La huella de "Ifigenia"
Así su voz insinuadora y graciosa, enérgica y femeninamente humana, ha llegado y llegará, como lo ha hecho hace ya 100 años de publicada: “Ifigenia”, a todas partes
Al recordar en este tiempo la huella singular que a través de la novela: “Ifigenia” ha dejado su autora Teresa de la Parra, debemos admirar en ella su fuerza, su elegancia, su carácter, su determinación, el mensaje profundo y transformador que expresa.
De manera aparentemente sutil, cuestiona; de manera aparentemente trivial, critica; de manera insinuadora, sentencia. La fuerza inagotable de su texto propone desarrollos continuos; muestra realidades ocultas, dice por primera vez lo que ocurre; evidencia lo que una sociedad es, sus valores y sus antivalores, y denuncia en definitiva lo que somos o fuimos a lo largo de un siglo o más.
De manera aparentemente sutil, cuestiona; de manera aparentemente trivial, critica; de manera insinuadora, sentencia. La fuerza inagotable de su texto propone desarrollos continuos; muestra realidades ocultas, dice por primera vez lo que ocurre; evidencia lo que una sociedad es, sus valores y sus antivalores, y denuncia en definitiva lo que somos o fuimos a lo largo de un siglo o más.
Considerando ambientes, lugares, estilos de la Venezuela colonial, que deja inicialmente en ella los recuerdos de una familia, de una historia, observa, descubre, se expresa de una manera diferente, mira con otra mirada, hace ver en sus preguntas y reacciones, sin violencia pero con contundencia, la realidad del mundo en que vivimos aquí, su belleza, su originalidad, su dulzura, pero, igualmente, su injusticia, su discriminación, su decadencia, sus errores humanos.
Al leer otra vez a "Ifigenia”, de distintos modos apreciamos que es una novela íntima y profunda. Nos describe a una sociedad particular, lo que se ha formado en nosotros a lo largo de los siglos con sus bondades y defectos; nos confronta con modelos distintos y nos hace ver a las diferencias, sin que sean mejores que nosotros, lo que ya no podemos ni debemos ser.
La novela está revestida de aparente ingenuidad, la novela desnuda los caracteres, las conductas humanas que pasan desapercibidas pero que explican mucho de nuestras anteriores concepciones y nuestros errores.
Cuando por ejemplo en la obra, el: “Tío Pancho” ha prestado atención a un posible pretendiente, el diálogo entre Cristina y María Eugenia, resulta altamente representativo de la época y de los valores que la sociedad. Describen a un estereotipo social: el hombre inteligente, culto, formado, prometedor pero el hombre que tiene un defecto garrafal, una: “¡espantosa deformidad!”, el no tener dinero, pero no obstante ello: “…cuenta con muchas influencias en el gobierno, gracias a las cuales adquirirá magníficos negocios que lo harán muy rico”.
En otra parte de la obra, entre las muchas que se pueden citar, aparece con dramatismo reflejada la condición de una mujer de su tiempo, sujeta a una suerte de misticismo que la sacrifica y la expone a vivir y soportar tiranías, cadenas, sojuzgamiento, a cambio de someterse al señor que la domina y la condiciona de manera inhumana.
La sociedad, la tradición, las normas obligan a María Eugenia a ocultar sentimientos y verdades. Le hace, sin embargo, soñar y desear ardientemente proyectar lo que es, lo que piensa, lo que espera, lo que resolverá. En ella se gestan los cambios, las experiencias las situaciones nuevas que le permitirán decidir el rumbo de su vida.
En la admirable narración en la cual va al campo y busca entre las cosas. en el agua manifestar sus deseos, se evidencia además de su extraordinaria calidad literaria, la fuerza que se va adquiriendo el relato y que logra María Eugenia ante la vida, y todo en razón de una carta, y dice: “…iré a leerla en la acequia grande, allá, bajo el ceibo, donde el agua forma aquel alboroto de murmullos y de espuma solo porque se tropieza con las puntiagudas lajas que cierran la compuerta; y cuando la haya oído el agua de la acequía, me iré a leérsela a aquel inmenso bucare que es como un gigante que está preso por los soldaditos del cafetal, en lo más escondido donde nunca, nunca, pasa nadie…”.
Así su voz insinuadora y graciosa, enérgica y femeninamente humana, ha llegado y llegará, como lo ha hecho hace ya 100 años de publicada: “Ifigenia”, a todas partes.
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