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La tumba de los patriarcas

En un mundo de tanta mentira hay que recordar que esa cueva, al igual que todo el territorio de Israel -obviamente, con su capital eterna, Jerusalén-, pertenecen pueblo Judío; aseverar algo distinto es distorsionar la historia.

  • DAVID BITTAN OBADÍA

31/10/2021 05:06 am

La semana pasada, según la cronología del estudio bíblico, los hermanos mayores, los hebreos, leímos el capítulo de la vida de Sara, una de las Matriarcas.

No soy un erudito del tema pero, a cierta edad, uno empieza a curiosear tratando de entender algunas situaciones; por ello me di la oportunidad de incluir en mi biblioteca un texto titulado “Sabiduría diaria”; son unas pequeñas cápsulas en las que, durante las 52 semanas del año, se relatan pedazos cortos de la lectura del libro más antiguo e importante de la humanidad, la Torá: el Antiguo Testamento. Realmente es un lujo, pues, poco a poco, con un par de minutos al día, en un año se completa la lectura de algo que todos deberíamos conocer y, yo diría, aplicar.

No hay pasaje ni línea alguna del Antiguo y del Nuevo Testamento que no tenga, intrínseco, un mensaje de paz, respeto a la vida, de respeto y amor al prójimo, de unión familiar y normas de convivencia. No sé si esto ocurre en las demás religiones; en una, conocida, estamos cansados de ver a tantos “mártires", que se inmolan, generando tristezas en nombre de un supuesto "Dios".

En el Antiguo Testamento conseguimos, desde las historias de Adán y Eva, pasando por el diluvio, hasta las reglas de Noé que, en efecto son una especie de manual para el funcionamiento del mundo; aquellas que han dado origen al desarrollo de todos los sistemas judiciales, pasando por el Éxodo, la Tierra Prometida y más.

En esta oportunidad, la historia de Sara me anima a escribir algunas líneas. Sara fue la esposa del Patriarca Abraham, padre del monoteísmo y padre de la Fe.

El trato que se le da a Sara representa efectivamente lo que la mujer es para el Judaísmo. La mujer tiene un valor privilegiado, una posición ventajosa frente al hombre. Según la historia , Dios le ordena a Abraham hacerle caso a Sara, por lo cual el machismo es ajeno a la tradición judeocristiana.

Asimismo, en esa misma lectura hay un importante mensaje sobre la relación y el respeto de Abraham hacia sus visitantes, familiares y amigos. “La casa debe de estar abierta”, al igual que el corazón.

A lo largo de la historia bíblica se habla de Israel. Sobran las menciones de las tantas aldeas, ciudades y pueblos, sobre todo de la ciudad del templo: Jerusalén, la Ciudad Santa para el Judaísmo y, obviamente, para el Cristianismo. Los palestinos casualmente no existen en el libro; son simplemente un pueblo reciente, conformado por jordanos, saudíes, sirios y otros.

Pues bien, resulta que Abraham compró a los Hititas la famosa cueva donde están enterrados personajes bíblicos : Adán y Eva, Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacobo y Lía. La tradición antigua, de tiempos de Herodes, ubica este lugar en Hebrón.

Siendo así las cosas, con la existencia de ese título de propiedad, queda aún más claro que ese fue un espacio muy bien pagado, cuyo costo por metro cuadrado indexado supera los valores premium actuales de Nueva York, Madrid, o, Londres.

En un mundo de tanta mentira hay que recordar que esa cueva, al igual que todo el territorio de Israel -obviamente, con su capital eterna, Jerusalén-, pertenecen pueblo Judío; aseverar algo distinto es distorsionar la historia.

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