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Perspectivas globales del 2023

La transición energética y digital se torna imperativa pero es costosa y demorada. La cumbre del clima COP27, celebrada en Egipto en noviembre, no sirvió para consolidar los compromisos mundiales de actuación

  • DYLAN J. PEREIRA

31/12/2022 05:00 am

'Permacrisis', un término que describe 'un período prolongado de inestabilidad e inseguridad', ha sido seleccionada como la palabra del año 2022. La crisis global sistemática en la que se adentraba el mundo en marzo de 2020 con la declaración oficial de la pandemia por Covid-19 por parte de la OMS se ha aunado en los años subsiguientes a desafíos globales de gran envergadura como la crisis e inestabilidad financiera, el colapso en las cadenas globales de distribución, una presión inflacionaria galopante, el recrudecimiento de la polarización política que se refleja en los resultados electorales extremadamente ajustados y el choque violento entre facciones políticas, la irrupción de la Guerra en Ucrania, el crack en el mercado energético global, y el realineamiento de los esquemas y paradigmas en la arquitectura de seguridad regional y global.

El Nuevo Orden Geopolítico estará marcado por una profundización de la carrera armamentística, política, económica, comercial y social, fundamentalmente entre China y Estados Unidos, que significa un retorno matizado y en fases a la bipolaridad de la Guerra Fría; llamamos “matizado y en fases” ya que no nos encontramos en un tablero geopolítico global plano y bidireccional, sino curvado y multidireccional, motivado por la afanada búsqueda de potencias emergentes por hacerse con un rol protagónico en la escena global; nos referimos a la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, la India de Naenra Modi, el Israel de Netanyahu, el Brasil de Lula, o Arabia Saudita, entre otros.

Este escenario daría paso a la transpolación de grandes bloques geopolíticos, reconfiguración de aliados y metas, reingenería geoestratégica que darían paso a nuevos paradigmas. Algunos actores notables de esta “remodelación global” serán América Latina y África, no sólo por su preponderancia en términos energéticos, y de resevorio de materias primas así como de ecosistemas, sino por representar enclaves geopolíticos que Moscú, Bruselas, Washington y Bejing intenterán influenciar a través de nuevas inversiones, nuevas rutas comerciales, acercamientos diplomáticos e incidencia social en aras del desarrollo subregional. Las reciente gira del ministro de exterirores ruso Serguéi Lavrov a África, la reciente Cumbre de Líderes en Washignton EEUU-África con más de 40 líderes africanos, son muestras indefectibles de este fenómeno.

En el 2023 los BRICS (Brasil, India, Rusia, China y Sudáfrica), tenderán a cobrar fuerza y peso geoestratégico y geoeconómica; en su próxima cumbre en Sudáfrica prevén abordar una posible ampliación del grupo a nuevos miembros, entee los que destacan Arabia Saudita, Irán, Argentina o Argelia reforzando su presencia Sur Global, y reimpulsando, paralelamente la cooperación Sur-Sur en la que Venezuela tiene ventajas estratégicas que debe emplear en su política exteriror.

La situación en el Golfo podría mesurarse tras el éxito de los Acuerdos de Abraham que ha permitido la normalización de las relaciones entre Israel y el Mundo Árabe donde pudiera plantearse, como siguiente paso, la adscripción de Riad, que fortalecería el eje sunita frente al chiísmo en el Medio Oriente.

La tensa situación energética y el repunte en los precios han dejado sentir su peso sobre las previsiones económicas del 2023. El último trimestre del 2022 estuvo marcado por la desaceleración de la economía y todo apunta a que continuará en los próximos meses; las principales economías del mundo han acometido importantes subidas de los tipos de interés como manera de contener la inflación galopante que superó el 10% en la Zona Euro y en EEUU con su efecto colateral en las finanzas globales.

Sin embargo, es propicio preguntarnos si buscar desesperadamente enfriar la economía para reducir los precios a través de una política monetaria brusca como la impulsada por el BCE o la FED no podría desencadenar una recesión que con el tiempo implique una destrucción sistemática de empleo; en este escenario el manejo de la política fiscal será concluyente.

Europa ha tenido que enfrentarse a una verdad incómoda: su posición internacional es muy vulnerable a actores extranjeros reportándose en consecuencia altos niveles de incertidumbre. La invasión de Rusia a Ucrania iniciada el 24 de febrero del 2022, tiende a tornarse un factor crónico.

La indisposición de negociaciones de paz entre Kiev y Moscú, la erosión y fracaso de los espacios existentes –los acuerdos de Minsk y la intermediación de la OSCE– han colocado de manifiesto una intensificación de la fragilidad de la seguridad internacional. El resultado a priori ha sido la fortificación de la OTAN, que meses antes se daba por obsoleta, donde sigue pendiente la adhesión plena de Suecia y Finlandia, así como las maniobras desesperadas de la Comisión Europea por encontrar en sus socios nórdicos, y el norte de África nuevas fuentes fiables de gas y petróleo.

La transición energética y digital se torna imperativa pero es costosa y demorada. La cumbre del clima COP27, celebrada en Egipto en noviembre, no sirvió para consolidar los compromisos mundiales de actuación. Dicho esto, el acuerdo sobre un fondo de "pérdidas y daños" para ayudar a los países en desarrollo debería aliviar un desafío clave para realizar los cambios necesarios para alcanzar los objetivos establecidos en París en 2015.

En nuestra región, para el 1 de enero de 2023, cuando Lula preste juramento, las seis economías latinoamericanas más grandes y con mayor integración financiera (Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y Perú, en ese orden), que en conjunto representan casi 80% del PIB regional, estarán lideradas por gobiernos de izquierda. Esto representa un cambio radical en la actitud desde y hacia Caracas, que además tiene mucho que aportar en materia energética.

Algunos analistas señalan una “marea rosa” de inclinación socialdemócrata, que conforman México, Brasil, Argentina, Colombia, Honduras y Chile, frente a posturas más tajantes encabezados por Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia

Desde una perspectiva macro, el crecimiento de América Latina en 2022 sorprendió al alza, creciendo un 6,6% a pesar de una inflación elevada y bancos centrales en modo de ajuste durante la mayor parte del año según J.P. Morgan, sin embargo, este crecimiento tenderá a la desaceleración en concordancia a los patrones globales y amenzando especialmente a países como México en caso de una recesión en EEUU.

En nuestro país, de proseguir con éxito las negociaciones políticas en México, y apostamos porque así sea, el entorno nacional e internacional de Venezuela se reconfigura significativamente, dando paso al necesario consenso en torno a temas cruciales para el desarrollo político, económico y social de nuestro país.

Dylanjpereira01@gmail.com

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