Carta a la novia de mi marido
No sé cómo es el más allá. Quiero pensar que es lindo, que huele bien y que tiene buen clima. Pero si hace frío, por favor, acércale un buen par de medias. Y tenle a mano un suéter de cachemira. En la mesita de noche ponle un vaso de agua con hielo
Hoy, en este día que escribo, van 476 desde que mi marido se fue al “más allá” (código postal desconocido). No sé si se conocieron inmediatamente, porque ni siquiera sé si tú (perdón que no escriba tu nombre pero es que no lo conozco) estabas ya allí, o si llegaste después. De hecho, hay muchas cosas que no sé. Y muchas más que seguramente no sabré nunca. Y en honor a la verdad, da lo mismo.
No sé, por ejemplo, si cuando se conocieron fue “amor a primera vista”· o si más bien fue algo que se dejó colar, de a poquito. Imagino que en el más allá él sigue siendo un hombre al que le cuesta mostrar sus emociones. Tenle paciencia. Y fíjate en sus ojos verdes, que no saben mentir y mucho menos disimular. Si le gustaste desde el principio, seguramente te hizo preguntas. Sobre libros, sobre lo que te gusta comer y, sobre todo, sobre qué música te gusta escuchar.
El hombre no es fácil. Eso de seguro ya lo entendiste. Le gusta viajar, mucho, pero detesta con toda su alma eso del turismo convencional. Para mí eso fue una bendición, porque yo también repudio los viajes perfectamente calculados, esos “si es martes, debe ser Bélgica”.
Comer. Mucho. Es goloso a más no poder. Y es adicto al chocolate. Por favor, tenlo muy presente. Lee, muchísimo. Le apasiona aprender. Y supongo que en el más allá ya no tiene problemas de visión. No lo molestes cuando esté leyendo. Y luego, cuando llegue la hora de la sobremesa, ya te contará todo lo que descubrió en esas páginas.
Le gustan los silencios. Eso es cierto. Pero también le gusta mucho una buena conversación. Hay temas de los que no habla porque le aburren. Tiene un sentido del humor muy peculiar. A veces, medio gafo. Pero bueno, preferible el chiste bobo que el mal genio que es el eterno acompañante de algunos.
Hace buenas arepas. Y es un hombre que entiende que las ollas y los fogones no muerden. No es gran cocinero, pero algunas recetas le salen maravillosas. Su salsa holandesa es de primer nivel.
Sí, es atildado. Cual Príncipe de Gales. Jamás está despeinado, ni mal vestido, ni con los zapatos sucios. La ropa le queda bien, le encantan las corbatas y nunca va a salir de casa mal arreglado. Pero detesta con toda su alma el “shopping”. Una vez que te aprendas sus tallas y gustos, será feliz de saber que tú te encargas de las compras de trapos.
Es muy exigente con eso de los instrumentos de afeitado. No va a usar cualquier marca. Y se toma su tiempo. No lo apures. Y sólo usa dos colonias. No importa cuán de moda esté algún perfume, no cambiará.
Tiene que dormir. Eso incluye el ritual de la siesta. Y en la noche, cuando se acuesta tarda menos de un par de minutos en quedarse profundo, si tiene su almohada de plumas. Pero puedes estar segura que antes de caer en brazos de Morfeo, se despedirá de ti con un beso. En mi caso fueron tres besos y un “te quiero”. Ronca un poquito, nada del otro mundo. Despertará antes del alba. Pero no molestará. Irá a la cocina, se servirá un café y empezará a escribirse con sus amigos de toda la vida. Y cuando tú despiertes, te tendrá lista una taza de humeante café.
No sé cómo es el más allá. Quiero pensar que es lindo, que huele bien y que tiene buen clima. Pero si hace frío, por favor, acércale un buen par de medias. Y tenle a mano un suéter de cachemira. En la mesita de noche ponle un vaso de agua con hielo.
Sean felices. Hazlo feliz. Y de noche, acompáñalo a ver el cielo. Las estrellas son su pasión. Y ojalá la hagas la tuya.
P.s. El 27 de agosto es su cumpleaños. Es muy importante que se lo celebres.
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
No sé, por ejemplo, si cuando se conocieron fue “amor a primera vista”· o si más bien fue algo que se dejó colar, de a poquito. Imagino que en el más allá él sigue siendo un hombre al que le cuesta mostrar sus emociones. Tenle paciencia. Y fíjate en sus ojos verdes, que no saben mentir y mucho menos disimular. Si le gustaste desde el principio, seguramente te hizo preguntas. Sobre libros, sobre lo que te gusta comer y, sobre todo, sobre qué música te gusta escuchar.
El hombre no es fácil. Eso de seguro ya lo entendiste. Le gusta viajar, mucho, pero detesta con toda su alma eso del turismo convencional. Para mí eso fue una bendición, porque yo también repudio los viajes perfectamente calculados, esos “si es martes, debe ser Bélgica”.
Comer. Mucho. Es goloso a más no poder. Y es adicto al chocolate. Por favor, tenlo muy presente. Lee, muchísimo. Le apasiona aprender. Y supongo que en el más allá ya no tiene problemas de visión. No lo molestes cuando esté leyendo. Y luego, cuando llegue la hora de la sobremesa, ya te contará todo lo que descubrió en esas páginas.
Le gustan los silencios. Eso es cierto. Pero también le gusta mucho una buena conversación. Hay temas de los que no habla porque le aburren. Tiene un sentido del humor muy peculiar. A veces, medio gafo. Pero bueno, preferible el chiste bobo que el mal genio que es el eterno acompañante de algunos.
Hace buenas arepas. Y es un hombre que entiende que las ollas y los fogones no muerden. No es gran cocinero, pero algunas recetas le salen maravillosas. Su salsa holandesa es de primer nivel.
Sí, es atildado. Cual Príncipe de Gales. Jamás está despeinado, ni mal vestido, ni con los zapatos sucios. La ropa le queda bien, le encantan las corbatas y nunca va a salir de casa mal arreglado. Pero detesta con toda su alma el “shopping”. Una vez que te aprendas sus tallas y gustos, será feliz de saber que tú te encargas de las compras de trapos.
Es muy exigente con eso de los instrumentos de afeitado. No va a usar cualquier marca. Y se toma su tiempo. No lo apures. Y sólo usa dos colonias. No importa cuán de moda esté algún perfume, no cambiará.
Tiene que dormir. Eso incluye el ritual de la siesta. Y en la noche, cuando se acuesta tarda menos de un par de minutos en quedarse profundo, si tiene su almohada de plumas. Pero puedes estar segura que antes de caer en brazos de Morfeo, se despedirá de ti con un beso. En mi caso fueron tres besos y un “te quiero”. Ronca un poquito, nada del otro mundo. Despertará antes del alba. Pero no molestará. Irá a la cocina, se servirá un café y empezará a escribirse con sus amigos de toda la vida. Y cuando tú despiertes, te tendrá lista una taza de humeante café.
No sé cómo es el más allá. Quiero pensar que es lindo, que huele bien y que tiene buen clima. Pero si hace frío, por favor, acércale un buen par de medias. Y tenle a mano un suéter de cachemira. En la mesita de noche ponle un vaso de agua con hielo.
Sean felices. Hazlo feliz. Y de noche, acompáñalo a ver el cielo. Las estrellas son su pasión. Y ojalá la hagas la tuya.
P.s. El 27 de agosto es su cumpleaños. Es muy importante que se lo celebres.
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