Espacio publicitario

Solos en los bares de noche

El tratamiento dado por Montesinos no es complaciente con el personaje; todo lo contrario: lo mece entre quedarse en Dublín macerándose en whisky y rumiando con horror su pasado y su presente o retornar a la casa paterna y saldar las cuentas pendientes...

  • RICARDO GIL OTAIZA

30/12/2021 05:02 am

Traigo esta vez la reseña de una buena novela que termino de disfrutar, se titula: Solos en los bares de noche, del autor Toni Montesinos (Barcelona, 1972), editada por la casa madrileña Drácena (2021). Es un libro breve, pero denso, que narra con una prosa medida, milimétricamente pensada y articulada, el infierno al que podemos caer cuando se pierde para siempre la esperanza. Diego es lanzado muy pronto al vacío existencial, a la más absoluta soledad e ingrimitud, gracias a las intemperancias y a la violencia de su padre, quedando desde entonces marcado y prisionero de la oscuridad. Sin más: el personaje yace en un verdadero infierno interior. Todo lo que había sido su mundo hasta entonces (su infancia y su juventud), se rompe de manera abrupta y para siempre, y es entonces cuando el joven busca consuelo en la bebida y en la errancia, en la dispersión y en la ruina personal.

Diego se marcha a Dublín, intentando recomponer los jirones de una vida perdida en medio de la nada, y en esa ciudad se hace de un círculo de amigos y de contertulios, que en un pub de moda se emborrachan y comparten experiencias y extravagancias. En realidad, todos son seres rotos, a los que les importa poco pasar largas horas bebiendo y terminar en la calle en la madrugada, deambulando aquí y allá hasta que los sorprenda el amanecer.
 
No obstante, a pesar del entumecimiento de los sentidos producto del alcohol, Diego no pierde jamás el “control” de su realidad, y llegan a su mente los recuerdos de su anterior vida en Barcelona. Somos testigos, entonces, del dolor que lo embarga, de la soledad que lo atenaza, de las ansias de venganza que poco a poco se apoderan de su razón, y que como una llama ardiente va creciendo para hacer impostergable su reencuentro con el pasado.
 
En el ínterin, y en una suerte de narración a dos voces, que es manejada de forma magistral por el autor, una mujer que trabaja en un bar de Barcelona y que fuera un viejo amor de Diego, nos cuenta la historia, nos da pistas para la comprensión de su realidad, y lentamente se va tejiendo una interesante urdimbre de hechos y de circunstancias, que empujan a nuestro personaje a retornar a su ciudad mucho antes de lo que había pensado.
 
A todas estas, el hecho que marca la historia y que a lo largo de las páginas de la novela se nos muestra con pretendida fijación, es un telegrama que recibe Diego, cuyo contenido no conocemos, pero queda sobreentendido que se trata de una amenaza de parte de alguien importante de su vida, que además lo conmina a reencontrarse con su viejo entorno familiar y a saldar las cuentas pendientes. Por la reacción del personaje, sabemos que el contenido de ese papel es clave en la resolución del nudo de la trama, y a partir de entonces comienza la cuenta regresiva de la historia, que llevará a Diego a volver a Barcelona y así remover todo el dolor acumulado y cerrar los cabos sueltos de su vida.
 
Acierta Montesinos con el tono intimista de la novela, porque le permite profundizar en la psicología del personaje, conocer su pensamiento, hacernos sentir a los lectores con precisión la náusea de una vida prometedora, que de pronto ha sido empujada por un despeñadero. Sufrimos la tragedia de Diego, su ambivalencia y su desazón, así como también lo acompañamos en ese divagar sin norte por la calles de Dublín y de Barcelona, pateando sus fantasmas, macerando sus disquisiciones y dudas, maldiciendo su suerte.
 
Si bien la novela tiene un argumento si se quiere simple, ajeno a la complejidad de una trama en la que se avisten otras vidas y otros derroteros (sus cruces y sus crueles antagonismos), el planteamiento central de Solos en los bares de noche nos toca con certera sutileza y cercanía, porque es la soledad y la desventura partes de nuestro mundo interior, viejas compañeras de camino, puntos de inflexión de muchas existencias hoy y siempre. En otras palabras, lo que se trata en este texto novelesco es sustantivo a la naturaleza humana, es el germen de muchas relaciones y de millones de vidas truncadas a lo largo de la historia universal.
 
El tratamiento dado por Montesinos no es complaciente con el personaje; todo lo contrario: lo mece entre quedarse en Dublín macerándose en whisky y rumiando con horror su pasado y su presente, o retornar a la casa paterna y saldar de una vez por todas las cuentas pendientes, y deshacer los fantasmas que lo atormentan.
 
Difícil decisión, sin duda, de allí la tensión creada a todo lo largo de la novela, y sentiremos en lo más profundo de nuestro ser la repulsión final, el vacío en el estómago, el presagio de lo peor; la llegada de la tragedia. Y de nuevo seremos testigos de lo que piensa Diego, narrado por su ex amante, y esta vez nuestro personaje dará el inminente salto de la introspección a la acción, transformada en venganza. Aunque el desenlace no es predecible, lo veíamos venir, se intuía, lo olfateábamos, solo que dejamos que fuera el propio autor quien nos lo confirmara con su prosa siempre precisa y casi perfecta.
 
El texto es un viaje a los orígenes, a la esencia, que nos deja con la ganas de continuar leyendo, a pesar de la dureza del personaje y de lo contado. O precisamente por ello.
 
rigilo99@gmail.com
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario