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La cultura del like

El me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días, es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido, opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual

  • RICARDO GIL OTAIZA

29/02/2024 05:03 am

Cuán distinto es el mundo de hoy al que conocimos los mayorcitos, y no me refiero precisamente a lo relacionado con las modas, las corrientes ideológicas o los vaivenes y ditirambos de esta época, que distan años luz de todo aquello que conocimos para bien o para mal, sino al impacto que las tecnologías han producido en nuestras vidas, al punto de trivializarnos, de hacernos perder hondura y seso, de ponernos contentos con recibir o dar un like a un mensaje, a un texto o a una situación que nos gusta en el vasto horizonte del mundo digital, y no caemos en la cuenta de que esa “cultura” del pulgar levantado, es mera pose, es salirse por la tangente de lo importante del acontecer, es pasar de lado en cuestiones que en otros tiempos requeriría debate, análisis e inversión de neuronas, y lo más grave es la aquiescencia de ambos extremos (del emisor y del receptor), es la alegría que sentimos cuando en las redes sociales alguien da el dichoso like a uno de nuestros comentarios, porque ello nos lleva a considerar a priori que el otro(a) leyó lo que publicamos y se solidariza con nosotros, cuando en realidad es una manera de elusión del compromiso por mera cortesía y sin esfuerzo, y todos contentos y felices.

El me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días, es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido, opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual, lo lleva a su etérea expresión, conjunta en ese pequeño emoji un pensamiento y una acción, y seguimos adelante como si hubiésemos conquistado la cima del discernimiento o hallado la anhelada cuadratura del círculo, cuando en realidad estamos simplificando a una elevada potencia todo aquello que podríamos aportar en un contexto determinado, porque nos mecaniza, nos hace presas de un símbolo que dice mucho, pero que a la vez carece de contenido y de hondura, nos hace parte y todo de una cultura de masas que busca amalgamar, fundir y conjuntar, pero jamás diferenciar, nos cubre bajo el ropaje de una existencia solapada que carece de entrada de peso y contundencia, y ni qué decir: de criterio.

El juicio de que a otra persona “le gustó mi publicación”, que es asumido por las más populares plataformas, y el conteo que se hace de los likes en redes como X (que emociona a muchos), no son más que meras trampas caza bobos, porque si a ver vamos, si bien el post es replicado en el enmarañado entramado digital con la posibilidad de llegar a un vasto sector fantasmal por donde se le mire, muchas de esas personas que hacen clic a lo que publicamos, no se han detenido más allá de pocos segundos frente al mensaje o al texto, y como mero mecanismo reflejo se han sumado a la masa (es decir, no ha habido un análisis como tal, con sus excepciones, por supuesto), y ese impacto que tenemos, que podría ser comparado con la espuma que rebasa el recipiente que la contiene, más temprano que tarde se desvanece o, en el peor de los casos, se transforma en un peligroso búmeran, que termina golpeando al emisor y a veces ocasionándole un inmenso daño.

El like y la aquiescencia en este omnisciente mundo de las redes y las plataformas, adquiere muchos rostros, ya que echa mano de una amplia variedad de figuras que equivalen a un “me gusta”: corazones, caritas sonrientes, guiños de ojos, besos, manitos juntas en señal de bendición y muchas más, son en sí mismas parte del “paquete” diseñado para que produzcan en nosotros determinadas emociones, estados de ánimos predeterminados, pero en el fondo lo que se busca con todo esto no es otra cosa que aplanarnos desde las formas gráficas, liberarnos de nuestro derecho a expresar las ideas con amplitud y argumento, despojarnos de nuestra cualidad de seres incisivos y pensantes, hacernos parte de un tiempo en el que la imagen sea el centro de nuestras vidas y que las ideas, que deberían mover al mundo, queden en un segundo o tercer plano, mientras que otros, escudados en grandes centros de poder desde donde buscan manipularnos, piensen por nosotros y lleven al mundo hacia insospechados derroteros.

Tenemos que despertar en el ahora, reaccionar antes de que sea demasiado tarde, abrir los sentidos y ponernos en guardia frente a la enorme manipulación de la que somos objeto, porque si bien es cierto que en ninguna otra época de la historia el ser humano ha estado más comunicado que hoy, y que seres anónimos de cualquier rincón del planeta tienen la posibilidad de acceder a la información sin moverse de casa y a un relativo bajo costo, nunca antes tampoco las personas habían estado expuestas a tantos peligros como en nuestros días, porque tener información es tener poder, pero no saber qué hacer con esa enorme masa de datos, que a las claras nos supera en todos los sentidos, es sin duda una papa caliente, y con ella se extorsiona, se delinque, se lleva a muchos seres a situaciones degradantes e inverosímiles.

La cultura del like es de hecho light: insustancial, superficial y demoledora de las bases que han soportado el pensamiento desde los presocráticos hasta nuestros días, y no entenderlo, es dejarse llevar por la corriente sin oposición ni criterio alguno, y entregar lo más significativo del desarrollo del humano durante milenios: el discernimiento entre el bien y el mal; nuestra capacidad de razonar, de argumentar y de actuar.

rigilo99@gmail.com
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