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El proceso creativo

Si de veras tenemos a la creación literaria como un camino de realización personal, que bien vale la pena nuestro esfuerzo, es fundamental articular todo aquello que nos conduzca a la consecución de las metas, y no truncarlas jamás...

  • RICARDO GIL OTAIZA

13/02/2022 05:03 am

Recuerdo que hace ya muchos años escuché al gran cantautor venezolano Franco de Vita (a quien admiro) afirmar en una entrevista, que sus temas brotan una vez que se encuentra sentado frente al piano. Recuerdo también que mi esposa estaba a mi lado, y le expresé que a mí me sucede lo mismo: cuando estoy frente a la página en blanco de la laptop es cuando llegan a mi mente ideas que se transforman luego en artículos y en ensayos.

Claro, a veces acontece que un tema está dando vueltas en mi cabeza varios días antes, y hasta he llegado a redactar el artículo en mi mente mientras conduzco, y luego en la casa lo plasmo casi idéntico a como lo pensé. A veces sin percatarme siquiera me llega a la cabeza una expresión o un tema, y corro a anotarlo en la agenda para que no se me olvide, y cuando me siento a escribir apelo por lo anotado y lo desarrollo sin mayores traumas.
 
Ya que hablo de traumas, no puedo afirmar como muchos escritores lo hacen, que yo sufra del denominado síndrome de la página en blanco. Jamás, y no miento, me he sentado frente a la pantalla y el artículo no ha brotado. No siento angustia alguna por bloqueos mentales o por falta de ideas, y en ese sentido mi proceso creativo se aleja de la media. Ahora bien, una cuestión es escribir artículos para la gran prensa y ensayos de determinada extensión, o prólogos, discursos y ponencias, y otra muy distinta es plantearse la escritura de cuentos, de novela o de poesía. En ellos el proceso creativo tiene para mí otra dinámica.
 
Veamos
La narrativa es un camino complejo en la creación literaria. La chispa que enciende la escritura de una historia, muchas veces se macera en el inconsciente del autor, y cuando menos lo piensa pugna por materializarse y lo lleva de la mano frente a la página, y es así como emerge, brota y se entrega como lo hace el agua de una fuente subterránea. Hay cuentos y novelas de mi autoría que se cocinaron desde mi más tierna infancia (y también en la adolescencia), y esas voces interiores a veces se dejaban oír en mi cabeza y jamás me abandonaron hasta que las convertí en historias y en personajes.
 
Ahora bien, es importante prestarles atención a esas voces y no sublimarlas en aras de la cotidianidad, que nos sumerge con inquina en sus procelosas aguas. Si de veras tenemos a la creación literaria como un camino de realización personal, que bien vale la pena nuestro esfuerzo, es fundamental articular todo aquello que nos conduzca a la consecución de las metas, y no truncarlas jamás.

Me acaban de publicar un libro titulado Cuentos selectos (Laboratorios Valmor CA, 2021), y una de las piezas es el relato El chico que leía a Borges Poemas de amor. Si bien ese relato que tanto ha gustado lo escribí a comienzos de este siglo (en el 2008), su génesis es mi infancia, en la casa de mis padres, cuando escuchaba a mi padre cantar machaconamente el tango Por una cabeza de Carlos Gardel. Años después (en 1991) mi esposa me obsequió el día de los enamorados las Obras Completas de Jorge Luis Borges, y me hice borgeano por amor. En 1993 llegó a América Latina la película Perfume de mujer (Esencia de mujer), interpretada magistralmente por Al Pacino, cuyo personaje, un viejo coronel del ejército norteamericano, ciego, cascarrabias y suicida, me marcó profundamente hasta el extremo de pensar en escribir una historia con un personaje similar. Los tres hechos citados, distanciados en el tiempo, se conjugaron en una suerte de amalgama perfecta, y nació este relato, cuya escritura disfruté enormemente, y también la disfrutan los lectores.

Mi novela Una línea indecisa (Monte Ávila Editores Latinoamericana y la ULA) fue publicada en 1999, pero su nacimiento fue en mi época del bachillerato. Para no repetir la anécdota, ya contada aquí, solo diré que memoricé, por exigencias académicas, el poema Vuelta a la Patria de Juan Antonio Pérez-Bonalde. Muerto de miedo lo recité frente a la clase y cuando me percaté el profesor de Literatura lloraba conmovido hacia un lado. Esto me marcó, así como también la vida del personaje. Tengo predilección por los personajes trágicos, y Pérez-Bonalde es en sí mismo la materialización de la desventura.
 
Recuerdo que el imberbe que yo era para entonces se juró a sí mismo, mirándose en el espejo, y mientras memorizaba con gran angustia el extenso poema, escribir acerca de la vida de su autor. Pasaron muchos años y siendo profesor universitario me di a la tarea de concretar aquel sueño lejano, y nació este libro, estudiado tanto en Venezuela como en España, y que tantas satisfacciones me ha dado a lo largo de los años.

Me calificarán de loco, pero en noviembre de 1999, cuando el libro fue presentado por Alexis Márquez Rodríguez en las Terrazas del Teatro Teresa Carreño, aproveché la ocasión para visitar al poeta en el Panteón Nacional. Sobre la pequeña baldosa que tiene su fecha de nacimiento y de muerte, me paré, y dije en voz alta: “Poeta, aquí está el libro, promesa cumplida”. Me agaché y deposité un ejemplar de la obra.

La poesía, ¡ay la poesía! Su proceso creativo es íntimo, impredecible, nada lo puede apresurar. Sencillamente llega el momento en el que comienzan a emerger los poemas y lleno de gozo los plasmas en la página en blanco. Pero llega también el momento en el que ese fluir cesa, se interrumpe, y comprendes que nada más hay por decir. El círculo se ha completado.
 
rigilo99@gmail.com 
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