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La autocracia de los Monagas y la larga transición hacia la democracia un siglo después

El avance a la democracia en Venezuela costó, al menos un siglo, al costo de vidas y sufrimientos de sus habitantes, en procura de un sistema que, con todos sus defectos y virtudes, debemos preservar

  • ALBERTO NAVAS

15/08/2024 05:00 am

La historia del “presente” transcurre sin que tengamos una efectiva capacidad de explicarla ni de interpretarla desde la perspectiva del propio presente, aunque si podemos comprender cabalmente procesos históricos anteriores cuyas Unidades de Tiempo se encuentren completamente y estructuralmente desarrolladas y culminadas en sus fundamentos básicos, como fue el caso del proceso de adaptación crítica del proyecto liberal republicano de Venezuela, con sus raíces iniciales en el siglo XVIII colonial y su culminación a mediados del siglo XIX, con el derrumbe de la llamada Oligarquía Liberal (Gil Fortoul) y los desastres de la Guerra Federal (1959-1863), que abrieron las puertas al sistema Oligocrático tiránico, fundado por el general Guzmán Blanco en 1870 y que perduraría hasta 1935, pasando antes por las tiranías liberales (Manuel Caballero) de los generales Crespo, Castro y Gómez.

El advenimiento al poder de los generales y hermanos José Tadeo Monagas y José Gregorio Monagas, quienes dominaron autocráticamente a Venezuela entre 1846 y 1958, no fue el resultado solamente de su prestigio y poder como caudillos y próceres orientales del proceso de independencia, sino, más bien, como resultante del desmoronamiento de las estructuras y funcionamiento del régimen de la llamada “República Deliberativa” (Augusto Mijares) también denominada como la etapa de la “Oligarquía Conservadora” en cabezada por el general José Antonio Páez desde 1830. La Constitución de 1830 generó estabilidad y progreso entre las décadas de 1830 y 1840, rodeándose Páez de las élites urbanas cultas, comerciantes, financistas y propietarios; funcionando como una república de propietarios, con ejercicio de una democracia censitaria y restringida pero funcional para las condiciones de la época.

Pero el malestar político y social se hizo presente en los años de 1840, no solamente por la recordada caída de los precios del café exportado y el endeudamiento fallido de los propietarios; sino principalmente por el desgaste político del círculo paecista y la agitación de las ideas “liberales” expandidas por Tomás Lander y Antonio Leocadio Guzmán, factores que fraguaron al estimular las redes caudillistas, muchas de ellas seudoliberales, abriéndoles el apetito del poder. En este escenario crítico, el general Páez, confió el relevo del poder controlado al ambicioso general José Tadeo Monagas en las elecciones de 1846, quien no tardó en rebelarse de esa tutela política y, en 1858, rompió con aquel caudillo mayor, asaltó el Congreso para someterlo a su voluntad (salvo Fermín Toro, quien no se prostituyó) en un golpe de Estado que configuró el modelo del autócrata venezolano que uso la Constitución y las elecciones para apropiarse del poder y fundar una especie de continuismo dinástico.

Se fundó así el régimen nepótico y corrupto, con participación de algunas figuras liberales civiles como Antonio Leocadio Guzmán y militares como Zamora y Falcón, entre otros, en un contexto de continuismo electoral que, en 1850, llevó al poder al general José Gregorio Monagas, “hermanito” del anterior presidente, quien, a su vez, en 1854, devolvió nuevamente la presidencia a José Tadeo en unas elecciones altamente predeterminadas desde el poder, que más que un fraude fue una simple imposición autocrática sobre un país desmovilizado, arruinado y oprimido por la red caudillista oriental.
Uno de los pocos méritos reconocido al “Monagato” fue el decreto tardío de abolición de la Esclavitud en Venezuela de 1854, que era apenas un 4,4% de la población total, siendo ya una institución en decadencia económica, una abolición que fue pagada a los propietarios de esclavos, en un esquema ineficiente y corrupto, que favoreció especialmente a los partidarios del gobierno, una indemnización que consideraba a los exesclavos como objetos de propiedad privada. Una medida ineficaz que ocurrió en una economía que ya había dejado atrás al esclavismo cacaotero por el avance de la economía de exportación cafetalera, de condiciones menos opresivas que la esclavitud ya feneciente. La represión política, expresada en asesinatos de opositores, exilio y prisiones políticas, como en la lúgubre “Rotunda de Caracas” construida por los Monagas, fueron el signo más obscuro de esta autocracia.

El desgaste y desmoronamiento del poder de los Monagas llevó a una nueva crisis en 1858, cuando la “Revolución de Marzo”, acaudillada por el general Julián Castro, sobre una red fusionista de políticos y caudillos liberales y conservadores. que duraría poco por sus pugnas internas. Se abrieron así las puertas a una década de violencia y guerra civil, entre 1859 y 1870, incluyendo el lapso de la llamada Guerra Federal, cuya consecuencia final fue, finalmente, la llegada al poder del licenciado (UCV) y general Guzmán Blanco con la denominada “Revolución de Abril, fundando el sistema tiránico que se prolongaría hasta la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935.

El proceso de apertura reformista realizado por los gobiernos postgomecistas de los generales López Contreras, Medina Angarita y de la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, condujeron entre 1946 y 1947 a la implantación del sufragio universal, directo y secreto y al planteamiento de un sistema político democrático que (pese a la interrupción militar de 1948 a 1958) logró proyectarse a partir de la década de 1960 en adelante hasta finales del siglo XX.

Como hemos visto, el avance a la democracia en Venezuela costó, al menos un siglo, al costo de vidas y sufrimientos de sus habitantes, en procura de un sistema que, con todos sus defectos y virtudes, debemos preservar, tanto para honrar a sus antiguos constructores, como para garantizar un sano bienestar a los venezolanos del futuro, en un nuevo sistema de libertades que se adapte a nuestra nueva realidad nacional e internacional.

ANB Cronista de la UCV.
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