“Democratizar la democracia”
En el siglo XIX las ideas democráticas eran combatidas ferozmente por las élites establecidas y grupos dirigentes, siendo con frecuencia objetos de burla
Anthony Giddens sociólogo y autor británico, en su célebre obra “Un mundo desbocado” reflexiona entre otros temas, sobre la democracia y los procesos históricos democráticos en el mundo. En escenarios como la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, la televisión no solo llega primero, sino que plantea una puesta en escena. La televisión tuvo un papel importante en hacer que el muro se abriera al igual que, en definitiva, en las trasformaciones ocurridas en Europa del Este en 1989. La difusión de la democracia ha estado muy influida en los últimos tiempos por el avance de las comunicaciones globales. La democracia es, quizás, el principio activo más poderoso del siglo XX. Hay pocos Estados en el mundo de hoy que no se denominen a si mismo democráticos. Anthony Giddens uno de los teóricos sociales más influentes del mundo, y autor de la Tercera vía plantea la interrogante sobre ¿Qué es la democracia? La democracia, como explica Giddens es un sistema que implica competencia efectiva entre partidos políticos que buscan puestos de poder. En una democracia hay elecciones regulares y limpias, en las que toman parte todos los miembros de la población. Estos derechos de participación democrática van acompañados de libertades civiles: libertad de expresión y discusión, junto con la libertad de formar y afiliarse a grupos y asociaciones políticas. Puede haber formas distintas y niveles diferentes de democratización.
En el siglo XIX las ideas democráticas eran combatidas ferozmente por las élites establecidas y grupos dirigentes, siendo con frecuencia objetos de burla. La democracia fue el ideal inspirador de las revoluciones americanas y francesas, pero durante mucho tiempo su implantación fue limitada. Solo una minoría de la población tenía derecho a voto. La democracia en Occidente no se desarrolló totalmente hasta el siglo XX. Antes de la I Guerra Mundial las mujeres solo podían votar en cuatro países --Finlandia, Noruega Australia y Nueva Zelanda--. Además, algunos países que llegaron a ser completamente democráticos sufrieron después regresiones.
Desde mediados de los años setenta la cantidad de regímenes democráticos en el mundo se ha doblado con creces. Estos cambios comenzaron en la Europa Mediterránea, con la caída de los regímenes militares en Grecia, España y Portugal. El segundo grupo de países donde apareció la democracia, esta vez principalmente en los años ochenta, fue en América del Sur y Central. La historia continua en todos los continentes. La transición a la democracia después de 1989 en Europa del Este y en partes de la antigua Unión Soviética fue seguida en algunos países africanos. En Asia con algunos problemas y reveses, la democratización está en marcha desde comienzos de los años setenta --en países como corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Bangladesh, Tailandia y Mongolia--. India es un estado democrático desde su independencia, en 1947. Por supuesto, algunos Estados que dan el paso a la democracia no llegan a la democratización total, o dan la impresión de haberse atascado en el camino. Rusia es solo uno de los muchos ejemplos
La democracia ha vencido porque es lo mejor, pero no es un bien acabado y permamente; se enfrenta a constantes amenazas y riesgo. Se tiene que resolver la paradoja de la democracia: esta se expande por el mundo, mientras que en las democracias maduras que el resto del mundo debe --en teoría-- copiar, existe una desilusión generalizada con los procesos democráticos. Aparentemente los ciudadanos de los países democráticos están desilusionados con el régimen democrático al tiempo que este se expande por el resto del mundo, con expresiones como la abstención electoral. El poder político basado en el mando autoritario no puede apoyarse en las reservas de acotamiento o respeto tradicionales. Durante los acontecimientos ocurridos en 1989 en Europa del Este mucha gente se lanzó a la calle. Es de destacar, sin embargo, que, a diferencias de casi todas las revoluciones de la historia, hubo muy poca violencia. Lo que parecía un sistema de poder impecable --el totalitarismo comunista-- se desvaneció como si apenas hubiese existido. Poca gente pensaba que el apartheid en Sudáfrica podía desaparecer sin ninguna revuelta violenta. Pero lo hizo.
La revolución de las comunicaciones ha producido más activos y reflexivos que nunca. Son estas mismas tendencias las que, al mismo tiempo, producen desafección en las democracias maduras. La gente ha perdido, en efecto, mucha de la confianza de la que debía tener en los políticos y los procedimientos democráticos ortodoxos. No ha perdido la fe, sin embargo, en los procesos democráticos. Muchos consideran la política como un negocio corrupto en el que sus líderes se preocupan por si mismos en lugar de tener siempre presente el bien de sus ciudadanos. La gente joven ve como cuestiones más importantes las ecológicas, los derechos humanos, la política familiar, o la salud mental. Lo que se necesita en los países democráticos es una profundización de la propia democracia, “democratizar la democracia.” Se requiere una profundización de la democracia porque los viejos mecanismos del poder no funcionan en una sociedad en la que los ciudadanos viven en el mismo entorno informativo que aquellos que los gobiernan.
