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La URBE, querida universidad

Si bien por causa de la pandemia la URBE funciona bajo la modalidad virtual, pronto retornará a su trepidante ritmo presencial, al calor del afecto y de la calidad de su personal, así como de sus programas de pre y postgrado...

  • RICARDO GIL OTAIZA

21/11/2021 05:03 am

A comienzos del siglo me hallaba en una inmensa disyuntiva personal: ir al extranjero a doctorarme, o quedarme en el país y alcanzar aquí el anhelado grado académico. La primera opción era cuesta arriba en mi caso, ya que mis hijas estaban muy pequeñas y no deseaba desarraigarlas; además, tenía inmensos compromisos académicos en la Universidad de Los Andes (con miras a alcanzar el decanato de mi facultad), y los apegos familiares y telúricos eran una suerte de amarre que me impedía romper con todo y marcharme durante varios años sin mirar atrás. Opté por lo segundo, y no me arrepiento.

En el país tenía múltiples oportunidades, de manera específica con la ULA, pero me puse a indagar aquí y allá y las normas de todos esos programas me pedían dedicarme sin voltear a los lados, con sistemas rígidos que te obligan a no poder hacer otra cosa que no sea responder a sus requerimientos. No deseaba, eso sí lo tenía claro, enterrarme durante varios años en un laboratorio, ya que me gustan los espacios abiertos y estar a la libre, sin los corsés propios de programas diseñados bajo una visión autárquica y cuadrada del hecho educativo.
 
Y si a eso aunamos que mis hemisferios cerebrales se entrecruzan sin mayores dificultades, quería romper con el paradigma cartesiano de una formación completamente lineal desde el pregrado al postdoctorado, como quien se pone unas anteojeras para no mirar a los lados y así perderse de la vastedad de un mundo pluridimensional, complejo y cambiante. Quería doctorarme en un área distinta a la de mi formación profesional, y a la del área de mi desempeño académico, que abriera en mi cerebro nuevos surcos e inauditas sinapsis neuronales.
 
La decisión estaba tomada: me doctoraría en educación o en ciencias sociales. En este sentido, el área educativa surgía como un nuevo anhelo, al poder cerciorarme en mi ejercicio como profesor universitario, de todas las fallas metodológicas de las que adolecemos quienes no hemos sido formados en el aspecto educativo. Y si a esto aunaba la semilla que sembró la ULA en mi ser, al enviarme siendo Instructor al Programa de Actualización de los Docentes (PAD), pues diría que la mesa estaba servida.
 
Una colega y mi amiga me habló entonces de una universidad privada de gran prestigio, en la que ella se doctoraba, y de la que me contaba cuestiones muy interesantes y novedosas para mi visión un tanto irreverente de lo que tendrían que ser los estudios de postgrado, y de manera específica ese quinto nivel doctoral. Me hablaba de la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín de Maracaibo (URBE), y sentí curiosidad por conocerla y cerciorarme de manera directa de aquellos portentos. Pedí una cita para conversar con su rector, el doctor Oscar Belloso Medina, médico de la Universidad del Zulia, con una amplia formación y actividad profesional, no sin antes enviarle una carta con mi currículo y mi propuesta doctoral. Me fijaron el día y la hora para el encuentro.

Por cuestiones del viaje no pude llegar a la hora prevista, y me encontré que el doctor Belloso se hallaba de visita en el campus. La recepcionista me dijo que no me preocupara, que ya le había anunciado que yo lo esperaba, y que al retorno entraría al Consejo, y que luego me atendería. Por simple curiosidad le pregunté de qué se trataba esa “visita en el campus”, y la chica me dijo que el rector solía visitar todas las dependencias para enterarse directamente con los estudiantes y los profesores acerca del funcionamiento de la institución: tomaba nota y gestionaba. Solo este “detalle” me bastó para quedar convencido de mi decisión de doctorarme en la URBE, acostumbrado como estaba a saber de los rectores solo cuando iban en campaña a las distintas facultades para pedir el voto.
 
No supe cuándo el doctor Belloso retornó e ingresó al salón del Consejo, pero lo que sí sé, es que dejó a alguien encargado, salió, me saludó afablemente, y sin pedírselo siquiera (no hubiera osado hacerlo, tratándose de una autoridad) se ofreció gentilmente para darme un recorrido por las magníficas instalaciones. No lo podía creer, creo que me ruboricé. De entrada recuerdo que me felicitó por mi currículo y me expresó que para la URBE sería muy grato recibirme como doctorando, y que pronto me darían respuesta.
 
Luego de un mes ingresé al programa doctoral en Ciencias de la Educación, y si bien fue duro el tener que viajar de Mérida a Maracaibo semanalmente (son más de cinco horas vía terrestre), recuerdo con emoción y agradecimiento esa etapa de mi vida. Recibí un trato insuperable, hice buenos amigos, entre ellos el doctor Luis Tirado, para entonces Vicerrector de Investigación y Postgrado, hoy profesor de la Universidad del Zulia, quien me sigue honrando con su amistad. Finalizado el doctorado, ingresé al Programa Postdoctoral en Gerencia en las Organizaciones, del que también egresé montado en una nube de felicidad.
 
Si bien por causa de la pandemia la URBE funciona bajo la modalidad virtual, pronto retornará a su trepidante ritmo presencial, al calor del afecto y de la calidad de su personal, así como de sus programas de pre y postgrado. Mi eterno abrazo a esa gran institución universitaria, orgullo de Venezuela y ahora de América Latina, gracias a su merecida internacionalización.
 
rigilo99@gmail.com
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