La feminización de la pobreza
La realidad de la pobreza en América Latina, África y Asia se patentiza en el rostro de la mujer. Hablamos de hogares matriarcales, en los que la única cabeza y sustento son las mujeres, quienes no tienen posibilidad de acceso al mercado laboral
A propósito de la abrupta y bochornosa salida del ejército norteamericano de Afganistán, luego de veinte años de ocupación, y de la conquista de su territorio por parte de los talibanes, asalta de inmediato la preocupación por el futuro de las mujeres, quienes tendrán en lo sucesivo que someterse a las más arcaicas normas, que les prohíben absolutamente todo, las cosifica y las arrincona en el más penoso ostracismo. Si bien, las féminas afganas se han organizado para reclamar con valentía sus derechos, hemos visto cómo sus manifestaciones han sido acalladas con gas lacrimógeno, tiros al aire y una brutal represión.
Por supuesto, toda esta situación nos preocupa en Occidente, y nos sorprende, pero no deberíamos de ufanarnos de no ser parte de aquella cultura machista, porque aquí a las mujeres también se les regatean sus derechos y se les margina, sobre todo en lo atinente al aspecto laboral. No hace mucho tiempo las actrices que formaban parte del elenco de la exitosa serie norteamericana The Big Bang Theory, que ya cerró sus temporadas, tuvieron que hacer valer sus derechos para que se les igualara la paga con la de sus colegas varones. Inaudito, pero hablo de hace apenas dos o tres años. Ejemplos hay en nuestros días que nos llevan a la triste conclusión de que, si bien es cierto las mujeres gozan de igualdad de derechos ante las leyes, los mismos no se materializan en la realidad.
Lamentablemente, nuestra cultura es machista y tenemos que dar el salto cualitativo, que nos permita cambiar de mentalidad, quitarnos de la cabeza atavismos y preconcepciones que nos hagan actuar con gran injusticia e irrespeto hacia la mujer. Entiendo que este tema es complejo, ya que trae aparejado consigo otras aristas, como la igualdad en el lenguaje e incluso la igualdad de géneros, el feminismo, y otras cuestiones, pero se hace imperante asumir nuevas posturas ante las realidades emergentes, a las que tenemos que afrontar con una mentalidad lo suficientemente abierta para así evitar los choques (que ya se están dando en muchos lugares del mundo), y llegar a necesarios acuerdos. En este sentido, se requiere de una suerte de formateo mental, que nos lleve a una posición en la cual no haya ni siquiera un atisbo de duda acerca de que las mujeres y los hombres somos iguales antes las leyes y compañeros/as de aventura planetaria.
No obstante, siguen publicándose avisos laborales en los que se expresan que deberán abstenerse las mujeres. Hay cargos que se abren solo para los hombres. En este particular, durante mi larga vida académica fungí en muchas oportunidades como miembro del jurado para cargos de docentes, y déjenme decirles que escuché, no una vez, sino varias, cómo algunos colegas, muy emperifollados, con voz engolada y rostro muy serio, argumentaban que fulanita de tal tenía un magnífico currículum y un buen perfil para el cargo, pero lamentablemente no nos conviene porque en algún momento vendrán los permisos prenatales y posnatales, y esto implicará que la cátedra vuelva a quedar acéfala por un largo tiempo. Estas cuestiones me molestaban y no me quedaba callado, pero una golondrina no hace verano, y en los concursos en definitiva se impone la aritmética.
La cuestión de la injusticia laboral contra la mujer no se queda solo en el contexto de América Latina, sino que también se observa con frecuencia en muchos países de Europa. Si bien no aparece en los registros, porque va contra las normas, en la realidad y en la práctica las jornadas laborales suelen pagarse mejor a los hombres que a las mujeres, teniendo ambos similares perfiles, lo cual es una aberración. El ascenso a cargos ejecutivos de importancia en las organizaciones públicas y privadas, suele estar inclinado a favor de los hombres. Hay estudios serios que ratifican que las tablas salariales de muchas empresas favorecen a los hombres, aun cuando ellas tengan mejor formación y más larga experiencia.
En cuanto al tema de la violencia contra la mujer se requeriría de mayor espacio, pero baste con decir que la tasa de feminicidios tanto en América Latina como en Europa es elevada, sobre todo en el seno de los hogares, lo que se denomina violencia doméstica. Hemos perdido ya la capacidad de asombro con los permanentes titulares de la prensa tradicional y en las redes sociales, en los que se muestran permanentes actos criminales contra las mujeres, sobre todo cuando observamos que son cometidos por personas cercanas a ellas (parejas, hijos, padres, familiares, vecinos), lo que ha encendido las alarmas en distintos contextos y es motivo de preocupación para los gobiernos locales.
