El rezago de Latinoamérica
En momentos en que América Latina es la zona que menos crece del mundo emergente, el “nearshoring” podría ser un salvavidas económico para la región, y una importante herramienta de lucha contra la migración para Washington
Los dos últimos reportes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial señalan dos cosas preocupantes para América Latina: 1. El crecimiento de esta región se ubica entre los más bajos del mundo. En 2024, rondará el 2% anual, el más bajo del mundo; y se espera que se repita el próximo año. 2. Según el informe del Banco Mundial, la inversión extranjera en los países latinoamericanos ha venido bajando desde 2010, con escasas excepciones.
Andrés Oppenheimer comenta que lo más preocupante es que la región está perdiendo su mejor oportunidad en la historia reciente para convertirse en un éxito económico y reducir la pobreza porque no está aprovechando la tendencia mundial hacia el “near-shoring” o “friend-shoring”, por la cual las grandes multinacionales estadounidenses y europeas están trasladando muchas de sus plantas manufactureras de China hacia países más amigables o confiables y, en lo posible, más cercanos a sus mercados locales. Dice el BM que…” Ninguna región del mundo estaría mejor posicionada para aprovechar esta tendencia que América Latina. Sin embargo, las multinacionales están mudando muchas de sus fábricas a otras partes del mundo emergente, como India y otros países asiáticos.” Hasta el mismo México, a pesar de su vecindad con los Estados Unidos, ha presentado aumentos muy modestos de inversión extranjera.
Para responder esta tendencia negativa, cabe pensar en dos direcciones: 1. Identificar las causas del poco atractivo de la región hacia los inversionistas extranjeros. 2. Identificar qué está haciendo los Estados Unidos para promover inversiones en su “patio trasero”, ante un mundo tripolar y geopolíticamente competido entre EE. UU., China y Rusia.
Empecemos por no engañarnos: El bajo atractivo de Latinoamérica se debe al desconcierto interno entre los diversos sectores en cada país de la región. Países de élites divididas, que no han sido capaces de ponerse de acuerdo en sendos modelos de desarrollo para reducir la pobreza y lograr estabilidad política. De allí que sus respectivas políticas públicas sean un constante pendular entre ofertas excluyentes de izquierda y derecha. Detrás de la falta de consenso, se encuentra que, a fin de cuentas, no se gobierna por ideologías ni para resolverle los problemas a nadie, sino para que una pequeña élite usufructúe del poder. Peor, en la medida que han predominado pensamientos de izquierda, se ha gobernado bajo el sesgo de “mantener a raya el poder de la empresa privada”. De allí tantas trabas, permisos, y hasta prohibiciones de inversión en ciertas áreas consideradas básicas. El argumento es que los Estados no deben entregar a empresas privadas el privilegio de explotar riquezas naturales o monopolios (por ejemplo, servicios públicos) para evitar el ventajismo a favor de unos pocos empresarios. De allí que el gran contingente de empresas del Estado en la mayoría de los países latinoamericanos, las que supuestamente asegurarían un mejor reparto de la riqueza. Pero esto es un mito porque la mayoría de estas empresas en Latinoamérica son manejadas ineficiente y oscuramente.
Lo que debería ser un proceso masivo de privatización de empresas del Estado, que sería la gran avenida para encauzar inversiones extranjeras en nuestros países, se convierte en un lento y estrecho proceso debido a que las izquierdas fracasadas montan movilizaciones públicas en contra de la privatización. Inclusive, partidos moderados tampoco apoyan las privatizaciones porque ven ese proceso como un autogol en sus aspiraciones de disfrutar el poder. A este factor interno se suma el mal consejo del Fondo Monetario y del Banco Mundial al exigir que toda ayuda a una crisis económica esté condicionada por aplicar un Plan de Ajuste Económico mediante la restricción de la liquidez, devaluación drástica, reducción del gasto público, incremento de impuestos y tarifas, etc.; castigando a los pueblos; para nada. Todo esto a cambio de préstamos blandos. Al entrar el préstamo, baja la presión sobre los gobernantes por resolver el problema del ”barril sin fondo” que representan las empresas del Estado, los servicios públicos, el burocratismo y la corrupción. Es decir, las respuestas a las crisis económicas deberían empezar por las Reestructuraciones Económicas y no por los Planes de Ajuste.
Por parte de los Estados Unidos, ha surgido una propuesta, la “Ley de las Américas”, un proyecto de ley bipartidista presentado recientemente en el Congreso por el senador republicano Bill Cassidy (Luisiana) y el demócrata Michael Bennet (Colorado) para contrarrestar la influencia de China en la región. Este proyecto de ley ofrece a las democracias latinoamericanas unirse al Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá. La aprobación de esta legislación permitiría a más países latinoamericanos atraer plantas manufactureras de multinacionales que ahora están en China. Costa Rica y Uruguay ya han expresado interés en unirse a este bloque ampliado, y Chile, Colombia, Perú y Panamá lo están estudiando. En momentos en que América Latina es la zona que menos crece del mundo emergente, el “nearshoring” podría ser un salvavidas económico para la región, y una importante herramienta de lucha contra la migración para Washington.
@joseagilyepes
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