La Universidad que anhelo
Nuestra actitud como profesores del más alto nivel educativo, tendrá que ser otra: más empática y proactiva, más creativa y productiva, más humana y en correspondencia con un planeta herido
A pesar de mí mismo, de mi reconocido escepticismo, de la tristeza que muchas veces me embarga, de la soledad al ver partir a mis compatriotas y seres queridos al extranjero; a pesar de que tengo la certeza que de continuar la aberrante cohabitación política, nada cambiará, no me quiero dejar vencer por el peor de los enemigos que es la desesperanza. No obstante, quiero ser honesto y no manipularlos con la palabra “esperanza”, en este orden les digo que hagan lo que sus corazones y su intuición les dicten, quedarse o irse, nada los coaccionará, pero sepan que en algún momento todo esto pasará, que la Universidad venezolana se levantará, renacerá de sus cenizas, y para entonces ya habremos aprendido la ingente lección de cuidar la democracia porque, como hemos visto, es muy frágil y presa segura de falsos líderes.
Mientras tanto, y como lo recomendó el gran escritor argentino Ernesto Sábato en uno de sus últimos libros, resistamos hasta donde podamos, sin bajar la guardia, sin dejar de ser exigentes a pesar de que nada esté en su lugar, de que todo esté trastocado y destruido, de que por doquier solo veamos decrepitud y escuchemos el atronador ruido del silencio. A pesar de nosotros mismos y de nuestros errores, que han sido muchos, y tenemos que reconocerlos, una nueva universidad merodea y está a la vuelta de la esquina, muy distinta a la que trajinamos, a la que durante largo tiempo vivimos, porque ya no es posible mantener este modelo, no es funcional, ni le sirve al esperpéntico país que se abre ante nuestra incrédula y estupefacta mirada de académicos.
Todo cambió a pasos acelerados, el país en el que nacimos ya no existe, y mal podemos empeñarnos en mantener un criterio de Universidad que se ha quedado desfasado en un rincón de la historia no tan reciente, con sus reconocidas bondades, muchas, transijo, pero también con sus grandes desviaciones y garrafales errores. Somos otros en definitiva, y esto tenemos que entenderlo y asimilarlo, porque de lo contrario haremos siempre lo mismo y obtendremos así los mismos resultados, y más temprano vendrán la frustración y la amargura.
La Universidad tendrá por la fuerza de las circunstancias nacionales y planetarias, qué cambiar y redimensionarse, porque ya no es posible continuar con los mismos lineamientos y argumentos del pasado. La vetusta Universidad napoleónica sobre la que se erigió la universidad venezolana, tendrá que dar paso a una institución versátil, que tenga como norte fundamental la producción de saberes y su impacto en el mundo, y la profesionalización, como hoy la entendemos, ya no será la égida ni el centro del proceso universitario como lo ha sido hasta hoy. Obviamente, vendrán otras carreras y desaparecerán muchas de las que conocemos, y esto sucederá aunque nos duela, y a pesar de la creencia de que “nuestro campo profesional” es el centro del universo.
Nuestra actitud como profesores del más alto nivel educativo, tendrá que ser otra: más empática y proactiva, más creativa y productiva, más humana y en correspondencia con un planeta herido, que pierde a ritmo trepidante su capacidad de regenerarse. Seremos, eso sí, articuladores de herramientas tecnológicas, facilitadores de procesos cognitivos, activadores del pensamiento libre, guías expeditos y certeros en los empinados caminos del saber compartido, pero nunca más, óiganme esto, nunca más dueños de supuestos feudos, que tanta falacia e injusticia han generado en el subsistema universitario de Venezuela y de buena parte de América Latina. Seremos además factores propiciadores de cambios, contra la modorra y la desidia, azuzadores de la duda metódica, que nos lleve desde la investigación y la experiencia hacia nuevos e insospechados derroteros filosóficos y fácticos.
En mis treinta y cuatro años como profesor universitario he visto muchas cosas y he sido testigo de tantos hechos inauditos en el interior de la universidad, que muchas veces pensé seriamente en retirarme en silencio, porque más podía mi desazón que la pasión universitaria. Afortunadamente no lo hice, porque comprendí a tiempo que yo, desde mi pequeño espectro de acción, desde mi acotado espacio, podía intentar revertir la realidad. Y eso es lo que me ha mantenido con fuerza para no claudicar. Empero, actuar e ir en contra del establishment trajo a mi vida serios problemas, enconados enemigos, insultos, apodos, infamias y hasta que me cayeran a golpes en pleno campus universitario. No obstante, en muchos momentos imperó la razón, y las cosas marcharon; en otros, se impuso el acomodo y se estropeó todo. Aprendí, entonces, que la vida universitaria, como la vida misma, es la puesta en escena del llamado “ensayo y error”, y así marchamos a pesar de los ingentes retrocesos.
