Francisco Fajardo, el primer venezolano
Fajardo es quizás el representante más visible de esa colonización racial suave que sucedió en Venezuela, porque siendo mitad español y mitad indio no rechazaba ninguna de sus raíces. Hablaba los dos idiomas a la perfección...
Me comentaba el gran escritor y buen amigo margariteño Francisco Suniaga mientras grabábamos un programa de turismo en la isla, que Francisco Fajardo, su coterráneo, fue el primer venezolano. Su argumento, que me pareció impecable, es que siendo hijo de un capitán español gobernador de la isla y de una “cacica de cacicas” guaiquerí, Fajardo fue el primer representante de la venezolanidad. El bisabuelo de Fajardo fue el cacique Charaima, y el cacique Naiguatá, el más poderoso señor de las costas, era primo hermano de su madre. Sin embargo lo más resaltante en Fajardo fue su personalidad extrovertida e irresistible, como esa venezolanidad compuesta por una mezcla bella de culturas, razas, idiomas, costumbres y maneras de ver la vida, que nos ha convertido en un pueblo único en el mundo y admirable por su carácter.
Pero más allá de nuestra idiosincrasia y de lo cultural, valdría la pena situar el hecho de la conquista española en Venezuela dentro de un contexto adecuado, para ver más claramente cómo fue y qué significó la formación de esa venezolanidad. Comencemos por la “leyenda negra” de la conquista española, que dibuja a los hombres que llegaron a nuestras tierras como unos delincuentes, flojos, inmorales, sexualmente enfermos, mineros irresponsables y esencialmente malvados. Según lo que nos contaron desde pequeños, y muchos venezolanos todavía lo creen, los españoles en sus barcos solo trajeron lo peor de lo peor para colonizar estas territorios americanos.
En cambio miren este contraste: para colonizar el norte, los sajones llevaron a familias muy religiosas, trabajadoras y ahorrativas, que ungidos con una moral a toda prueba y costumbres puritanas de la más alta elevación, poblaron esos territorios a punta de responsabilidad, esfuerzo y bondad, para convertirlos en los ricos estados que son hoy en día.
Ambas afirmaciones representan caricaturas culturales que alimentan esa falsa leyenda negra de la colonización española, y deforman la realidad de lo que fue la conquista del continente. Esos cuentos parecen originarse en la eterna pugna del imperio inglés contra el imperio español, por eso todos los sajones se lo creen. Pero lo triste es que muchos latinoamericanos también se lo creen. Hay que desmitificar esa leyenda de nuestro imaginario colectivo.
Por supuesto que, como en todo hecho humano, existen algunos elementos de veracidad en esas deformaciones que sirven para simplificar la realidad histórica. Claro que hubo gente mala entre los españoles que llegaron a poblar estas tierras del Caribe y América del Sur, como en cualquier grupo humano. Pero también vinieron muchísimos hombres buenos y sacerdotes misioneros con una vocación de servicio inigualable como Fray Bartolomé de Las Casas, por nombrar al más célebre. Lo que hizo ese sacerdote por la población indígena todavía no ha sido completamente comprendido. En esa época, cuando la vida de un hombre no valía nada y no existían los derechos humanos, la doctrina de Las Casas logró que el Papa Paulo III decretara que los indígenas americanos “no pueden ser privados de libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la fe de Jesucristo; y podrán libre y legítimamente gozar de su libertad y de sus propiedades, y no serán esclavos, y todo cuanto se hiciere en contrario será nulo y de ningún efecto”. Si lo vemos con los ojos de hoy ese reconocimiento parece muy lógico, pero situándonos en el contexto del siglo XVI fue un avance sin precedentes. Ninguna declaración parecida sucedió en el norte.
Pero otro hecho poco señalado de la conquista española, es que esos colonizadores no le tenían asco a las mujeres que no fueran de su misma raza. Por eso se juntaban con ellas y concebían mestizos. Desde esa mirada, los hijos combinados representan buena parte de la explicación al por qué en las colonias españolas no hubo tantos problemas raciales como en las colonias del norte. Los sanos conquistadores sajones no procreaban con las mujeres aborígenes ni con las esclavas. Por eso existe esa separación racial tan marcada en sus ex colonias. La leyenda negra de la conquista española – de origen sajón - hay que desmenuzarla bien, para calibrarla en su justa dimensión.
