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Significación de Vicente de Emparan

El hombre regresó, la voluntad popular se estaba manifestando. Emparan, inicialmente, entró a presidir la nueva Junta, pero el vigoroso discurso del canónigo Madariaga transformó la situación

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

21/04/2024 05:02 am

Al llegar el 17 de mayo de 1809 don Vicente de Emparan al puerto de la Guaira, no era un extraño para los venezolanos. Había servido previamente como Gobernador y Capitán General de la Provincia de Cumaná, entre los años 1792 y hasta 1804, donde tuvo un destacado desempeño dejando la impresión de haber actuado con cierta liberalidad.

En cambio, cuando llegó a Caracas y se informó de la situación, expresó con preocupación a las autoridades peninsulares diversos hechos, así como el inadecuado comportamiento de ciertos funcionarios, sosteniendo, como lo hizo, la necesidad de reemplazarlos.

Algo más aprecio, significativo, resaltante, en el ambiente de aquella ciudad influyente en distintos aspectos, calificando al medio social de la misma como: “peligroso”, en atención a los intereses que surgían, las ideas que se expresaban, la actitud de diversos hombres principales, no incondicionales a los intereses y privilegios que quería guardar para sí la monarquía.

La conspiración de ciertos grupos resultaba evidente, y no representaba una sorpresa la manifestación de algunos descontentos prominentes. Bolívar fue uno de ellos como parte de una juventud liberal, atrevida e imprudente muchas veces, cómo en aquel brindis en presencia del nuevo Capitán General, cuando se pronunció abiertamente a favor de la independencia de América.

Los hechos de la Península, la disolución de la Junta Central, contribuyeron a impulsar los pronunciamientos locales y la resolución de actuar con autonomía.

Los radicales como Toro, Bolívar y Montilla fueron confinados a comienzos de abril. Esta medida ordenada por el Capitán General, parecía suficiente para contener los ánimos. Sin embargo, tal acción no impidió el descontento.

En el Ayuntamiento, no todos eran conservadores, absolutamente inclinados a mantener el orden de las cosas, surgiendo así la disposición, consciente y definitiva, de proteger, más que los intereses de Fernando VII, los de propia Provincia y sus clases destacadas con clara noción de patriotismo. Así las cosas, en la casa de don Valentín de Ribas, se produjo una reunión importante trazadora de objetivos.

El plan consistía en que, en una reunión del Cabildo, presidido por el Capitán General Emparan, se discutiesen los acontecimientos; se desconociera la autoridad del mismo; se escogiera por parte de los reunidos y del pueblo a las nuevas autoridades.

Nombres como el de Feliciano de Palacios y Blanco, Lino de Clemente, Valentín de Ribas, Rafael Paz del Castillo, Juan de Ascanio y Rada, Silvestre Tovar y Martín Tovar Ponte (Alcalde), figuraban entre los adeptos al movimiento.

Se produjo la reunión en el Cabildo. Se le propuso a Emparan la conveniencia de formar una Junta. El Capitán General manifestó su desacuerdo, e hizo terminar la reunión so pretexto del ir a los oficios religiosos de la Catedral en aquel simbólico Jueves Santo.

De inmediato, la noticia se difundió en la Plaza Mayor de Caracas, y mientras Emparan intentó entrar a la Catedral y dar por concluido el asunto, don Francisco Salias, con autoridad, con el apoyo del pueblo reunido y con la aceptación de los oficiales allí presentes que no salieron a defender al Capitán General, le expresó en históricos términos, respetuosos pero firmes: “Al Cabildo, Señor, el pueblo os llama a Cabildo para manifestar su deseo”.

El hombre regresó, la voluntad popular se estaba manifestando. Emparan, inicialmente, entró a presidir la nueva Junta, pero el vigoroso discurso del canónigo Madariaga transformó la situación.

Al asomarse el Capitán General al balcón del Ayuntamiento y al requerirse al pueblo si lo acepta en el mando, la voz del mismo se escuchó indicando que: “¡¡No!!”, a lo cual contestó el Capitán General, con elemental dignidad política: “pues yo tampoco quiero el mando”.

Era la voz general de los pueblos que en los momentos decisivos de la historia se pronuncia rotunda y valerosa para oponerse a quienes le someten, le subyugan, le impiden el sagrado ejercicio de sus libertades y derechos.

El 19 de abril de 1810, constituye el paso principal e inicial de nuestra Independencia. El mismo nos deja una lección sublime, un compromiso irrenunciable, un mandato ejemplar: Nadie puede estar por encima de la soberanía popular, de la determinación final de los pueblos que deben pronunciarse libremente a favor de sus derechos, por encima siempre de sus momentáneos gobernantes, los cuales no pueden sustituir e impedir la resolución de las mayorías que han de determinar la orientación de su destino.

Ese es el mandato superior que nos deja a las generaciones de presente y del futuro, el histórico 19 de abril de 1810.

jfd599@gmail.com

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