Es importante que toda persona le preste atención a la forma cómo se expresan las emociones, pensamientos y sentimientos por medio de la palabra, pero en especial cuando el radio de influencia es mayor, ya que la repercusión de lo que dice o no dice, la forma y el momento del lenguaje utilizado, así como también la oportunidad de guardar silencio cuando se requiera, son condiciones claves para permitir que se logre una comunicación adecuada, lo cual es fundamental y determinante en el éxito o fracaso de un gerente.

Hace más de tres milenios, el Rey Salomón en el Libro de Proverbios del Antiguo Testamento de la Biblia, le dedicó 7% de los versículos al beneficio o daño que puede producir la palabra, la boca o la lengua; esta última con un peso de solo 60 a 70 gramos, en comparación con el peso de todo el cuerpo de una mujer u hombre, el cual puede oscilar entre 60 y 70 Kg, o sea que es aproximadamente 0,1% y a pesar de lo pequeña que es en comparación con el resto del cuerpo, el Rey Salomón le dedica proporcionalmente, mucha más atención que a otros órganos del cuerpo humano. Otras culturas milenarias trasmiten con máximas, proverbios o refranes la misma enseñanza, por ejemplo un viejo proverbio chino dice que “Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: LA PALABRA PRONUNCIADA, la flecha disparada y la oportunidad perdida”; un proverbio árabe dice “No abras los labios, a menos que estés seguro que lo que vas a decir es más hermoso que guardar silencio”.

Algunas de las enseñanzas del Libro de Proverbios en relación a la palabra y al silencio son: “quien ahorra sus palabras, tiene sabiduría; aun el necio cuando calla es contado por sabio y quien cierra los labios es entendido”. El mensaje que se transmite en las citas de este libro, es que es tan importante lo que se dice, como lo que no se dice, o sea no solo es fundamental saber hablar, sino que también es necesario saber callar. Otras citas salomónicas son “Nunca respondas al necio conforme a su necedad, para que no seas tú también como él, responde al necio como merece su necedad”.

Un poco más de un milenio después del Rey Salomón en el Nuevo Testamento, el Libro de Santiago menciona lo siguiente “La sabiduría se muestra cuando se habla. Somos responsables de los resultados destructivos de nuestras palabras”.

El valor de compromiso de la palabra, se puede observar también en la paremiología, en la evolución de algunas frases proverbiales que dieron origen a refranes, por ejemplo “cosa prometida es medio debida”, con una versión más larga que dice “cosa prometida es medio debida y debida enteramente si quien promete no miente”. En una forma resumida llega hasta nuestros días el refrán “lo prometido es deuda”. La lección es la necesaria coherencia entre el verbo y la acción, ya que de lo contrario la palabra pierde peso, aunque se diga con “fioritura” no logra convencer y en el caso de la gerencia, la persona pierde credibilidad en la organización.

La Biblia del Diario Vivir, en base al contenido de los versículos del Libro de Proverbios, clasifica la lengua en cuatro tipos: Controlada, cuando se piensa antes de hablar, se sabe guardar silencio y se dan consejos sabios; Alentadora, cuando se habla sobre la base de la verdad y pretende dar aliento; Conspiradora, cuando se basa en la mentira, murmuración, calumnias y perversidad y la Descuidada, cuando se miente y se destruye. Los dos primeros tipos de lengua deben imitarse y los dos últimos, deben evitarse. El Dr. Francisco Finizola Celli escribió lo siguiente: “Cuando digas algo, que sea verdad, que no perjudique a nadie y que beneficie a alguien”.



Bartolome Finizola Celli



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