La quema de Judas
Venezuela es, en esencia, de una riqueza cultural sin igual. Además de un ejercicio de nacionalismo, conocer su amplia cultura es celebrar, bailar y ser feliz
Un rasgo característico de la población en Venezuela es su apego a las creencias religiosas y la práctica extendida de sus devociones.
Culturalmente es un marca que define una parte importante de la personalidad de este pueblo creyente, aunque no es definitivo ni se manifiesta con los mismos ídolos, santos, dioses, prácticas ni religiones. Sin ser absoluta parece ser una conducta histórica.
Del ardiente Zuhé y la pálida Chía nació Caribay, la primera mujer según creencias de los Mirripuye, pueblo indígena ubicado en la zona andina. El sol y la luna procrearon así al primer ser vivo en esta región.
Los Waraos adoraban a Kuai-mare, creador de los espíritus buenos y malos. El pueblo Tamanaco, por su parte, tenía como dios a Amalivaca, quien creó al mundo, los seres vivos, el viento y al río Orinoco. Para los Yekuana, Wannadi era el dios de la luz y la vida, poderes otorgados por su padre el sol.
Estás eran las creencias de los aborígenes de esta tierra antes de la llegada de los colonizadores españoles, quienes además de arrebatar las riquezas de los criollos malograron su cultura e instauraron a sangre y fuego creencias y santos como formas de apropiación y control.
De la colonización y transculturizacion quedaron las fiestas religiosas que hasta hoy son celebradas con gran devoción, claro está, matizadas con celebraciones, alegrías, licores, bailes y rituales propios o con una mezcla intercultural.
Gran número de las festividades populares en Venezuela, cómo en los países latinoamericanos, tienen vinculación con el hecho religioso. Del carnaval, cómo tiempo de máscaras y disfraces que simulan la fiesta pagana de adoración al becerro de oro, hasta la cuaresma que conmemora la semana santa, cuentan todos con elementos que no son en origen propio pero que se matizan con la alegría, el colorido y las congregaciones que sí son elementos enraizados de nuestras etnias.
Los Velorios de Cruz celebran la tradición ritual para agradecer las bondades de la siembra. Con variaciones geográficas en sus canciones van desde la fulia de la costa central, pasan por los tonos de velorios de los llanos y deslumbran con la creatividad de los galerones en el oriente del país. Esta fiesta representa la fe y la alegría distintiva de nuestra gente.
El Corpus Christi es un ritual mágico religioso que reafirma el poder de las fuerzas sagradas de la divinidad sobre las del mal. Su mayor representación son los Diablos Danzantes quienes terminan, luego de la danza, rendidos ante el santísimo. Parte del reconocimiento universal de nuestra cultura por la Unesco, se celebra icónicamente en la población de Yare en el estado Miranda, aunque su celebración está presente también en Chuao, Cuyagua, Naiguatá, Ocumare, Turiamo, Cata y Canoabo.
Los santos patronos son reflejo del fervor, la fe y la creencia popular amenizada con la alegría y la unión para celebrar que son muy propias de Venezuela.
El baile del Tamunangue que agradecía las buenas cosechas sirve de marco para la celebración de San Antonio cada 13 de junio en Lara, Portuguesa y Yaracuy principalmente. Una fiesta que agradece, danza y edulcora con licor el tributo al santo.
Diferente a los instrumentos de cuerda del Tamunangue, en San Juan la sonoridad de los tambores alegra y conmemora en las costas de La Guaira, Aragua, Miranda y Carabobo. Cada 24 de junio la fiesta religiosa se mezcla con los aportes de África que sincretizan cultura, ritmo y agitación.
San Benito es el santo negro que se celebra con rítmicos golpes de tambor llamados Chimbangles y mucho licor. Esta celebración mantiene también el culto religioso nutrido con el baile festivo y popular. Zulia, Mérida y Trujillo son los lugares de máxima expresión.
San Pedro es otra celebración religiosa que conjuga bailes rituales y fiestas. Lo teatral se manifiesta en las indumentarias y a lo largo de la celebración que comienza en vísperas del 29 de junio.
San José se celebra el 19 de marzo y es el día del carpintero en honor al padre de Jesús. En Venezuela es la fiesta criolla más importante del país y fija la atención en la población de Elorza en el estado Apure.
En Venezuela las festividades religiosas sin perder su solemnidad también permiten la celebración popular incluidas música, bailes y licores. Es muestra del sincretismo cultural y religioso del resumir a indígenas criollos, negros africanos y conquistadores europeos. Así se conjuga lo sagrado y lo pagano en nuestra cultura.
Desde el nacimiento de Jesús hasta su pasión y muerte, la conmemoración y celebración tienen sus toques distintivos presentes en ritos y fiestas, cómo si todo fuese una estructura cultural desde siempre, aunque sea un atajo histórico de imposición y dominación aderezado de vacaciones, licor, comidas, descanso y diversión.
Así es la Quema de Judas, de un hecho tan resaltante de la historia religiosa la representación popular lo convirtió en ventana para retratar a quien le ofende, traiciona, descalifica e incumple a la vez que celebra una fiesta que le hace feliz mientras nutre su esencia cultural. Así se castiga al que traicionó a Jesús al calor de la música y la creatividad popular.
