General Pablo Morillo y Morillo, primera autoridad española que reconoció el Estado de Venezuela
Algunos testimonios de la época de Morillo lo recuerdan como “dotado de cultura”, de ideas “progresistas” y de “carácter afable”, pese a las decisiones terribles que tuvo que tomar en la guerra
Un hombre de inclinación liberal, político y militar, tolerante y, al mismo tiempo, terrible en las guerras que le involucraron. Nació un 5 de mayo de 1778 en la pequeña población de Fuentesecas, cercana a la hermosa, antigua y fresca ciudad de Toro de Castilla La Vieja, zona agrícola donde, en mi concepto, se produce uno de los mejores vinos tintos de España. De apenas 15 años de edad ingresó a la Armada española y ya para 1793 participó en los combates del célebre “Sitio de Tolon”, donde recibió su primera herida de guerra. Se forjó como marino en la batalla naval del Cabo de San Vicente en 1797 y en la batalla de Trafalgar de 1805 donde también resultó herido.
Luego de la invasión napoleónica a España y las abdicaciones de Bayona por Carlos IV y Fernando VII, Morillo se destacó entre 1808 y 1814 como oficial de infantería y guerrillas contra los invasores franceses, brillando en la primera gran derrota a las fuerzas de Napoleón en la Batalla de Bailén y en 1813 en la batalla de Vitoria, como jefe de la Primera División del 4to. Ejército bajo las órdenes de Wellington derrotando las fuerzas del usurpador José Bonaparte quienes huían ya en retirada. Por sus efectivos y elevados méritos en la Guerra de Independencia Española, recibió en 1814 el nombramiento de Capitán General de la Provincia de Venezuela y jefe militar de la Expedición Pacificadora, que salió de Cádiz con unos 15.000 hombres veteranos y 65 buques (18 de ellos de batalla) entre los que destacaba el Navío de línea “San Pedro Alcántara” de 64 cañones, que voló y se hundió entre las islas de Cubagua y Coche en 1815, en circunstancias extrañas que ha estudiado muy bien por el Dr. Luis Farage.
Luego de la invasión napoleónica a España y las abdicaciones de Bayona por Carlos IV y Fernando VII, Morillo se destacó entre 1808 y 1814 como oficial de infantería y guerrillas contra los invasores franceses, brillando en la primera gran derrota a las fuerzas de Napoleón en la Batalla de Bailén y en 1813 en la batalla de Vitoria, como jefe de la Primera División del 4to. Ejército bajo las órdenes de Wellington derrotando las fuerzas del usurpador José Bonaparte quienes huían ya en retirada. Por sus efectivos y elevados méritos en la Guerra de Independencia Española, recibió en 1814 el nombramiento de Capitán General de la Provincia de Venezuela y jefe militar de la Expedición Pacificadora, que salió de Cádiz con unos 15.000 hombres veteranos y 65 buques (18 de ellos de batalla) entre los que destacaba el Navío de línea “San Pedro Alcántara” de 64 cañones, que voló y se hundió entre las islas de Cubagua y Coche en 1815, en circunstancias extrañas que ha estudiado muy bien por el Dr. Luis Farage.
Para el rey Fernando VII esta expedición, el mayor esfuerzo militar de España en ese tiempo, representaba no solo la posibilidad de recuperar los territorios rebeldes en tierra firme caribeña, sino que también, al mismo tiempo, permitía sacar del contexto político español a militares con fama de triunfo entre los cuales se encontraban muchos con inclinaciones liberales, altamente peligrosos para el proyecto absolutista de dicho rey. El general Morillo, luego de tocar el oriente venezolano, especialmente la Isla de Margarita donde fue clemente perdonando al general Arismendi de la Pena de muerte, siguió hacia el centro de Venezuela, especialmente Caracas, Puerto Cabello y Valencia donde fijó residencia. Para continuar luego su campaña hacia la Nueva Granada, logrando éxitos en la toma de la fortaleza y ciudad de Cartagena de Indias y conquistando más tarde a Bogotá, en campañas cruentas recordadas como el “Tiempo de Terror”.
En 1817 se reinstala en Venezuela a la cabeza del ejército realista, donde logró “pacificar” el centro de nuestro territorio, logrando inclusive derrotar las fuerzas republicanas de Simón Bolívar en la Batalla de “La Puerta” de 1818, impidiendo así la toma de Caracas por el ejército libertador. Pero, tal vez, el mayor mérito de Pablo Morillo, no ocurrió tanto en la guerra como en la búsqueda de la paz, al entrevistarse con Simón Bolívar en Santa Ana de Trujillo en noviembre de 1820 y firmar el Tratado de armisticio y regularización de la guerra, que significaba el primer reconocimiento político y militar del estado venezolano beligerante contra una España que pasaba por una etapa de gobierno constitucional (el Trienio Liberal) que limitaba el poder despótico de Fernando VII y había girado instrucciones de negociar con los rebeldes americanos.
La importancia de todo ello se verifica en la renuncia de Morillo al mando del Ejercito Expedicionario el 14 de diciembre de 1820 y su partida hacia España, dejando al mando en Venezuela a su compañero general Miguel de La Torre, con un ejército ya desalentado que sería luego derrotado por las fuerzas de Bolívar en Carabobo en junio de 1821 y desalojado definitivamente de Venezuela en Puerto Cabello, por las fuerzas del general José Antonio Páez en 1823. Pablo Morillo, una vez en España, retomó su vida familiar, política y militar, llegando a ser Capitán General de Castilla la Nueva y de Galicia, así como participando en la Primera Guerra Carlista de 1833 en apoyo de la Regente María Cristina de Borbón. Muere Morillo en Francia en la ciudad de Barèges (Pirineos) enfermo, pobre y con su moderado liberalismo en el corazón, un 27 de julio de 1837.
Algunos testimonios de la época de Morillo lo recuerdan como “dotado de cultura”, de ideas “progresistas” y de “carácter afable”, pese a las decisiones terribles que tuvo que tomar en la guerra, también hubo otras de mejor signo, como actos de clemencia con el enemigo vencido, el apoyo a la reforma de los estatutos de la Universidad de Caracas y, principalmente, la firma del Armisticio de 1820 que fue el paso inicialmente definitivo hacia el triunfo de la independencia. Tal vez llegó a querer a Venezuela durante los cinco años que vivió en ella, aunque detestaba comer las “arepas” por afectar su digestión, pero, en todo caso es el único líder realista que posee un monumento Venezuela, abrazado con Bolívar en memoria del reencuentro de dos tipos de ser español y americano.
ANB. Cronista UCV
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