También he visto en todos estos años a una universidad pujante, de elevada calidad; una universidad que ha traído consigo progreso, crecimiento e innovación. Una universidad que ha impactado en positivo a la ciudad, a la región, al país y a América Latina. Y con esa Universidad me quedo, y aspiro que los cambios que tendrán que darse, conserven todos esos nichos de excelencia que nos han dado orgullo y sentido universitario, y cuyo sello e impronta de alguna manera nos corresponde a quienes hemos entregado, con disciplina y pasión, los mejores años de nuestras vidas para que fueran una realidad.
rigilo99@hotmail.com
*Fragmento de mi discurso leído el Día del Profesor Universitario (12/21)
Mientras tanto, y como lo recomendó el gran escritor argentino Ernesto Sábato en uno de sus últimos libros, resistamos hasta donde podamos, sin bajar la guardia, sin dejar de ser exigentes a pesar de que nada esté en su lugar, de que todo esté trastocado y destruido, de que por doquier solo veamos decrepitud y escuchemos el atronador ruido del silencio. A pesar de nosotros mismos y de nuestros errores, que han sido muchos, y tenemos que reconocerlos, una nueva universidad merodea y está a la vuelta de la esquina, muy distinta a la que trajinamos, a la que durante largo tiempo vivimos, porque ya no es posible mantener este modelo, no es funcional, ni le sirve al esperpéntico país que se abre ante nuestra incrédula y estupefacta mirada de académicos.
Todo cambió a pasos acelerados, el país en el que nacimos ya no existe, y mal podemos empeñarnos en mantener un criterio de Universidad que se ha quedado desfasado en un rincón de la historia no tan reciente, con sus reconocidas bondades, muchas, transijo, pero también con sus grandes desviaciones y garrafales errores. Somos otros en definitiva, y esto tenemos que entenderlo y asimilarlo, porque de lo contrario haremos siempre lo mismo y obtendremos así los mismos resultados, y más temprano vendrán la frustración y la amargura.
La Universidad tendrá por la fuerza de las circunstancias nacionales y planetarias, qué cambiar y redimensionarse, porque ya no es posible continuar con los mismos lineamientos y argumentos del pasado. La vetusta Universidad napoleónica sobre la que se erigió la universidad venezolana, tendrá que dar paso a una institución versátil, que tenga como norte fundamental la producción de saberes y su impacto en el mundo, y la profesionalización, como hoy la entendemos, ya no será la égida ni el centro del proceso universitario como lo ha sido hasta hoy. Obviamente, vendrán otras carreras y desaparecerán muchas de las que conocemos, y esto sucederá aunque nos duela, y a pesar de la creencia de que “nuestro campo profesional” es el centro del universo.
Nuestra actitud como profesores del más alto nivel educativo, tendrá que ser otra: más empática y proactiva, más creativa y productiva, más humana y en correspondencia con un planeta herido, que pierde a ritmo trepidante su capacidad de regenerarse. Seremos, eso sí, articuladores de herramientas tecnológicas, facilitadores de procesos cognitivos, activadores del pensamiento libre, guías expeditos y certeros en los empinados caminos del saber compartido, pero nunca más, óiganme esto, nunca más dueños de supuestos feudos, que tanta falacia e injusticia han generado en el subsistema universitario de Venezuela y de buena parte de América Latina. Seremos además factores propiciadores de cambios, contra la modorra y la desidia, azuzadores de la duda metódica, que nos lleve desde la investigación y la experiencia hacia nuevos e insospechados derroteros filosóficos y fácticos.
En mis treinta y cuatro años como profesor universitario he visto muchas cosas y he sido testigo de tantos hechos inauditos en el interior de la universidad, que muchas veces pensé seriamente en retirarme en silencio, porque más podía mi desazón que la pasión universitaria. Afortunadamente no lo hice, porque comprendí a tiempo que yo, desde mi pequeño espectro de acción, desde mi acotado espacio, podía intentar revertir la realidad. Y eso es lo que me ha mantenido con fuerza para no claudicar. Empero, actuar e ir en contra del establishment trajo a mi vida serios problemas, enconados enemigos, insultos, apodos, infamias y hasta que me cayeran a golpes en pleno campus universitario. No obstante, en muchos momentos imperó la razón, y las cosas marcharon; en otros, se impuso el acomodo y se estropeó todo. Aprendí, entonces, que la vida universitaria, como la vida misma, es la puesta en escena del llamado “ensayo y error”, y así marchamos a pesar de los ingentes retrocesos.
También he visto en todos estos años a una universidad pujante, de elevada calidad; una universidad que ha traído consigo progreso, crecimiento e innovación. Una universidad que ha impactado en positivo a la ciudad, a la región, al país y a América Latina. Y con esa Universidad me quedo, y aspiro que los cambios que tendrán que darse, conserven todos esos nichos de excelencia que nos han dado orgullo y sentido universitario, y cuyo sello e impronta de alguna manera nos corresponde a quienes hemos entregado, con disciplina y pasión, los mejores años de nuestras vidas para que fueran una realidad.
rigilo99@hotmail.com
*Fragmento de mi discurso leído el Día del Profesor Universitario (12/21)
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