El Cerro Grande de Leoncio Barrios
Barrios considera que Cerro Grande es el pago de una deuda que tenía consigo mismo y con algunos de los que le rodearon: la de escribir parte de la historia de su familia...
En 1952 comenzó a construirse en Caracas un superbloque de 14 pisos que comprendía 144 apartamentos, así como servicios comerciales, educativos y deportivos en el exterior: Cerro Grande. En ese edificio, concebido para familias de clase media y signado por la influencia de la Unidad de Marsella de Le Corbusier, transcurrió parte de la infancia de Leoncio Barrios, psicólogo social e investigador de la Universidad Central de Venezuela en el área de la comunicación.
Cerro Grande, el libro, publicado por Alliteration en Miami, es un compendio de 50 relatos cortos en los que se retrata el modo de vivir de una época y la transición de la ciudad hacia la modernidad, entre 1955 y 1965.
En la presentación madrileña de la obra, que tuvo lugar en la librería Los Pequeños Seres el pasado 25 de noviembre, el autor ponderaba cómo había sido testigo, desde Cerro Grande, de la afluencia de distintas migraciones: la de quienes llegaban espoleados por la riqueza vinculada al boom petrolero desde las zonas rurales del país, y la de quienes arribaban desde otros países en tiempos de la post-guerra, en particular portugueses, españoles e italianos. Convivían, junto a los artículos del supermercado, la leche recién ordeñada y los huevos frescos traídos desde las zonas que circundaban el edificio, en las que campeaban gallinas y cabras. La construcción de la autopista incidiría de forma decisiva en la transformación de la vida capitalina, que se desenvolvía en el marco de una dictadura militar de talante marcadamente desarrollista, mientras las reinas de carnaval constituían el precedente del Miss Venezuela y la televisión se transformaba en promesa de ascenso social. La Billo’s Caracas Boys suplía el fondo musical de los acontecimientos.
“Buscando un tema pensé en mi familia y nuestra experiencia en Cerro Grande –explica Leoncio Barrios-. Fueron diez años que nos marcaron como familia y como individuos, a papá, a mamá, a mis dos hermanos, a mi hermana y, por supuesto, a mí. Cerro Grande fue un twist, un gran giro en nuestras vidas y en la de mucha gente que vivió allí en esa época. Nada mejor que adentrarnos en esas almas, desde el edificio”. Una idea que fluye en consonancia con la profesión del autor: “En el momento de decidir los estudios universitarios, me debatí entre letras y psicología. La primera era mi pasión, la segunda, mi interés. Opté por la segunda, porque me permitiría adentrarme en el alma de la gente para luego verter lo visto en mi narrativa”, explica.
Barrios considera que Cerro Grande es el pago de una deuda que tenía consigo mismo y con algunos de los que le rodearon: la de escribir parte de la historia de su familia: “No porque fuese una familia extraordinaria (todas las familias lo son) –acota--, sino porque me brindaba la oportunidad de describir una época y al mismo tiempo rendirle tributo a mis ascendientes”. El cuento era la forma más frecuente de comunicación en la casa: “La abuela, la madre, tíos y tías echaban cuentos todo el tiempo. Eso lo heredé”, afirma. Cerro Grande es el primer resultado de la promesa que hizo a su madre y a quienes le pedían que escribiera todas las cosas que acostumbraba narrar.
La brillante intervención de Guillermo Barrios, hermano del escritor, puso en luz la relevancia de Cerro Grande como hito arquitectónico a nivel internacional en su día, y retrotrajo las ideas expuestas por José Balza en el prólogo del que terminó siendo un libro de relatos entrelazados por las vivencias en un edificio, sin ser autobiográfico, y que constituye la crónica de la ciudad en un tiempo.
linda.dambrosiom@gmail.com
Cerro Grande, el libro, publicado por Alliteration en Miami, es un compendio de 50 relatos cortos en los que se retrata el modo de vivir de una época y la transición de la ciudad hacia la modernidad, entre 1955 y 1965.
En la presentación madrileña de la obra, que tuvo lugar en la librería Los Pequeños Seres el pasado 25 de noviembre, el autor ponderaba cómo había sido testigo, desde Cerro Grande, de la afluencia de distintas migraciones: la de quienes llegaban espoleados por la riqueza vinculada al boom petrolero desde las zonas rurales del país, y la de quienes arribaban desde otros países en tiempos de la post-guerra, en particular portugueses, españoles e italianos. Convivían, junto a los artículos del supermercado, la leche recién ordeñada y los huevos frescos traídos desde las zonas que circundaban el edificio, en las que campeaban gallinas y cabras. La construcción de la autopista incidiría de forma decisiva en la transformación de la vida capitalina, que se desenvolvía en el marco de una dictadura militar de talante marcadamente desarrollista, mientras las reinas de carnaval constituían el precedente del Miss Venezuela y la televisión se transformaba en promesa de ascenso social. La Billo’s Caracas Boys suplía el fondo musical de los acontecimientos.
“Buscando un tema pensé en mi familia y nuestra experiencia en Cerro Grande –explica Leoncio Barrios-. Fueron diez años que nos marcaron como familia y como individuos, a papá, a mamá, a mis dos hermanos, a mi hermana y, por supuesto, a mí. Cerro Grande fue un twist, un gran giro en nuestras vidas y en la de mucha gente que vivió allí en esa época. Nada mejor que adentrarnos en esas almas, desde el edificio”. Una idea que fluye en consonancia con la profesión del autor: “En el momento de decidir los estudios universitarios, me debatí entre letras y psicología. La primera era mi pasión, la segunda, mi interés. Opté por la segunda, porque me permitiría adentrarme en el alma de la gente para luego verter lo visto en mi narrativa”, explica.
Barrios considera que Cerro Grande es el pago de una deuda que tenía consigo mismo y con algunos de los que le rodearon: la de escribir parte de la historia de su familia: “No porque fuese una familia extraordinaria (todas las familias lo son) –acota--, sino porque me brindaba la oportunidad de describir una época y al mismo tiempo rendirle tributo a mis ascendientes”. El cuento era la forma más frecuente de comunicación en la casa: “La abuela, la madre, tíos y tías echaban cuentos todo el tiempo. Eso lo heredé”, afirma. Cerro Grande es el primer resultado de la promesa que hizo a su madre y a quienes le pedían que escribiera todas las cosas que acostumbraba narrar.
La brillante intervención de Guillermo Barrios, hermano del escritor, puso en luz la relevancia de Cerro Grande como hito arquitectónico a nivel internacional en su día, y retrotrajo las ideas expuestas por José Balza en el prólogo del que terminó siendo un libro de relatos entrelazados por las vivencias en un edificio, sin ser autobiográfico, y que constituye la crónica de la ciudad en un tiempo.
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