Francisco Fajardo es quizás el representante más visible de esa colonización racial suave que sucedió en Venezuela, porque siendo mitad español y mitad indio no rechazaba ninguna de sus raíces. Hablaba los dos idiomas a la perfección. Mi padre Juan Ernesto Montenegro, quien fue Cronista de Caracas hasta su fallecimiento en el año 2001, escribió un libro en el cual investigó profundamente el rol de Fajardo en la fundación de Caracas. En él afirma que: “Fundó el primer poblado cristiano en el valle de Guaire y le puso por nombre San Francisco” Y concluye su investigación reivindicándolo: “Nacido mestizo, ascendió por esfuerzo propio, sin padrinos ni amigos poderosos, sino con la magia de su personalidad avasallante y seductora, al alto destino de Teniente de Gobernador de la Provincia de Caracas y de Conquistador de Indias. Nunca buscó dorados ni le obcecó la codicia, pues la gloria que perseguía era conquistar y poblar, sin atropellar ni matar; tanto es así, que el único crimen que se le pudo imputar durante nueve años de campañas y conquistas, fue la muerte de Paisana, a quien como hemos dicho, ejecutó por haber traicionado los acuerdos de paz y ser responsable de la muerte de su madre”. Honor a quien honor merece.
alvaromont@gmail.com
Pero más allá de nuestra idiosincrasia y de lo cultural, valdría la pena situar el hecho de la conquista española en Venezuela dentro de un contexto adecuado, para ver más claramente cómo fue y qué significó la formación de esa venezolanidad. Comencemos por la “leyenda negra” de la conquista española, que dibuja a los hombres que llegaron a nuestras tierras como unos delincuentes, flojos, inmorales, sexualmente enfermos, mineros irresponsables y esencialmente malvados. Según lo que nos contaron desde pequeños, y muchos venezolanos todavía lo creen, los españoles en sus barcos solo trajeron lo peor de lo peor para colonizar estas territorios americanos.
En cambio miren este contraste: para colonizar el norte, los sajones llevaron a familias muy religiosas, trabajadoras y ahorrativas, que ungidos con una moral a toda prueba y costumbres puritanas de la más alta elevación, poblaron esos territorios a punta de responsabilidad, esfuerzo y bondad, para convertirlos en los ricos estados que son hoy en día.
Ambas afirmaciones representan caricaturas culturales que alimentan esa falsa leyenda negra de la colonización española, y deforman la realidad de lo que fue la conquista del continente. Esos cuentos parecen originarse en la eterna pugna del imperio inglés contra el imperio español, por eso todos los sajones se lo creen. Pero lo triste es que muchos latinoamericanos también se lo creen. Hay que desmitificar esa leyenda de nuestro imaginario colectivo.
Por supuesto que, como en todo hecho humano, existen algunos elementos de veracidad en esas deformaciones que sirven para simplificar la realidad histórica. Claro que hubo gente mala entre los españoles que llegaron a poblar estas tierras del Caribe y América del Sur, como en cualquier grupo humano. Pero también vinieron muchísimos hombres buenos y sacerdotes misioneros con una vocación de servicio inigualable como Fray Bartolomé de Las Casas, por nombrar al más célebre. Lo que hizo ese sacerdote por la población indígena todavía no ha sido completamente comprendido. En esa época, cuando la vida de un hombre no valía nada y no existían los derechos humanos, la doctrina de Las Casas logró que el Papa Paulo III decretara que los indígenas americanos “no pueden ser privados de libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la fe de Jesucristo; y podrán libre y legítimamente gozar de su libertad y de sus propiedades, y no serán esclavos, y todo cuanto se hiciere en contrario será nulo y de ningún efecto”. Si lo vemos con los ojos de hoy ese reconocimiento parece muy lógico, pero situándonos en el contexto del siglo XVI fue un avance sin precedentes. Ninguna declaración parecida sucedió en el norte.
Pero otro hecho poco señalado de la conquista española, es que esos colonizadores no le tenían asco a las mujeres que no fueran de su misma raza. Por eso se juntaban con ellas y concebían mestizos. Desde esa mirada, los hijos combinados representan buena parte de la explicación al por qué en las colonias españolas no hubo tantos problemas raciales como en las colonias del norte. Los sanos conquistadores sajones no procreaban con las mujeres aborígenes ni con las esclavas. Por eso existe esa separación racial tan marcada en sus ex colonias. La leyenda negra de la conquista española – de origen sajón - hay que desmenuzarla bien, para calibrarla en su justa dimensión.
Francisco Fajardo es quizás el representante más visible de esa colonización racial suave que sucedió en Venezuela, porque siendo mitad español y mitad indio no rechazaba ninguna de sus raíces. Hablaba los dos idiomas a la perfección. Mi padre Juan Ernesto Montenegro, quien fue Cronista de Caracas hasta su fallecimiento en el año 2001, escribió un libro en el cual investigó profundamente el rol de Fajardo en la fundación de Caracas. En él afirma que: “Fundó el primer poblado cristiano en el valle de Guaire y le puso por nombre San Francisco” Y concluye su investigación reivindicándolo: “Nacido mestizo, ascendió por esfuerzo propio, sin padrinos ni amigos poderosos, sino con la magia de su personalidad avasallante y seductora, al alto destino de Teniente de Gobernador de la Provincia de Caracas y de Conquistador de Indias. Nunca buscó dorados ni le obcecó la codicia, pues la gloria que perseguía era conquistar y poblar, sin atropellar ni matar; tanto es así, que el único crimen que se le pudo imputar durante nueve años de campañas y conquistas, fue la muerte de Paisana, a quien como hemos dicho, ejecutó por haber traicionado los acuerdos de paz y ser responsable de la muerte de su madre”. Honor a quien honor merece.
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