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El falso dilema de las elecciones

Debemos ver a la política como el arte de proponer opciones reales a situaciones desesperanzadoras. Como la política lleva adosado el arte de la negociación, hasta los límites de lo impensable, todo puede pasar en Venezuela desde hoy hasta las elecciones

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

16/10/2023 05:04 am

Existe una tendencia intrínseca en la naturaleza humana a debatir los problemas que nos preocupan más en la superficie, que en el fondo. A prestar más atención a los síntomas que a los orígenes de la enfermedad, a personalizar las discusiones y descalificar a los individuos, en vez de argumentar en contra de sus ideas. Es natural, es humano.

No podemos cambiar esa predisposición de los cuerpos sociales, porque tendríamos que cambiar al hombre en su esencia y eso significaría cosificarnos, convertirnos en objetos o cosas. Lo que sí podemos es tomar conciencia, darnos cuenta de la dirección que toman nuestras discusiones para poder rectificar y aprender, que es quizás la cualidad humana más sobresaliente. Esa es la particularidad que mejor nos diferencia de las demás especies animales.

En Venezuela, hoy y a esta hora, pareciera que existe un drama con las diferencias de puntos de vista en la oposición, por el tema de las elecciones primarias y las presidenciales del 2024. Lo usual, salvo en un sistema absolutamente bipartidista, es que en la oposición cohabiten tendencias y pensamientos contrapuestos.

Toda oposición en cualquier lugar del mundo tiene como objetivo principal cambiar al gobierno, pero eso no quiere decir que piensen igual. Los une temporalmente, y por razones tácticas, la idea de acceder al poder. En el fondo, miran a la conformación del cuerpo social y las soluciones a los problemas de los ciudadanos desde posiciones muy diferentes.

Ese drama no existe en el partido de gobierno, donde todos los militantes oficialistas quieren ir a votar para mantener sus privilegios. Es natural. Es humano. La estrategia no puede ser más simple.

En cambio, en algunos actores de la oposición pareciera que pensar distinto es un pecado que no existe ni en la iglesia, como bien ha anotado el Papa Francisco cuando dice a los cuatro vientos que no debemos tener temor a las diferencias. Sobre quienes toman posiciones en las venideras elecciones llueven insultos, malcriadeces políticas y descalificaciones personales, que no merecen un segundo de nuestra atención.

Tomemos un poco de distancia para ver que, pese a obstáculos muy parecidos, la oposición pudo lograr un sólido consenso en las elecciones parlamentarias del año 2015, y por ese acuerdo superó con creces los votos del gobierno. Si la oposición no hubiera votado masivamente en el año 2015, ninguno de los diputados opositores hubiera existido. Ninguno, como no existieron en el año 2005.

La cuestión de la forma dejémosla para el análisis superficial, para la anécdota y el circo político. El planteamiento de fondo es el rescate de la política en el sentido amplio, en el manejo de las discrepancias naturales y de los conflictos.

Debemos ver a la política como el arte de proponer opciones reales a situaciones desesperanzadoras. Como la política lleva adosado el arte de la negociación, hasta los límites de lo impensable, todo puede pasar en Venezuela desde hoy hasta las elecciones, y todavía es muy pronto para saberlo.

Por eso, el punto neurálgico de la oposición es tener una estrategia sólida y unitaria, para el día después. Muchas variables de este asunto las manejan tras bastidores algunos representantes del gobierno norteamericano y venezolano, sin que participe la oposición, y buscan mejores condiciones para unas elecciones justas a cambio de liberar sanciones económicas institucionales. Por la plata baila el mono.

Las opciones van desde postergar la fecha de los comicios, hasta la habilitación de los inhabilitados administrativamente, pasando por liberación de presos políticos, observación internacional creíble, devolución de los partidos a sus bases naturales y muchas otras.

Lo cierto es que todas las estrategias de la oposición ante esas variables tendrán más éxito, si forman parte de un plan de acción común. Hay pocas opciones, pero parece que mientras más concesiones acepte el gobierno, más ciudadanos estarán dispuestos a votar.

En esta situación, a uno le parece ver a David enfrentándose contra Goliat sin muchas esperanzas, pero así son las luchas más gloriosas y liberadoras. Nadie pensó que esto iba a ser fácil. La pelea por el poder, cuando no se tiene, es estridente y muy teatral, casi a golpes. Pero cuando se tiene el poder y se quiere mantener a toda costa, la lucha es mucho más despiadada y silenciosa. Al filo de la medianoche y con cuchillazos traicioneros. Esperemos que las próximas elecciones no encuentren tantos obstáculos, sean justas y podamos elegir al gobierno que merecemos.

alvaromont@gmail.com
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