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El alfabetismo agrícola

La vida moderna ha introducido cambios en la mayoría de países, y en las sociedades que ahora son definitivamente urbanas y citadinas, la gente y especialmente los jóvenes, no conocen la ruralidad

  • PEDRO E. PIÑATE B.

01/06/2023 05:02 am

Leyendo un interesante artículo publicado en Italia el pasado abril en News.CLAL.it por el experto agrónomo Leo Bertozzi bajo el título “Imperativo saber dialogar con la generación Z”, coincidimos plenamente con su oportuno mensaje a todos quienes trabajamos en el sector agroalimentario: “Hay que replantear la forma en que se cultivan, se producen y presentan los alimentos. Es necesario comunicar a las generaciones más jóvenes, que ya no tienen un legado directo con el mundo rural, una alfabetización agrícola y promover la educación alimentaria para canalizar de forma fructífera su poder e influencia.”

Y es que educar a los jóvenes en lo que agricultura y alimentación se refiere, es de primordial importancia al presente y futuro del campo, de la producción agroalimentaria y del consumo de alimentos. Así tal como el viejo aforismo “Dime que comes y te diré quién eres”, de Jean Anthelme Brillat-Saborin, en el mundo en que vivimos cada generación es particular en su consumo alimentario, siendo este dictado por no solo por la oferta disponible y accesible de alimentos según su capacidad adquisitiva, pero por sus costumbres, valores y creencias. Esto de manera tal, que aparte de los infantes, niños y adolescentes, cuya dieta es determinada mayormente por sus padres y representantes, comen y son distintos la Generación Z (18 a 21 años), los Millennials (22 a 36 años), la Generación X (37 a 52 años), los Boomers (53 a 71 años) y los Silentes (más de 72 años).

La vida moderna ha introducido cambios en la mayoría de países, y en las sociedades que ahora son definitivamente urbanas y citadinas, la gente y especialmente los jóvenes, no conocen la ruralidad. De ello resulta el campo como un gran desconocido al punto que surgen las ideas más disparatadas y erróneas, individuales y colectivas de cómo se producen los alimentos de origen animal o vegetal. Ello distorsiona y afecta la deseable relación del productor del campo y la agroindustria de alimentos con el consumidor de la ciudad. Sobre todo cuando el extremismo alcanza a los consumidores, como en el caso de los veganos y vegetarianos que no comen carne, o cuando responsabilizan mayormente a los productores ganaderos del cambio climático porque la vacas que producen la leche eructan metano, pero no ven el humo que contamina de los carros que conducen.

Comiendo menos en casa y en familia y más fuera en la calle en solitario, los “tres golpes” o comidas diarias, ya nos son tal como eran. Ello influye en la cantidad, calidad de la dieta de cada quién, hoy día alejada de lo tradicional, multiplicando o reduciendo muchos jóvenes la frecuencia de ingesta de alimentos y bebidas. Ello explica la malnutrición paradójica de consumidores que disponen de buenos alimentos accesibles a su poder adquisitivo. Ciertamente la alfabetización agrícola de los consumidores citadinos es toda una necesidad, debiendo además promover el consumo de la producción local y nacional. De cómo hacerla sirve informarles por ejemplo, que solo las vacas dan leche, pero primero que nada deben criarse, cuidarse, alimentarse y ordeñarse millones en las fincas de todo el mundo, los 365 días del año. La leche cruda obtenida se filtra, refrigera y envía diariamente a las plantas procesadoras, que la pasteurizan o esterilizan y envasan higiénicamente, despachando a los detales para su venta al consumo, bien sea pasteurizada o esterilizada, entera o descremada, vitaminada.

ppinate@gmail.com
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