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La caída de Bizancio

Lamentablemente, en el año 2020 Ayasofya fue de nuevo transformada en mezquita. Fue 1.000 años catedral cristiana, 600 años mezquita musulmana, y 85 años museo interreligioso....

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

03/01/2022 05:04 am

El extraordinario autor austríaco Stefan Zweig nos regaló una mirada clara, agradable, diferente y sobre todo esclarecedora de los hechos que llevaron a la captura de la vieja Constantinopla por parte de las fuerzas otomanas del sultán Mohamed II. Sus reflexiones están recogidas en la obra titulada “Momentos estelares de la humanidad”, que fue publicada en 1927.

Zweig comenta que corría el año 1453 cuando el ejército turco inunda la llanura alrededor de la Constantinopla, para llegar al pie de sus inexpugnables murallas. Pese a que la ciudad era un bastión simbólico de la cristiandad, “ninguna flota estuvo dispuesta a prestar socorro. Venecia, el Papa, todos se han olvidado de Bizancio, todos, ocupados en una pequeña política de campanario, descuidan su honor y el juramento prestado”. Seguramente influyó en que la iglesia griega detestaba a la romana, y que su patriarca se negaba a acatar la supremacía del Papa.

Mohamed II, el conquistador turco, sitió a la ciudad por 50 días con un ejército de 100.000 hombres y además, el 22 de abril de ese año, construyó un camino para empujar sus barcos por tierra, de manera de burlar las cadenas de defensas marinas que daban entrada al Cuerno de Oro. Sus barcos se posicionaron en un nuevo frente. La noche anterior al asalto, el sultán le promete a sus tropas tres días de saqueos y pillajes ilimitados. Para los soldados turcos esa oferta les resulta irresistible. Todas las riquezas que encierran esas murallas terminarán en manos de los combatientes: “mobiliario y bienes, joyas y objetos de valor, monedas y tesoros, hombres, mujeres y niños, pertenecerán a los victoriosos soldados, pues él renuncia a cualquier participación en el botín”. Mohamed II solo quiere la gloria de haber capturado a Bizancio. El ataque final se efectuó el 29 de mayo de 1453. Los cañones gigantes de los turcos –los más potentes construidos hasta entonces- bombardeaban sin cesar las inexpugnables murallas exteriores de Constantinopla.

Pero lo peor fue que, como ocurre muchas veces en la historia de la humanidad, un evento casi fortuito que parece poco importante mueve la balanza definitivamente, para cambiar dramáticamente el curso de los acontecimientos. Ocurre algo inverosímil: “Por una de las muchas brechas abiertas en la muralla exterior se han colado unos pocos turcos. No se aventuran contra la muralla interior, pero mientras deambulan curioseando entre la primera y segunda muralla de la ciudad, descubren que por un descuido una de las puertas de la muralla interior, la llamada Kerkaporta, se ha quedado abierta”. Eso significó que toda una tropa entró al corazón de la ciudad “como cualquier domingo apacible y sin encontrar ninguna resistencia”. Así pudieron sorprender y atacar por la espalda a los defensores de la muralla exterior. “Un pequeñísimo azar, Kerkaporta, la puerta olvidada, ha decidido la historia del mundo” anota Stefan Zweig.

En Europa se habían olvidado de defender el bastión. Estaban enredados en sus pequeñeces, entre sus pleitos domésticos, en vez de vislumbrar el destino de la humanidad. “Para Génova era más importante hacer retroceder a Venecia, y para Venecia a su vez a Génova”. Si se hubieran unido para defender a Bizancio con la ayuda de las tropas papales, la ciudad jamás hubiera caído.

Haciendo a un lado el hecho militar, la caída del último enclave del Imperio Romano fuera de Europa para quedar en manos del sultán Mohamed II significó el fin del Imperio Romano de Oriente, que había durado más de mil años luego de la caída del Imperio Romano de Occidente. También implicó el final del cristianismo como religión preponderante en esas tierras, y sobre todo de una manera de ver la existencia humana absolutamente diferente. Los turcos cambiaron el nombre a la ciudad y la bautizaron Estambul, como la llamaban desde hace tiempo, y fue capital del gran Imperio Otomano durante 623 años. La catedral de Santa Sofía se transformó en la mezquita de Ayasofya. Los campanarios fueron sustituidos por minaretes y los rezos en griego o latín fueron sustituidos por oraciones islámicas.

A la caída del Imperio Otomano después de la Primera Guerra Mundial, en 1922, se fundó la moderna República de Turquía. Mustafá Kemal Ataturk fue elegido su primer presidente e inició un período de reformas muy importantes, que delinearon el rumbo del país hasta nuestros días. Laicismo y modernización fue su norte. Bajo su guía, Ayasofya no continuó siendo una mezquita, pero tampoco una catedral. La convirtió en un museo que significaba la unión entre los pueblos y las religiones.

Lamentablemente, en el año 2020 Ayasofya fue de nuevo transformada en mezquita. Fue 1.000 años catedral cristiana, 600 años mezquita musulmana, y 85 años museo interreligioso. Como consecuencia de las diferencias con Grecia y con los países de la OTAN, el símbolo de la secularidad más relevante de Turquía dejó de existir debido a la decisión de un liderazgo político actual, que contradice lo que propugnó el padre de la república Kamal Ataturk.

alvaromont@gmail.com
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