Asamblea General Existencial
El financiamiento climático es una deuda pendiente, pese a los compromisos alcanzados en torno a cien mil millones de dólares anuales, que no han sido cumplidos
Luego del fracaso de la Liga de las Naciones, y una vez finalizada la dantesca Segunda Guerra Mundial, con la Carta de San Francisco del 26 de junio de 1945 conferencia a la que atendieron 51 Estados de los cuales firmaron originalmente 50 -Venezuela entre ellos-. el multilateralismo renacía con la fundación de Naciones Unidas guiados por la convicción de preservar las futuras generaciones del flagelo de la guerra. La ONU recoge la idea kantiana de un foro permanente y multilateral para el ejercicio de la diplomacia preventiva y el arreglo pacífico de controversias contenido en el artículo 33 de la Carta.
A lo largo de la historia ha constado la necesidad de un sistema de concertación y seguridad colectiva, respondiendo a los cánones de seguridad y “balance de poder” internacional vigentes. Siempre ha sido un desafío la capacidad institucional de los mecanismos que han apuntado hacia este objetivo, para llevar a cabo su mandato en materia de seguridad colectiva.
Esta semana bajo el tema “Reconstruir la confianza y relanzar la solidaridad global: acelerar la acción en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible para la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos”, António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, daba inicio al 78º período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, en un contexto global caldeado marcado por la guerra de Rusia contra Ucrania que lamentablemente tiende a cronificarse y que supone una fisura a la misión y razón de ser de Naciones Unidas, a saber preservar la paz y seguridad internacional, desafiando una vez más su dilema connatural de pasar de foro global a actor global. Tal como dijo el presidente de la 78.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, Dennis Francis “Necesitamos una paz justa y sostenible en Ucrania y en todo el mundo”
“La Asamblea General es el órgano principal de las Naciones Unidas de deliberación, adopción de políticas y representación.” Aquí año tras año Jefes de Estado y Gobierno, así como cientos de diplomáticos exponen sus visiones sobre los desafíos globales y hacen votos por el diálogo y negociación como fórmulas y vehículos de la diplomacia. Este año, además de la guerra en Ucrania son diversos los desafíos que han relucido en Nueva York; por un lado la preponderancia del cambio climático descrito por Guterres como “la amenaza más inmediata para nuestro futuro”; en efecto las últimas semanas en el Hemisferio Norte han sido las más calientes de nuestra historia; “la ebullición global” amenaza con consolidarse sino tomamos las medidas necesarias.
El financiamiento climático es una deuda pendiente, pese a los compromisos alcanzados en torno a cien mil millones de dólares anuales, que no han sido cumplidos. No podemos olvidar, tal como recalcó Guterres que “los países del G20 son responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Deben liderar, deben romper la adicción a los combustibles fósiles.”
Otro de los grandes temas de la agenda ha sido la reforma del Consejo de Seguridad, donde vale la pena subrayar la ausencia de cuatro de los cinco líderes de los miembros permanentes, a saber, China, Rusia, Francia y Reino Unido. Destaca la participación del presidente de EEUU, Joe Biden quien ha reafirmado su apoyo a Ucrania, así como al fortalecimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, enmarcado en la Agenda 2030 de la ONU. Biden ha afirmado: “sabemos que nuestro futuro está ligado al tuyo y que ninguna nación puede responder a los desafíos actuales por sí sola”.
La dicotomía es clara, reforma o ruptura; sobre la mesa resuenan los nombres de Brasil, India y Sudáfrica como candidatos a integrar una eventual nueva composición de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que refleje la recomposición de la arquitectura geopolítica global, así como el fortalecimiento y representación del llamado Sur Global, reunido la semana pasada en La Habana en el marco del G77+China y que apuesta por fortalecer su articulación y acción global a través de mecanismos como los BRICS, que a su vez reclaman una nueva arquitectura financiera global en contraposición a los esquemas tradicionales del FMI y el Banco Mundial; aún tenemos más dudas y expectativas que certezas, pero lo cierto es que el mundo y las instituciones globales deben reflejar está nueva dinámica global; definir este “nuevo modelo de desarrollo” es una tarea vital, en un mundo donde se exacerban las desigualdades.
La pobreza, las migraciones y la inseguridad alimentaria también son temas urgentes para abordar en la agenda. La retirada de Rusia de la Iniciativa del Mar Negro que permitía la exportación segura de cereales ucranianos exacerba las alarmas ante un eventual agravamiento de los riesgos de pobreza extrema e inseguridad alimentaria, alimentado a su vez por una inflación persistente a nivel global y la crisis energética. Así mismo se han sentado las bases para la venidera “Cumbre del Futuro” a celebrarse el próximo año, donde se espera que los Estados miembros lleguen a un acuerdo sobre un "pacto para el futuro" orientado a la acción.
La declaración política para acelerar el desarrollo sostenible rescata la agenda 2030 y establece una acción inmediata para garantizar el estímulo a los ODS, que implica inversiones de 500 mil millones de dólares cada año. El presidente de la Asamblea General subrayó que “con una acción concertada y ambiciosa, todavía es posible que, para 2030, más de 124 millones de personas sean sacadas de la pobreza y garantizar que menos 113 millones sufran de desnutrición”.
