a un alto costo. Los neandertales trabajan, sin querer, en favor de su enemigo y por eso desaparecen.
Como ejemplo, hace unos años una diputada ucraniana, Natalia Korolévskaya, basada en un “informe técnico”, presentó un proyecto de ley para prohibir el cara a cara en la cama porque “dificulta la concepción” y en su país “existe un déficit poblacional”. La ley irrumpiría en las habitaciones para imponer el “a tergo” o “pecorina”. Los paramilitares de Mussolini obligaban a los viandantes a tomar aceite de ricino sólo para reírse, la S.A humillaba a una pareja en su cena romántica y vaciaba la cerveza en el rostro del galán. La antipolítica, el populismo, la imposibilidad de conciliar, el machismo político, el caudillismo, son regresos en la máquina del tiempo, peligrosos intentos neandertales de devolver los relojes y logran retrasarlos. El entendimiento es la forma de vivir decentemente, no en zozobra, y de resolver en paz los problemas del poder, usar la voluntad unida a la racionalidad para construir. Decisiones inalcanzables para fanáticos, antipolíticos o ingenuos. Schopenhauer a quien venimos citando en hilo, dice que… “el mar truena, ilimitado… levanta y hunde rugientes montañas de agua… (entre ellas) va un remero en su bote, tranquilo pese a la debilidad de su embarcación”. Ese bote es la lucha del hombre por la felicidad. El futuro no se deja predecir por lo que luce obvio, es el desenlace de las decisiones y la voluntad que disuelve los obstáculos. La libertad se impone, el animal blando se impone. Cuando sabe y tiene el discernimiento.
La furia autoritaria oprimió por milenios gente pacífica y parecía salirse con la suya, pero los seres de un día controlaron la hostilidad de la naturaleza, la de sus congéneres y la que llevamos en la sangre. El hombre, “animal blando” lo definió el sociólogo Arnold Gehlen, a pesar de su debilidad física conquista la naturaleza, gracias a la voluntad, la razón y la pasión. Un error grave de las ciencias sociales ha sido pensar que somos una hoja en el río, juguetes de la fatalidad, las circunstancias, la sociedad o la historia. Cada una por separado, nos concibe barquitos de papel en las corrientes sociales, económicas o históricas, cuando somos esclavos de nuestros errores. Sí fuéramos tal como nos suponen los determinismos, viviríamos aún aterrados en cuevas defendiéndonos con instrumentos de piedra. Nuestra debilidad física es proverbial y aislados en una habitación, un humano desnudo y una rata rabiosa, es mejor no provocarla e imagínese en vez de una rata, un lobo. Pero la criatura de físico vulnerable y espíritu poderoso, el homo sapiens sapiens, reina porque desarrolló la inteligencia y el instinto de conservación para dar los combates en situaciones ventajosas sobre el adversario y creó mecanismos, tecnologías e instituciones para defenderse y reducir a las fieras, otras catervas y a sí mismo. El hombre es la voluntad, la razón práctica para confundir al enemigo “la fuerza para sobreponerse… a toda costa”, dice otro pensador alemán. Para convivir instauraron tótem y tabú: esto se puede hacer, esto no y enfrentaron a los vigorosos neandertales, animales duros, acorpados, hirsutos, agresivos, salvajes, con nariz chata de largo alcance.
Pese al absurdo vegano nacido en hilachas de Derrida, las proteínas rojas desenvolvieron el cerebro y las manos del homo sapiens, homo faber y homo ludens, porque somos todo eso. Sí no, seguiríamos comiendo plátanos entre el follaje. Según la antropología, el perro está entre los factores aleatorios que aceleraron la humanización. Este animalito eliminaba las víboras que ponían en peligro las crías, sus madres lo amaron y gracias a sus protectoras, se hizo amigo también de los varones, cazadores a los que suplió las deficiencias de olfato para atrapar presas y así aumentaron la ingesta de carne. Pero según Ernst Gombrich, una de las cumbres intelectuales de la sociología del arte, un acontecimiento determinante y básico por encima de todos los demás, impulsó el salto definitivo del hominoide al hombre. Fue el día que descubrió el sexo cara a cara, y de verse a los ojos, nació el sentimiento, que individualizó a la hembra y la liberó de ser el receptáculo que saciaba a cualquiera en la manada. Para ella, transformó un acto violento, efímero e impersonal, tributo a los machos que la protegían y no podía evitar, en un momento de intimidad profunda y reparadora. Con ese nuevo vínculo recóndito, él enfrentaba las fieras con más fuerza, porque lo esperaba una parte de sí mismo, cuyo fantasma lo acompañaba. Pasa a ser la mujer y deja de ser hembra de la especie.
Según Gombrich los trazados de ese sentimiento están en el arte rupestre. Hay un descubrimiento revolucionario porque hasta entonces el embarazo era un suceso mágico, inexplicable, pero ahora comienza a entenderse el vínculo entre sexo y procreación. Theilhard de Chardin, paleontólogo y filósofo, habló del “afinamiento del alma”, diferente de los neandertales. Algunos antropólogos piensan que estos fueron exterminados por los brillantes homo sapiens, aunque una parte se les unió, y sus descendientes hoy andan en el metro, los aviones y principalmente en el poder. Sus genes se arrebatan contra la sociedad, en vez de rugir encanallan, el mismo rugido ahora articulado por el lenguaje. Su genética violenta, torpe y miope, desgracia la vida de las naciones. El homo sapiens inventó las instituciones que “ponen bozal a las bestias de rapiña…con eso no mejoran moralmente, pero se hacen inofensivas como los herbívoros…La máquina social doma los egoísmos…en interés de la supervivencia”. Conciliar, discutir, tolerar, curar, enmendar, son hijos del avance humano. Pero si las máquinas sociales caen en manos de temperamentos fieros, match políticos, se desmandan y la vida cruje a tal el extremo que las sociedades donde ocurre, recuperan la normalidad a un alto costo. Los neandertales trabajan, sin querer, en favor de su enemigo y por eso desaparecen.
Como ejemplo, hace unos años una diputada ucraniana, Natalia Korolévskaya, basada en un “informe técnico”, presentó un proyecto de ley para prohibir el cara a cara en la cama porque “dificulta la concepción” y en su país “existe un déficit poblacional”. La ley irrumpiría en las habitaciones para imponer el “a tergo” o “pecorina”. Los paramilitares de Mussolini obligaban a los viandantes a tomar aceite de ricino sólo para reírse, la S.A humillaba a una pareja en su cena romántica y vaciaba la cerveza en el rostro del galán. La antipolítica, el populismo, la imposibilidad de conciliar, el machismo político, el caudillismo, son regresos en la máquina del tiempo, peligrosos intentos neandertales de devolver los relojes y logran retrasarlos. El entendimiento es la forma de vivir decentemente, no en zozobra, y de resolver en paz los problemas del poder, usar la voluntad unida a la racionalidad para construir. Decisiones inalcanzables para fanáticos, antipolíticos o ingenuos. Schopenhauer a quien venimos citando en hilo, dice que… “el mar truena, ilimitado… levanta y hunde rugientes montañas de agua… (entre ellas) va un remero en su bote, tranquilo pese a la debilidad de su embarcación”. Ese bote es la lucha del hombre por la felicidad. El futuro no se deja predecir por lo que luce obvio, es el desenlace de las decisiones y la voluntad que disuelve los obstáculos. La libertad se impone, el animal blando se impone. Cuando sabe y tiene el discernimiento.
@CarlosRaulHer
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