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Mucha sed

En épocas decadentes, la sed se puede hacer especialmente notable. La falta de referentes claros y figuras paradigmáticas, nos hacen experimentar una sequedad que puede llegar a resquebrajar el paladar

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

19/06/2024 05:02 am

“El hombre controla muchas cosas en su vida; controla un número suficiente de cosas como para ser el héroe de la novela. Pero si lo controlara todo, sería tan heroico que no habría novela.” (G. K. Chesterton)

La imagen de la sed nos puede ser más o menos cercana. De alguna forma, todos hemos sentido sed alguna vez. Incluso es posible que hayamos sufrido alguna de sus consecuencias. A esa sed fisiológica, podemos asociar una carencia o déficit que seguramente también hemos experimentado. En el plano de las ideas y de los deseos. Tenemos momentos de sed. De verdad, de autenticidad, de sinceridad, de ternura. La sed de humanidad, engloba todas las variedades del mismo pensar y sentir.

En épocas decadentes, la sed se puede hacer especialmente notable. La falta de referentes claros y figuras paradigmáticas, nos hacen experimentar una sequedad que puede llegar a resquebrajar el paladar. Afectar nuestro juicio. Aunque la sed sostenida, frecuentemente tiene que ver con la ausencia de buen líquido. Otras tantas, hace referencia a un defecto individual para sacar el mejor provecho, de lo poco que podamos abrevar. En los casos de escasez extrema, se hace indispensable valorar lo mejor posible la liquidez y potabilidad disponibles. El dilema es si, en nuestra situación actual, el exceso y el defecto tienen el mismo valor. Las consecuencias del exceso son muy evidentes. Las del déficit pueden pasar desapercibidas. Con demasiada frecuencia ignoramos sus beneficios.

Tenemos capacidad de adaptarnos a la sequía. También a la espiritual. Cuando no, a la aridez moral. La sequedad en las formas sociales y en la cultura. Puede terminar convirtiéndose en anti cultura. Lo más difícil es no acostumbrarse. Es diferente adaptarse, que resignarse. En este sentido, mantener la capacidad de asombro que pueda alimentar la sana crítica, es indispensable. La recurrencia afecta nuestro balance hídrico. Siempre modelado por los desequilibrios ambientales. El principal ambiente al que debemos prestar atención, es el interior. Del interior es donde proviene nuestra sed o saciedad. Difícilmente, mientras vivamos, estaremos satisfechos.

Para superar la sed, alimentarnos de ella. Asumirla y asimilarla. Procurar compartirla. Hasta la meta de generar comunidad. Una comunidad de sedientos. Sin desear el exceso. Saber reconocer los frutos de la sed. Hasta llegar al compromiso que se evidencia en ganancia para cada uno. No siempre la dulzura calma la sed. Sucede que el empalago la aumenta. El ácido o el amargo, cumplen mejor la función de saciarnos. Hoy hablamos con certeza, de la realidad amarga del azúcar. Aunque lo dulce nos seduzca. El aporte de los sabores y sus variedades, nos harán recuperar un paladar reforzado. Un paladar competente. Indispensable cuando toca enfrentar nuevos retos. Al momento de comenzar de nuevo.

“Lo que hace que la vida se mantenga como algo romántico y lleno de fieras posibilidades es precisamente la existencia de esas grandes limitaciones que nos obligan a encontrarnos con cosas que no nos gustan o no esperamos.” (G. K. Chesterton)

José Antonio Gámez E.
jagamez@gmail.com
@vida.vibra
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