En medio de las críticas que se han suscitado en torno a Naciones Unidas en un contexto de reforma global, cuyas preocupaciones parecen legítimas, quisiera recordar las palabras de Dag Hammarskjold, Secretario General de las Naciones Unidas 1953-1961, “Las Naciones Unidas no existen para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno.”
Dylanjpereira01@gmail.com
A lo largo de la historia ha constado la necesidad de un sistema de concertación y seguridad colectiva, respondiendo a los cánones de seguridad y “balance de poder” internacional vigentes. Siempre ha sido un desafío la capacidad institucional de los mecanismos que han apuntado hacia este objetivo, para llevar a cabo su mandato en materia de seguridad colectiva.
Esta semana bajo el tema “Reconstruir la confianza y relanzar la solidaridad global: acelerar la acción en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible para la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos”, António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, daba inicio al 78º período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, en un contexto global caldeado marcado por la guerra de Rusia contra Ucrania que lamentablemente tiende a cronificarse y que supone una fisura a la misión y razón de ser de Naciones Unidas, a saber preservar la paz y seguridad internacional, desafiando una vez más su dilema connatural de pasar de foro global a actor global. Tal como dijo el presidente de la 78.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, Dennis Francis “Necesitamos una paz justa y sostenible en Ucrania y en todo el mundo”
“La Asamblea General es el órgano principal de las Naciones Unidas de deliberación, adopción de políticas y representación.” Aquí año tras año Jefes de Estado y Gobierno, así como cientos de diplomáticos exponen sus visiones sobre los desafíos globales y hacen votos por el diálogo y negociación como fórmulas y vehículos de la diplomacia. Este año, además de la guerra en Ucrania son diversos los desafíos que han relucido en Nueva York; por un lado la preponderancia del cambio climático descrito por Guterres como “la amenaza más inmediata para nuestro futuro”; en efecto las últimas semanas en el Hemisferio Norte han sido las más calientes de nuestra historia; “la ebullición global” amenaza con consolidarse sino tomamos las medidas necesarias.
El financiamiento climático es una deuda pendiente, pese a los compromisos alcanzados en torno a cien mil millones de dólares anuales, que no han sido cumplidos. No podemos olvidar, tal como recalcó Guterres que “los países del G20 son responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Deben liderar, deben romper la adicción a los combustibles fósiles.”
Otro de los grandes temas de la agenda ha sido la reforma del Consejo de Seguridad, donde vale la pena subrayar la ausencia de cuatro de los cinco líderes de los miembros permanentes, a saber, China, Rusia, Francia y Reino Unido. Destaca la participación del presidente de EEUU, Joe Biden quien ha reafirmado su apoyo a Ucrania, así como al fortalecimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, enmarcado en la Agenda 2030 de la ONU. Biden ha afirmado: “sabemos que nuestro futuro está ligado al tuyo y que ninguna nación puede responder a los desafíos actuales por sí sola”.
La dicotomía es clara, reforma o ruptura; sobre la mesa resuenan los nombres de Brasil, India y Sudáfrica como candidatos a integrar una eventual nueva composición de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que refleje la recomposición de la arquitectura geopolítica global, así como el fortalecimiento y representación del llamado Sur Global, reunido la semana pasada en La Habana en el marco del G77+China y que apuesta por fortalecer su articulación y acción global a través de mecanismos como los BRICS, que a su vez reclaman una nueva arquitectura financiera global en contraposición a los esquemas tradicionales del FMI y el Banco Mundial; aún tenemos más dudas y expectativas que certezas, pero lo cierto es que el mundo y las instituciones globales deben reflejar está nueva dinámica global; definir este “nuevo modelo de desarrollo” es una tarea vital, en un mundo donde se exacerban las desigualdades.
La pobreza, las migraciones y la inseguridad alimentaria también son temas urgentes para abordar en la agenda. La retirada de Rusia de la Iniciativa del Mar Negro que permitía la exportación segura de cereales ucranianos exacerba las alarmas ante un eventual agravamiento de los riesgos de pobreza extrema e inseguridad alimentaria, alimentado a su vez por una inflación persistente a nivel global y la crisis energética. Así mismo se han sentado las bases para la venidera “Cumbre del Futuro” a celebrarse el próximo año, donde se espera que los Estados miembros lleguen a un acuerdo sobre un "pacto para el futuro" orientado a la acción.
La declaración política para acelerar el desarrollo sostenible rescata la agenda 2030 y establece una acción inmediata para garantizar el estímulo a los ODS, que implica inversiones de 500 mil millones de dólares cada año. El presidente de la Asamblea General subrayó que “con una acción concertada y ambiciosa, todavía es posible que, para 2030, más de 124 millones de personas sean sacadas de la pobreza y garantizar que menos 113 millones sufran de desnutrición”.
En medio de las críticas que se han suscitado en torno a Naciones Unidas en un contexto de reforma global, cuyas preocupaciones parecen legítimas, quisiera recordar las palabras de Dag Hammarskjold, Secretario General de las Naciones Unidas 1953-1961, “Las Naciones Unidas no existen para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno.”
Dylanjpereira01@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones