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Mi primera novela del año

Los invertebrados (cuyo título no sabemos de dónde sale, ya que nada hay en el texto que se corresponda) es un libro impredecible, que pretende mostrarse al comienzo como una novela negra....

  • RICARDO GIL OTAIZA

16/01/2022 05:00 am

Termino de leer mi primer libro de 2022, se trata de la novela Los invertebrados (Drácena, 2021), del autor español Gastón Segura. Debo confesar que me costó mucho tomarle el pulso a la novela, porque está narrada con un estilo sinuoso, zigzagueante, elusivo, que entra en mil vericuetos y subtramas para contarnos la historia (o las historias); más o menos a la usanza de finales de siglo XIX y primeras décadas del XX, lo que exige de los lectores una brutal atención para no perdernos en sus meandros.

No obstante, la trama es muy contemporánea, ya que los hechos se dan pocos días antes del denominado 15-M (primavera de 2011), que protagonizaron los jóvenes en distintas ciudades españolas, como protesta contra los partidos del establishment, siempre con sus jugarretas y cartas bajo la manga, y que derivó de un suceso mayor que el mundo conoció como el movimiento de “los indignados”, que trajo consigo serios acontecimientos y quiebres de orden político en muchas partes de Europa y de América. Ahora bien, el 15-M es mera excusa (si acaso un referente) en la trama, ya que su personaje central, Moisés Marmelo (Moisesín), termina uniéndose a una chica con quien tuvo amores tiempo atrás, y que forma parte de esos grupos que se apostan en sitios neurálgicos de varias capitales, para desde allí gritar a todo pulmón su descontento con el statu quo.

La historia es narrada por una voz omnisciente, es decir, que conoce todo acerca de los personajes y de lo narrado, intercalada con los diálogos, que buscan contextualizarnos y romper con la unidimensionalidad. Quiero hacer énfasis en el lenguaje y en el estilo autoral (la sinuosidad citada líneas arriba, que muchas veces luce cantinflesca y ridícula), que a mi modo de ver son medulares en este libro, ya que rompen con la linealidad al echar mano de una jerga y de unos modos ya en desuso: localismos y españolismos, e incluso neologismos y arcaísmos, que nos obligan constantemente (a quienes no somos españoles) a detenernos y a buscar su significado, para lo cual el autor nos echa una mano con pie de páginas a modo de glosarios de términos, que a todas luces resultan inauditos en una novela contemporánea.
 
En este sentido, el autor se las juega, ya que todo ello complejiza la narración, hace que muchas veces nos perdamos del “hilo”, para luego avanzar a tientas. Considero que en este sentido hubiese sido mejor y más fácil para el autor narrar al modo de la novela contemporánea, pero todo es deliberado, ya que esta novela resulta “especial” precisamente por dichos elementos, que la sacan de contexto y que buscan elevarla a categorías muy apetecidas en el pasado, y que hoy nos asombran.
 
Los invertebrados (cuyo título no sabemos de dónde sale, ya que nada hay en el texto que se corresponda) es un libro impredecible, que pretende mostrarse al comienzo como una novela negra, ya que el protagonista, interesado por saber qué pasa con la empresa en donde trabajaba (CMW), que por arte de magia desaparece del mapa (y a la que regresa luego de haber sido dado de alta de un hospital), comete el asesinato de un hombre que lo secuestra cuando lo halla dentro del local en donde aquella funcionaba. En este afán por despistarnos, el autor nos hace creer en la posibilidad de que Moisesín cometa otros crímenes, desesperado por el acoso al que es sometido desde unos hilos extraños (el poder político local), que lo empujan a actuar siempre a la defensiva y a buscar alianzas.
 
Es tanta la tensión y el suspenso creados en la trama, que por momentos nos hallamos en un verdadero thriller, en donde los personajes arman estrategias de persecución y las ponen en práctica. Por un lado, la mafia política quiere eliminar a Moisesín, mientras que nuestro personaje trama lo propio para hallar a su viejo jefe, “el Marce”, por ser pieza clave en todo este barullo. A veces nos sentimos inmersos en una trama propia de la picaresca, ya que si bien se nos muestra a Moisés como a un tipo acomplejado y apocado por su no muy agraciada figura, de pronto se erige en un ser con grandes apetitos sexuales, en una suerte de pícaro que busca saciar su lascivia, y se transforma así en un chulo, que logra ser mantenido por sus amantes gracias a estar muy bien dotado y a su insaciable pulsión erótica.

A lo largo de la trama hay un pretendido humor, que termina por convertirse en patetismo en su más profundo sentido lingüístico y ontológico, para buscar la simpatía del lector. A veces se da el salto a un patetismo trágico, ya que Moisesín en medio de sus inconsistencias y torpezas termina involucrando a sus amigos y examantes, y ellos se ven sometidos así a grandes peligros. El caso de don Rufino, su mejor apoyo en todo este enredo, es antológico, ya que sin pretenderlo se convierte en el mentor de Moisés: por su inteligencia echa a volar sus cualidades detectivescas para ayudar al amigo, y termina siendo secuestrado por los malos y sometido a vejámenes que lo obligan a delatar a su protegido.

A la final la novela no es negra, ni es thriller, ni es picaresca, ni es comedia; ni siquiera es un drama. Todo se desinfla ante nuestros ojos. Diría que es una suerte de híbrido de laboratorio: un artefacto orquestado como un globo de ensayo que no dejará indiferentes a los lectores.

rigilo99@gmail.com
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