Una nube de humo cubre el cielo de la ciudad. La precedió una fuerte explosión que vino acompañada por las llamas. Ocurrió en la mañana, y quemó durante todo el día. Los bomberos, con las herramientas que tenían a su disposición, trataron de apaciguar el incontrolable fuego. Es complejo, ya que el mismo se propagó ferozmente gracias a material inflamable que encontraba a su paso. Todo ocurrió dentro de un galpón.

No sabemos cuándo comienzan los incendios ni cuándo terminan. Pero sí sabemos que las llamas no son permanentes y eventualmente se apagarán. Lo que dejen ya será otra cosa. Distinta, modificada, a lo que tocaron por primera vez. En este caso, una infraestructura irreconocible, devastada, calcinada. Una infraestructura que, realmente, dejó de ser.

Lo anterior mencionado ocurrió en Hwaseong, una ciudad al sur de Seúl, Corea del Sur. En una fábrica de baterías de litio, cobrando la vida de 20 personas. Impresiona, sin embargo, como la prensa nacional reseña un evento ocurrido en una ciudad impronunciable para nosotros y a 14.000 kilómetros de distancia; en contraste con eventos locales que no merecen mención.

Realmente escribí la descripción del acontecimiento pensando en otro incendio. Uno ocurrido en Caracas, en la California Sur, a finales de abril y principios de mayo. Un incendio en las instalaciones de la Firestone, en el Centro Empresarial Mejor, el cual arrasó completamente la estructura. La misma ardió por más de un día y el cuerpo calcinado se puede incluso ver hoy en día. Quedó ahí, devastado y destruido, todo dentro de la ciudad. Sin que nadie se dignase a enterrar el cadáver.

Esta fue una noticia pública, pues el incendio se evidenció a kilómetros de distancia. El Director de Protección Civil informó al respecto y los comunicados se conocieron y están a la mano de quien quiera difundirlos. Sin embargo, la prensa no tuvo tanto interés en difundirlo.

Cuando me refiero a “la prensa” evidentemente hago una generalización, tomando en cuenta los cuatro periódicos de mayor difusión nacional. Otros, más pequeños, sí hicieron eco de la misma, pero su escasa exposición nos hace cuestionar el alcance de la propia información. Mayor efecto tuvo el propio Twitter (o “X”), que ha tenido que suplir la carencia informativa que se vive a diario.

Me pregunto los motivos: ¿la población no le interesa informarse?, ¿ha perdido su capacidad de asombro y vive las consecuencias diarias sin cuestionamiento? O, más bien, ¿la prensa evita la catástrofe interna y se enfoca más bien en la externa? También podría ser la desidia periodística, quién sabe. Todo es posible.

Al final, el ejemplo es elocuente porque demuestra cómo nos toca muchas veces informarnos. Es decir, literalmente, con señales de humo.

Nota al pie: Sin ganas de investigar

Lo propio ocurre con las interrupciones del servicio eléctrico, que al parecer ya no son noticia para nadie. Existen ciudades y estados del país que sufren a diario de ello. Nosotros -los que vivimos en Caracas- tenemos la fortuna de ser los menos afectados, pese a que no nos exonera de que también ocurra con cierta regularidad.

El 26 de marzo del presente año, recuerdo una interrupción de más de 12 horas en muchas zonas de la ciudad. Medio día sin luz en la capital de un país y ninguna noticia que explicara la causa. Ante la zozobra generalizada, algunas personas compartían mensajes que el Alcalde de Chacao enviaba a través de ciertos grupos vecinales. No vivo en ese municipio, pero sus mensajes reenviados eran mi única fuente de información para satisfacer, de un modo u otro, la incertidumbre. Al parecer, algo se había roto.

La luz regresó, sin motivo ni explicación. Asumo yo que después de reparar la avería. Los periódicos, nuevamente en silencio. La investigación periodística es un trabajo tedioso, complejo, pero satisfactorio. El periodismo no es sólo republicar un evento ya investigado en otra latitud. Sobre todo teniendo tantos internos que poder reseñar.

@NelsonTRangel
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