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Los tres mejores restaurantes de Margarita en el 2022

En Margarita se come divino, precisamente por el ají dulce margariteño cuyo sabor es único en el mundo, como siempre anota el buen amigo y gran conocedor Fernando Escorcia

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

16/01/2023 05:04 am

En días pasados estuvimos de nuevo en la isla de Margarita y la encontramos, desde el punto de vista gastronómico, mejor que nunca. Han abierto tantos nuevos restaurantes, que cuesta seguirles el ritmo. En Margarita se come divino, precisamente por el ají dulce margariteño cuyo sabor es único en el mundo, como siempre anota el buen amigo y gran conocedor Fernando Escorcia.

Desde lo más sencillo de la cocina, como unas buenas empanadas de La Empanadería de La Asunción, o las arepas de los Hermanos Moya en la vía hacia Playa El Agua, o el mejor pastel de chucho en La Casa de Rubén de Porlamar, Margarita está llena de buenos lugares donde consentir el paladar. Sin embargo, hoy vamos a mencionar solamente a los restaurantes exquisitos. Esos establecimientos a los cuales le otorgaríamos tres estrellas, si fuéramos inspectores de la célebre Guía Michelin. Ya anteriormente hemos mencionado algunos, pero como todo cambia y a veces los chefs se mudan de un lado a otro, hemos actualizado la lista de los tres mejores restaurantes de la isla.

Comenzaremos con Esther González y su hija Aisha, quienes en su casona colonial de Pedro González, reciben hasta las 5 de la tarde a los comensales para tratarlos como si fueran sus familiares más queridos. Ir a la Casa de Esther es lo mismo que ir al cielo de la gastronomía margariteña. Hay que prepararse para recibir un torrente de sabores sorpresivos, emocionantes y deliciosos, fruto de la infinita creatividad culinaria de estas encantadoras mujeres margariteñas. Al cruzar el zaguán de entrada, y caminar bajo sus altísimos techos de caña amarga y tejas, se escucha la inconfundible voz de Esther, anunciando su alegría por recibirnos. Como entradas, nos trajeron un plato de cazón en crema de jojoto gratinado, y además sus famosos mixtos de ajíes dulces margariteños rellenos con cazón guisado, y queso guayanés. Extraordinarios. Luego vino el tartare de botuto con vinagreta de erizos. Fabuloso. Ese viene picado chiquitito, y lo ponen caliente abajo, de modo que no triture con los dientes para que no se agoten, nos dice Esther. Encima trae una vinagreta de erizo juangrieguero. También nos trajeron unos chipirones que estaban espectaculares. Nuestra anfitriona nos explicó que esos chipirones llevan muchísimo trabajo para limpiarlos. Como plato principal, nos ofrecieron filete de pescado en crema de ají dulce margariteño, o a la mostaza de Dijon. Ese último viene con una costra de casabe con vino blanco, aceite de oliva, y finas hierbas. Nunca pudimos decidir cuál estaba mejor. El postre fue un chocolate blanco con parchita y confitura de ají. Divino. La conversación con Esther es siempre infinita y agradable, porque transmite ese maravilloso orgullo margariteño por el trabajo, por los buenos sentimientos, y por un futuro mejor.

Seguimos con Casa Mejillón, en el pueblo de La Guardia. Allí Pilar Cabrera, chef del año 2021 por la Academia Venezolana de la Gastronomía, construye el menú al gusto de sus comensales. Pilar prepara lo que su inextinguible creatividad le dicta, dependiendo de los ingredientes frescos del día. A nosotros nos trajo unas cangrejitas “soft shell guardiera” celestiales. Se dejaban comer solitas. Luego, nos ofreció unos calamares rellenos con pastel de chucho que estaban del más allá. Siguió con una cazuela de mejillones espectaculares, que venían con un toque de queso azul y papitas fritas. Las conchas tenían un color verde intenso. Después, trajo un salpicón de mariscos con botuto rebanado muy fino, acompañado de tostones. Eso estaba delicioso. Probamos también el carpaccio de atún aleta amarilla, con un pesto de alófitas y de merey, aceitunas calamata negras deshidratadas, huevo hervido, y cebolla morada, que resultó inolvidable. El otro carpaccio fue de avalones con salsa ponzu cítrica de naranja limón, vegetales marinos deshidratados, ciboulette, y mousse de erizos. Ese fue como para repetir mil veces. La admiración que sentimos por Pilar, quien se esfuerza al límite con su pasión por cocinar, nos hace querer volver a este templo de la gastronomía siempre.

Terminamos la lista del olimpo gastronómico margariteño con el restaurante Amaranto en Pampatar. Ese es un restaurante que pudiera estar en cualquier capital del mundo, y brillaría siempre por su cocina extraordinaria. Bernardo Rodríguez, su chef, es un creativo fuera de serie. El ceviche con cotufas acarameladas de ají dulce margariteño es fabuloso. Los “bao”, que son unos panes chinos al vapor, con atún y cerdo, parecen de otro mundo. Son pintados con tinta de calamar. Las costillitas de cochino sin hueso son para repetir mil veces, y el postre preferido es una “mousse” de chocolate con lluvia de café, cacao, pimienta y un toque de limón. Con una decoración espectacular, una atención sobresaliente y una cocina fuera de serie, ir a Amaranto es una experiencia que tienen que vivir. Vale cada centavo que uno paga en él. Oswaldo Páez, uno de los socios que siempre está presente, es un arquitecto muy culto y con un gusto increíble, que se ocupa de cada detalle para que su restaurante sea maravilloso.

alvaromont@gmail.com

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