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El sexismo como paradigma

El sexismo, como tal, no solo permanece, sino que además se ha profundizado, ya que ahora resulta en una batalla campal entre los denominados binarios (hombre y mujer) y los no binarios, aunándose “nuevas categorías”...

  • RICARDO GIL OTAIZA

18/11/2021 05:01 am

Creo que estamos llegando a un punto extremo de la discriminación por el género o por el sexo, al establecerse actitudes estereotipadas que buscan excluir y marginar. Ergo, la guerra de los sexos. Si bien esta situación no es nueva entre nosotros, ya que el denominado machismo trajo consigo el que la mujer fuera tratada durante siglos en condición de minusvalía, como si fuese inferior al hombre, razón por la cual no era “apta” (como los menores de edad) para ciertos trabajos, oficios, posiciones y metas vitales, lo que estamos viendo hoy es una suerte de enfermiza revancha, que en nada favorece el que podamos alcanzar un sano equilibrio que sea producto de la dinámica social, y no de sobrevenidas imposiciones e injusticias.

Nuestra sociedad desde hace muchos años impuso de manera explícita divisiones artificiales entre los sexos, lo cual era visto como algo normal, y que a la larga contribuyó con la discriminación de la mujer al erigirse en un claro antecedente de lo que hoy sucede. Recuerdo que en las escuelas se hacía una fila de varones y otra de hembras, y en los salones de clases nos sentaban separados, como si la vida no fuera la combinación perfecta entre los géneros, cuestión que podemos ver con énfasis en los reinos vegetal y animal.
 
Hace años, en pleno centro de Ciudad de México, viví una experiencia que me marcó. La profesora con quien viajaba y yo decidimos montarnos en el metro a una hora pico, y cuando entramos en la estación nos encontramos con una multitud tal, que quisimos devolvernos, pero ya no pudimos. La marea humana nos empujó hasta el andén. Recuerdo en este punto a unos turistas que parecían norteamericanos, muertos de pánico ante lo que veían, quienes optaron por montarse en un muro aledaño para protegerse de la marea humana. En un momento específico, miembros del personal del metro nos separó: mujeres y niños a la derecha y hombres a la izquierda, y lo cumbre de la situación es que yo pensaba que tal separación obedecía a que tendríamos vagones separados, pero nada de eso, pocos segundos después nos reunimos en el mismo vagón atestado, sin posibilidad alguna de sostenernos con nada, por la gran cantidad de personas que estábamos apresadas en el mismo. Mi amiga y yo nos mirábamos, y no podíamos contener la risa por lo ridícula que nos parecía la situación.
 
Es decir, sin percatarnos asumimos el sexismo como un paradigma: un gran marco de referentes filosóficos, conceptuales y pragmáticos, que orquestan nuestras vidas; y esto es “lo normal”. Ahora bien, en este paradigma (ya viejo, por cierto) las mujeres tenían las de perder, hasta llegarse al exabrupto de no permitírseles el ejercicio del voto y el no poder acceder a las universidades para formarse. O el que las escritoras tuvieran que asumir pseudónimos masculinos para poder publicar sus libros. Justicia tras injusticia. Como los paradigmas no desaparecen totalmente, sino que los nuevos se van superponiendo sobre los anteriores, todavía hay mucho de esto. Creo que no hace falta ahondar en las condiciones que se halla la mujer en algunas regiones del planeta (el mundo musulmán), en donde es sencillamente una esclava del hombre.

Ahora bien, en nuestros días han surgido movimientos e ideologías que han puesto el tema sobre el tapete, y de manera deliberada han ido creando una suerte de remezón, que ha dado un enorme giro a nuestras vidas, y a nuestra concepción acerca del Ser. Podría afirmar que el sexismo, como tal, no solo permanece, sino que además se ha profundizado, ya que ahora resulta en una batalla campal entre los denominados binarios (hombre y mujer) y los no binarios, aunándose “nuevas categorías” que hacen de lo humano un interesante campo de estudio para la filosofía, la sociología, la antropología, la historia, la psiquiatría, la sexología, la psicología, y hasta para la política.

Interesante lo que acaba de suceder recientemente en España, con el otorgamiento del Premio Planeta 2021, cuya hipotética ganadora es Carmen Mola con la obra La Bestia, pero tras cuyo ropaje se esconden tres guionistas y escritores masculinos de edad madura, quienes optaron desde hace pocos años por utilizar un pseudónimo femenino para publicar sus thrillers, que han resultado ser de un rotundo éxito en el mercado editorial hispanohablante. Si bien el escándalo en España ha sido mayúsculo entre los detractores (quienes arguyen engaño, ansias crematísticas y otras razones), y quienes aplauden el suceso (entre ellos los editores y los propios autores, porque están vendiendo su libro como pan caliente), el hecho marca un punto de inflexión, no solo en el mundo editorial, sino además en el contexto del sexismo contemporáneo.
 
Las feministas han optado por sacar los libros de la Mola de sus librerías, por considerar el hecho como una afrenta, mientras que a muchos autores masculinos se les ha abierto una nueva rendija de posibilidad de publicación en un mercado hoy dominado por lectoras, por autoras, por editoras, por defensoras a ultranza de lo femenino, y paremos de contar. El giro de ciento ochenta grados suscitado en nuestro mundo, nos ha puesto a los representantes del género masculino en franca minusvalía en muchos aspectos de la vida contemporánea, y ya comenzamos a sufrir en carne propia las afrentas que recibieron tantas mujeres a lo largo de la historia. No nos olvidaremos jamás de Emily y Anne Brontë, de Jane Austin, de Amantine Aurore Dupin, de Matilde Cherner, de Mary Anne Evans, y hasta de la celebrada J.K. Rowling, autora de la saga Harry Potter.
 
¿Pagaremos justos por pecadores? Sin duda. No obstante, la mujer siente que ha llegado la hora de reivindicarse ante la historia.
 
rigilo99@gmail.com
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