La agroinversión en Venezuela
n Venezuela los principales agroinversionistas son nuestros productores de todos los tamaños. Inclusive actualmente se autofinancian ante la falta de crédito bancario de la banca comercial o estatal
En la mayoría de países del mundo, los ciudadanos no aspiran que quién sea que gobierne conozca de agricultura, pero si esperan que se asesore bien sobre ella. Comenzando por nombrar y tener un ministro del ramo probadamente competente. De no hacerlo así la ignorancia supina que es la que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse, prevalecerá en la agricultura a todo lo largo de su mandato, para mal del país. En Venezuela como resultado de la ignorancia supina agrícola de los gobiernos revolucionarios de ideología Castro-comunista que desde 1999 rigen, es que resultaron la escasez, el desabastecimiento y la carestía de alimentos, resultando el hambre entre la población hoy 95% pobre. El terror agrario por Ley de Tierras y todo tipo de abusos contra los productores propietarios de fincas, espantó rápidamente a los agroinversionistas. Y es que tal como escribió sin equivocarse Morris West (La Torre de Babel, 1967): “El dinero es criatura medrosa y los que lo poseen son muy propensos al miedo. Viven con constante temor a los recaudadores de impuesto, a los reformadores sociales, a los revolucionarios, a los políticos y a las esposas separadas.”. La producción nacional agroalimentaria se vino abajo, sin que hasta la fecha y debido a la ignorancia supina agrícola que continúa, se plantee siquiera un entorno propicio a la agroinversión privada que es lo que el país requiere para solucionar el hambre permanentemente.
Al respecto es importante conocer que la falta de un entorno adecuado hace la agroinversión privada en Venezuela cuesta arriba. De lo que se trata no es sólo de libertad económica, ausencia de controles de precio y cambiario, impuestos razonables, sino de seguridad personal y de las empresas, seguridad jurídica, respeto a la propiedad y los propietarios, políticas claras, protección contra importaciones desmedidas y fin de la agricultura de puertos. Por sobre todo una verdadera política agrícola de Estado: clara, estable, duradera en el tiempo y los distintos gobierno, que estimule la producción nacional agroalimentaria competitiva.
En Venezuela los principales agroinversionistas son nuestros productores de todos los tamaños. Inclusive actualmente se autofinancian ante la falta de crédito bancario de la banca comercial o estatal. La inversión agrícola oficial como tal es mínima, con los presupuestos despilfarrados en burocracia y clientelismo lo que debe y hay que cambiar. Por eso la infraestructura agrícola pública está en el suelo y habrá que privatizar. En cuanto a la agroinversión privada extranjera directa sigue pendiente de estimularse. Mientras es interesante conocer que en Latinoamérica y El Caribe, la FAO en 2016 estimó que la agroinversión privada representaba el 89 % del inventario de capital en el sector, manteniéndose concentradas en inversiones de capital en la fincas. “El incremento de la productividad ha sido generado por un aumento en la inversión en el sector, aproximado por el stock de capital en la agricultura, el cual estima los niveles de inversión a largo plazo en tierra, maquinaria e infraestructura.”
Siendo la agroinversión privada indispensable para asegurar niveles suficientes de la producción y productividad agrícola nacional, cualquiera sea el gobierno y gobernantes de turno, su ignorancia supina en el ramo debe acabar, con ministros y planes efectivos de Agricultura. Solo así, la confianza de los productores y los ciudadanos rescatarán.
ppinate@gmail.com
Al respecto es importante conocer que la falta de un entorno adecuado hace la agroinversión privada en Venezuela cuesta arriba. De lo que se trata no es sólo de libertad económica, ausencia de controles de precio y cambiario, impuestos razonables, sino de seguridad personal y de las empresas, seguridad jurídica, respeto a la propiedad y los propietarios, políticas claras, protección contra importaciones desmedidas y fin de la agricultura de puertos. Por sobre todo una verdadera política agrícola de Estado: clara, estable, duradera en el tiempo y los distintos gobierno, que estimule la producción nacional agroalimentaria competitiva.
En Venezuela los principales agroinversionistas son nuestros productores de todos los tamaños. Inclusive actualmente se autofinancian ante la falta de crédito bancario de la banca comercial o estatal. La inversión agrícola oficial como tal es mínima, con los presupuestos despilfarrados en burocracia y clientelismo lo que debe y hay que cambiar. Por eso la infraestructura agrícola pública está en el suelo y habrá que privatizar. En cuanto a la agroinversión privada extranjera directa sigue pendiente de estimularse. Mientras es interesante conocer que en Latinoamérica y El Caribe, la FAO en 2016 estimó que la agroinversión privada representaba el 89 % del inventario de capital en el sector, manteniéndose concentradas en inversiones de capital en la fincas. “El incremento de la productividad ha sido generado por un aumento en la inversión en el sector, aproximado por el stock de capital en la agricultura, el cual estima los niveles de inversión a largo plazo en tierra, maquinaria e infraestructura.”
Siendo la agroinversión privada indispensable para asegurar niveles suficientes de la producción y productividad agrícola nacional, cualquiera sea el gobierno y gobernantes de turno, su ignorancia supina en el ramo debe acabar, con ministros y planes efectivos de Agricultura. Solo así, la confianza de los productores y los ciudadanos rescatarán.
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