Aunque la palabra “mentoría” no está en el Diccionario de la RAE, su uso es cada vez más frecuente para expresar una relación prolongada, en la cual una persona con mayor experiencia y sabiduría, denominada mentor, transmite con su modelaje y palabra, una forma de ser y hacer a otra persona, generalmente más joven y con menos experiencia, quien desea y busca un desarrollo personal. Su uso tiene raíces milenarias en el poema épico de Homero, la Odisea, ya que se inspiró en un anciano y sabio capitán de mar llamado Mentor, cuya apariencia la toma Atenea, la Diosa de la sabiduría, la estrategia y la justicia, para guiar al joven Telémaco, hijo de Ulises, quien había quedado bajo el cuidado de Mentor, como su guía y consejero, mientras su padre estaba luchando en la guerra de Troya.

La relación entre mentor y discípulo, generalmente inicia con una visión jerárquica, pero progresivamente el mentor se va transformando en un verdadero maestro, quien “no es aquel que nos enseña, sino quien logra moldearnos, quien sabe pasarnos un poco de su yo y aquel a quien nos vamos a sentir siempre ligados por una influencia que ha de ser mutua”, según palabras del médico neumólogo José Ignacio Baldó, quien dejó una huella indeleble en la salud pública venezolana, ante la Academia Nacional de Medicina en Caracas el 20 de diciembre de 1936 en su discurso sobre la enfermedad tuberculosa como problema social.

Cuando un discípulo percibe la necesidad de continuar la formación recibida y transmitirla a personas de menor experiencia y sabiduría, se transforma en mentor de segunda generación y comienza un nuevo proceso que cuando se mantiene en el tiempo en forma sucesiva con otras generaciones, constituye un legado que puede perdurar por siglos, si las generaciones sucesivas se nutren de las raíces del pasado y entregan sus frutos a las generaciones del futuro. Sobre este tema el Dr. Argimiro Bracamonte, distinguido médico, humanista y político larense, en discurso pronunciado en Barquisimeto en el Concejo Municipal el 19 de abril de 1980, destacó lo siguiente: “No es en vano ejercicio o desvarío, que tenemos de analizar la historia y escrutar los hechos del ayer. La historia es maestra de los hombres y es torpe proceder y triste empeño, aquel que estamos incurriendo desde que descuidamos tal materia y en nuestros programas escolares la amputamos con fútiles pretextos, pero acaso con la intención recóndita de desdibujar en las conciencias la imagen de un pasado que nos guía, nos compromete y nos obliga en la firme defensa de nuestras tradiciones y en el cultivo y el culto de los valores nacionales”. El legado transmitido con una secuencia temporal de mentores, contribuye a la preservación y aprendizaje de la historia.

La mentoría puede ser individual o grupal, entre personas de nivel y edades similares o diferentes, formal o informal y espontanea o asignada. El mentor debe ser modelo de palabra y acción, acompañar al discípulo y dedicarle el tiempo necesario según su disponibilidad, darle apoyo y soporte, ser motivador, inspirarle confianza al discípulo, promover el desarrollo personal, plantearle retos para estimular su crecimiento, transmitirle principios y valores fundamentales, debe aprovechar los hechos cotidianos como fuente de enseñanza y finalmente reforzar la búsqueda del propósito de vida de su discípulo, ya que esto le permitirá establecer metas que se cristalicen en acciones medibles y evaluables con sentido de autocrítica y visión de futuro. La simultaneidad de gerentes de varias generaciones es una oportunidad para ejercer mentoría con legados que se adapten al momento actual.

Bartolomé Finizola Celli
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