Democratizar la democracia significa tener medidas anticorrupción en todos los ámbitos. También implica, con frecuencia, una reforma constitucional y buscar una mayor transparencia en los asuntos políticos. Los partidos políticos tendrán que acostumbrarse a colaborar más con los movimientos sociales, como los grupos de presión ecologistas, que, en el pasado, fomentando una cultura cívica sólida. La sociedad civil es el terreno en el que han desarrollarse las actitudes democráticas, incluida la tolerancia.
Dylanjpereira01@gmail.com
En el siglo XIX las ideas democráticas eran combatidas ferozmente por las élites establecidas y grupos dirigentes, siendo con frecuencia objetos de burla. La democracia fue el ideal inspirador de las revoluciones americanas y francesas, pero durante mucho tiempo su implantación fue limitada. Solo una minoría de la población tenía derecho a voto. La democracia en Occidente no se desarrolló totalmente hasta el siglo XX. Antes de la I Guerra Mundial las mujeres solo podían votar en cuatro países --Finlandia, Noruega Australia y Nueva Zelanda--. Además, algunos países que llegaron a ser completamente democráticos sufrieron después regresiones.
Desde mediados de los años setenta la cantidad de regímenes democráticos en el mundo se ha doblado con creces. Estos cambios comenzaron en la Europa Mediterránea, con la caída de los regímenes militares en Grecia, España y Portugal. El segundo grupo de países donde apareció la democracia, esta vez principalmente en los años ochenta, fue en América del Sur y Central. La historia continua en todos los continentes. La transición a la democracia después de 1989 en Europa del Este y en partes de la antigua Unión Soviética fue seguida en algunos países africanos. En Asia con algunos problemas y reveses, la democratización está en marcha desde comienzos de los años setenta --en países como corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Bangladesh, Tailandia y Mongolia--. India es un estado democrático desde su independencia, en 1947. Por supuesto, algunos Estados que dan el paso a la democracia no llegan a la democratización total, o dan la impresión de haberse atascado en el camino. Rusia es solo uno de los muchos ejemplos
La democracia ha vencido porque es lo mejor, pero no es un bien acabado y permamente; se enfrenta a constantes amenazas y riesgo. Se tiene que resolver la paradoja de la democracia: esta se expande por el mundo, mientras que en las democracias maduras que el resto del mundo debe --en teoría-- copiar, existe una desilusión generalizada con los procesos democráticos. Aparentemente los ciudadanos de los países democráticos están desilusionados con el régimen democrático al tiempo que este se expande por el resto del mundo, con expresiones como la abstención electoral. El poder político basado en el mando autoritario no puede apoyarse en las reservas de acotamiento o respeto tradicionales. Durante los acontecimientos ocurridos en 1989 en Europa del Este mucha gente se lanzó a la calle. Es de destacar, sin embargo, que, a diferencias de casi todas las revoluciones de la historia, hubo muy poca violencia. Lo que parecía un sistema de poder impecable --el totalitarismo comunista-- se desvaneció como si apenas hubiese existido. Poca gente pensaba que el apartheid en Sudáfrica podía desaparecer sin ninguna revuelta violenta. Pero lo hizo.
La revolución de las comunicaciones ha producido más activos y reflexivos que nunca. Son estas mismas tendencias las que, al mismo tiempo, producen desafección en las democracias maduras. La gente ha perdido, en efecto, mucha de la confianza de la que debía tener en los políticos y los procedimientos democráticos ortodoxos. No ha perdido la fe, sin embargo, en los procesos democráticos. Muchos consideran la política como un negocio corrupto en el que sus líderes se preocupan por si mismos en lugar de tener siempre presente el bien de sus ciudadanos. La gente joven ve como cuestiones más importantes las ecológicas, los derechos humanos, la política familiar, o la salud mental. Lo que se necesita en los países democráticos es una profundización de la propia democracia, “democratizar la democracia.” Se requiere una profundización de la democracia porque los viejos mecanismos del poder no funcionan en una sociedad en la que los ciudadanos viven en el mismo entorno informativo que aquellos que los gobiernan.
Democratizar la democracia significa tener medidas anticorrupción en todos los ámbitos. También implica, con frecuencia, una reforma constitucional y buscar una mayor transparencia en los asuntos políticos. Los partidos políticos tendrán que acostumbrarse a colaborar más con los movimientos sociales, como los grupos de presión ecologistas, que, en el pasado, fomentando una cultura cívica sólida. La sociedad civil es el terreno en el que han desarrollarse las actitudes democráticas, incluida la tolerancia.
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