Venezuela es, en esencia, de una riqueza cultural sin igual. Además de un ejercicio de nacionalismo, conocer su amplia cultura es celebrar, bailar y ser feliz.
Aprende, crea y emprende.
Comunicador Social UCV
@leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
Culturalmente es un marca que define una parte importante de la personalidad de este pueblo creyente, aunque no es definitivo ni se manifiesta con los mismos ídolos, santos, dioses, prácticas ni religiones. Sin ser absoluta parece ser una conducta histórica.
Del ardiente Zuhé y la pálida Chía nació Caribay, la primera mujer según creencias de los Mirripuye, pueblo indígena ubicado en la zona andina. El sol y la luna procrearon así al primer ser vivo en esta región.
Los Waraos adoraban a Kuai-mare, creador de los espíritus buenos y malos. El pueblo Tamanaco, por su parte, tenía como dios a Amalivaca, quien creó al mundo, los seres vivos, el viento y al río Orinoco. Para los Yekuana, Wannadi era el dios de la luz y la vida, poderes otorgados por su padre el sol.
Estás eran las creencias de los aborígenes de esta tierra antes de la llegada de los colonizadores españoles, quienes además de arrebatar las riquezas de los criollos malograron su cultura e instauraron a sangre y fuego creencias y santos como formas de apropiación y control.
De la colonización y transculturizacion quedaron las fiestas religiosas que hasta hoy son celebradas con gran devoción, claro está, matizadas con celebraciones, alegrías, licores, bailes y rituales propios o con una mezcla intercultural.
Gran número de las festividades populares en Venezuela, cómo en los países latinoamericanos, tienen vinculación con el hecho religioso. Del carnaval, cómo tiempo de máscaras y disfraces que simulan la fiesta pagana de adoración al becerro de oro, hasta la cuaresma que conmemora la semana santa, cuentan todos con elementos que no son en origen propio pero que se matizan con la alegría, el colorido y las congregaciones que sí son elementos enraizados de nuestras etnias.
Los Velorios de Cruz celebran la tradición ritual para agradecer las bondades de la siembra. Con variaciones geográficas en sus canciones van desde la fulia de la costa central, pasan por los tonos de velorios de los llanos y deslumbran con la creatividad de los galerones en el oriente del país. Esta fiesta representa la fe y la alegría distintiva de nuestra gente.
El Corpus Christi es un ritual mágico religioso que reafirma el poder de las fuerzas sagradas de la divinidad sobre las del mal. Su mayor representación son los Diablos Danzantes quienes terminan, luego de la danza, rendidos ante el santísimo. Parte del reconocimiento universal de nuestra cultura por la Unesco, se celebra icónicamente en la población de Yare en el estado Miranda, aunque su celebración está presente también en Chuao, Cuyagua, Naiguatá, Ocumare, Turiamo, Cata y Canoabo.
Los santos patronos son reflejo del fervor, la fe y la creencia popular amenizada con la alegría y la unión para celebrar que son muy propias de Venezuela.
El baile del Tamunangue que agradecía las buenas cosechas sirve de marco para la celebración de San Antonio cada 13 de junio en Lara, Portuguesa y Yaracuy principalmente. Una fiesta que agradece, danza y edulcora con licor el tributo al santo.
Diferente a los instrumentos de cuerda del Tamunangue, en San Juan la sonoridad de los tambores alegra y conmemora en las costas de La Guaira, Aragua, Miranda y Carabobo. Cada 24 de junio la fiesta religiosa se mezcla con los aportes de África que sincretizan cultura, ritmo y agitación.
San Benito es el santo negro que se celebra con rítmicos golpes de tambor llamados Chimbangles y mucho licor. Esta celebración mantiene también el culto religioso nutrido con el baile festivo y popular. Zulia, Mérida y Trujillo son los lugares de máxima expresión.
San Pedro es otra celebración religiosa que conjuga bailes rituales y fiestas. Lo teatral se manifiesta en las indumentarias y a lo largo de la celebración que comienza en vísperas del 29 de junio.
San José se celebra el 19 de marzo y es el día del carpintero en honor al padre de Jesús. En Venezuela es la fiesta criolla más importante del país y fija la atención en la población de Elorza en el estado Apure.
En Venezuela las festividades religiosas sin perder su solemnidad también permiten la celebración popular incluidas música, bailes y licores. Es muestra del sincretismo cultural y religioso del resumir a indígenas criollos, negros africanos y conquistadores europeos. Así se conjuga lo sagrado y lo pagano en nuestra cultura.
Desde el nacimiento de Jesús hasta su pasión y muerte, la conmemoración y celebración tienen sus toques distintivos presentes en ritos y fiestas, cómo si todo fuese una estructura cultural desde siempre, aunque sea un atajo histórico de imposición y dominación aderezado de vacaciones, licor, comidas, descanso y diversión.
Así es la Quema de Judas, de un hecho tan resaltante de la historia religiosa la representación popular lo convirtió en ventana para retratar a quien le ofende, traiciona, descalifica e incumple a la vez que celebra una fiesta que le hace feliz mientras nutre su esencia cultural. Así se castiga al que traicionó a Jesús al calor de la música y la creatividad popular.
Venezuela es, en esencia, de una riqueza cultural sin igual. Además de un ejercicio de nacionalismo, conocer su amplia cultura es celebrar, bailar y ser feliz.
Aprende, crea y emprende.
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