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Appadurai y la modernidad desbordada

Los líderes populistas actuales coinciden en su mayoría en rasgos como, xenófobos, patriarcales y autoritarios. Sus seguidores pueden compartir algunas de estas tendencias...

  • DYLAN J. PEREIRA

18/03/2023 05:00 am

Arjun Appadurai es un antropólogo indio conocido por sus trabajos sobre modernidad y globalización, autor de obras como La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Según este autor, la relación entre líderes y seguidores en el nuevo populismo que nos rodea ha cambiado. Appadurai identifica en tendencias de la esfera política como el carisma, la propaganda, la ideología y otros factores, una fuerte conexión entre los líderes y los seguidores. Hoy, los líderes y los seguidores, por supuesto, se conectan, pero esta conexión se basa en una coincidencia parcial y accidental entre la ambición, la visión y las estrategias de los líderes y los temores, las heridas y la ira de sus seguidores.

Los líderes populistas actuales coinciden en su mayoría en rasgos como, xenófobos, patriarcales y autoritarios. Sus seguidores pueden compartir algunas de estas tendencias, pero también están temerosos, enojados y resentidos por lo que sus sociedades han hecho por ellos y para ellos. Lo cierto es que, la conexión de los líderes y seguidores en el nuevo populismo es un tanto independiente uno respecto de otros. Comparten estilos, características y ambiciones, pero con recelos, y reservas. Esto se ve reflejado en las elecciones de presidentes como Modi en India o los tiempos de Trump en EEUU. Por supuesto, existe un grado de superposición o compatibilidad entre lo que estos líderes condenan o prometen y lo que sus seguidores creen o temen. Pero la superposición es parcial, y los seguidores populares, que han permitido a Modi, Putin, Erdogan y Trump, así como a May, Orbán y Duda, lograr y retener el poder, tienen sus propios mundos de creencias, afectos y motivación

Appadurai explica que los nuevos populistas autoritarios tienen en común: el reconocimiento de que ninguno de ellos puede realmente controlar sus economías internacionales, que son rehenes de inversionistas extranjeros, acuerdos globales, finanzas transnacionales, trabajo móvil y capital en general. Todos prometen la purificación cultural nacional como una ruta al poder político global; buscan traducir el poder blando en poder duro. Y ninguno de ellos tiene reservas acerca de reprimir a las minorías y los disidentes, reprimir la libertad de expresión o usar la ley para estrangular a sus oponentes.

Transcurre en un momento donde estamos en una era en la que la soberanía nacional está en crisis. Esto se refleja en fenómenos como el hecho que ningún Estado-nación moderno controla lo que podría llamarse su economía nacional y prácticamente todos los Estados nacionales modernos dependen de sofisticados armamentos de un pequeño número de países ricos. La soberanía económica, como base de la soberanía nacional, a la que hoy Europa y Estados Unidos intentan retroceder fue siempre un principio dudoso. 

Este giro se apoya en la cultura como el sitio de la soberanía nacional y aparece en muchas formas. En este contexto muchos movimientos populistas aspirantes a realizar la soberanía nacional, dando un giro hacia el mayoritarismo cultural, el etno-nacionalismo y el sofocamiento de la disidencia interna intelectual y cultural. Este fenómeno se expresa en resultados como la Rusia de Putin, y su lema de Estado “Rusia no es Europa”, la Turquía de Erdogan y una aparente perdida del laicismo, multiculturalidad de la República fundada por Ataturk, o el Estados Unidos bajo la administración de un Trump, anti-emigración y proteccionista.  
Sin embargo, en esta crisis de la soberanía nacional, vinculada principalmente a la falta de control en el ámbito económico, es interesante traer a colación las reflexiones que hace Giddens al respecto, en su obra “Un Mundo Desbocado”; como allí lo plantea Giddens, el concepto de soberanía nacional ha variado indudablemente, con ejemplos como la Unión Europea, donde sus Estados miembros han cedido parte de su soberanía a instituciones comunitarias, o cosas nunca previstas, como la desestabilización de regiones económicas con tan solo una transferencia electrónica. 

Con este telón de fondo, pareciera que las elecciones de hoy, se han convertido en una especie de voto para 'salir' de las formas de vida tradicionales.  Se puede observar que todos los líderes populares han prosperado en este tipo de asociación -de rechazo- con la democracia y han desarrollado sus carreras en este sentido; podemos retomar a Stalin, Hitler, Perón y muchos otros líderes de la primera mitad del siglo 20 que explotaron los fracasos de las democracias de sus países en esos tiempos y lugares. 

Esta suerte de “hartazgo democrático” se identifica en procesos como la extensión de Internet y las redes sociales a sectores crecientes de la población y la disponibilidad de movilización basada en la web, la propaganda, la creación de identidad y búsqueda de semejantes, que han creado la ilusión peligrosa de que todos podemos encontrar compañeros, aliados, amigos, colaboradores, conversos y colegas, quienesquiera que somos y queremos, en cualquier parte del mundo como incluso han hecho grupos terroristas en el ciberespacio.  El segundo es el hecho de que cada estado-nación ha perdido terreno en sus esfuerzos por mantener cualquier apariencia de soberanía económica.  El tercer factor es que la malversación mundial de los derechos como una “ideología de propaganda” aunque muchas veces la realidad sea muy lejana. Juntos, estos tres factores han profundizado la intolerancia global para el debido proceso -los marcos de la ley-, la racionalidad deliberativa y la paciencia política que los sistemas democráticos siempre requieren.

Cuando agregamos a estos factores, la profundización mundial de la desigualdad económica, la erosión global del bienestar social y la penetración planetaria de industrias financieras que prosperan y circulan la idea de que todos estamos en riesgo de un desastre financiero, unido esto la impaciencia con las lentas temporalidades de las democracias, todo esto se ve agravado por un clima constante de pánico económico, como el que estamos presenciando en las últimas semanas ante la incertidumbre por la inestabilidad financiera internacional.

Dylanjpereira01@gmail.com 
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