En tiempos de la Revolución Francesa, la Declaración de Derechos de 1789 como la Constitución de 1791 aprobados por la Asamblea Constituyente, fueron de facto suprimidos por el gobierno revolucionario. Una veintena de Comités de la Convención, liderados por el de Seguridad General y el más temible de Seguridad Pública, detentaban el Poder Ejecutivo sin separación de poderes. No más elecciones ni garantías de los derechos individuales, tampoco periódicos independientes. Desde la ejecución del rey Luis XVI el 21 de enero de 1793, el aumento de precios, la escasez de alimentos y la presión del populacho parisino ganada su revuelta y el triunfo de Montañeses y Jacobinos sobre los Girondinos, llevan para agosto y septiembre a la imposición de las leyes del Máximo nacional o control de precios del grano y el Máximo general de la economía toda controlada. El control de precios es coercitivo y se ejerce con el Terror. Los precios de alimentos y bienes de primera necesidad son fijados no más de un tercio del valor de 1790 o sea tres años antes, mientras los salarios se fijan sobre 50% de 1790. Las ganancias se limitan a 5% el mayor y a 10% el detal. Los impuestos no fallan. Aparte de satisfacer a sus huestes, el gobierno revolucionario es el principal favorecido pagando menos por los bienes y la mano de obra. Los trabajadores denuncian el techo impuesto a sus salarios y los productores, procesadores y comerciantes se quejan de no poder cubrir los mayores costos y la inflación. En diciembre 1794, el fin del Terror es el del Máximo y los controles de la economía, disparándose la inflación contenida, como bumerán que se devuelve a quién lo lanza.

Doscientos veinte y ocho años después, similar decadencia se observa aquí en Venezuela, repitiéndose crasos errores como si nada malo hubieran causado. Pareciera no haber sido suficientes, el hambre y las penurias de la población causadas por las escaseces de alimentos y de todo tipo de bienes controlados, como la inflación y especulación derivadas.

Por eso no sorprende el seguimiento anunciado de los rubros básicos, o vuelta del Estado controlador a todo el que produce y abastece el país. Esto mediante un Comité de título rimbombante, que mejor llamaremos Comité del hambre, pues es lo que siempre resulta de los controles de la economía.

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