La realidad de la pobreza en América Latina, África y Asia se patentiza en el rostro de la mujer. Hablamos de hogares matriarcales, en los que la única cabeza y sustento son las mujeres, quienes no tienen posibilidad de acceso al mercado laboral, ni tampoco la formación para hacer frente a las exigencias de la complejidad del mundo contemporáneo. Es tal el contexto de pobreza en aquellas regiones del mundo, y la impronta de la mujer por su responsabilidad frente a la casa, que se habla de la feminización de la pobreza, lo que es un indicador fundamental a la hora de buscarse referentes y salidas a tamaña situación, que amenaza con transformarse en una verdadera tragedia.
rigilo99@gmail.com
Por supuesto, toda esta situación nos preocupa en Occidente, y nos sorprende, pero no deberíamos de ufanarnos de no ser parte de aquella cultura machista, porque aquí a las mujeres también se les regatean sus derechos y se les margina, sobre todo en lo atinente al aspecto laboral. No hace mucho tiempo las actrices que formaban parte del elenco de la exitosa serie norteamericana The Big Bang Theory, que ya cerró sus temporadas, tuvieron que hacer valer sus derechos para que se les igualara la paga con la de sus colegas varones. Inaudito, pero hablo de hace apenas dos o tres años. Ejemplos hay en nuestros días que nos llevan a la triste conclusión de que, si bien es cierto las mujeres gozan de igualdad de derechos ante las leyes, los mismos no se materializan en la realidad.
Lamentablemente, nuestra cultura es machista y tenemos que dar el salto cualitativo, que nos permita cambiar de mentalidad, quitarnos de la cabeza atavismos y preconcepciones que nos hagan actuar con gran injusticia e irrespeto hacia la mujer. Entiendo que este tema es complejo, ya que trae aparejado consigo otras aristas, como la igualdad en el lenguaje e incluso la igualdad de géneros, el feminismo, y otras cuestiones, pero se hace imperante asumir nuevas posturas ante las realidades emergentes, a las que tenemos que afrontar con una mentalidad lo suficientemente abierta para así evitar los choques (que ya se están dando en muchos lugares del mundo), y llegar a necesarios acuerdos. En este sentido, se requiere de una suerte de formateo mental, que nos lleve a una posición en la cual no haya ni siquiera un atisbo de duda acerca de que las mujeres y los hombres somos iguales antes las leyes y compañeros/as de aventura planetaria.
No obstante, siguen publicándose avisos laborales en los que se expresan que deberán abstenerse las mujeres. Hay cargos que se abren solo para los hombres. En este particular, durante mi larga vida académica fungí en muchas oportunidades como miembro del jurado para cargos de docentes, y déjenme decirles que escuché, no una vez, sino varias, cómo algunos colegas, muy emperifollados, con voz engolada y rostro muy serio, argumentaban que fulanita de tal tenía un magnífico currículum y un buen perfil para el cargo, pero lamentablemente no nos conviene porque en algún momento vendrán los permisos prenatales y posnatales, y esto implicará que la cátedra vuelva a quedar acéfala por un largo tiempo. Estas cuestiones me molestaban y no me quedaba callado, pero una golondrina no hace verano, y en los concursos en definitiva se impone la aritmética.
La cuestión de la injusticia laboral contra la mujer no se queda solo en el contexto de América Latina, sino que también se observa con frecuencia en muchos países de Europa. Si bien no aparece en los registros, porque va contra las normas, en la realidad y en la práctica las jornadas laborales suelen pagarse mejor a los hombres que a las mujeres, teniendo ambos similares perfiles, lo cual es una aberración. El ascenso a cargos ejecutivos de importancia en las organizaciones públicas y privadas, suele estar inclinado a favor de los hombres. Hay estudios serios que ratifican que las tablas salariales de muchas empresas favorecen a los hombres, aun cuando ellas tengan mejor formación y más larga experiencia.
En cuanto al tema de la violencia contra la mujer se requeriría de mayor espacio, pero baste con decir que la tasa de feminicidios tanto en América Latina como en Europa es elevada, sobre todo en el seno de los hogares, lo que se denomina violencia doméstica. Hemos perdido ya la capacidad de asombro con los permanentes titulares de la prensa tradicional y en las redes sociales, en los que se muestran permanentes actos criminales contra las mujeres, sobre todo cuando observamos que son cometidos por personas cercanas a ellas (parejas, hijos, padres, familiares, vecinos), lo que ha encendido las alarmas en distintos contextos y es motivo de preocupación para los gobiernos locales.
La realidad de la pobreza en América Latina, África y Asia se patentiza en el rostro de la mujer. Hablamos de hogares matriarcales, en los que la única cabeza y sustento son las mujeres, quienes no tienen posibilidad de acceso al mercado laboral, ni tampoco la formación para hacer frente a las exigencias de la complejidad del mundo contemporáneo. Es tal el contexto de pobreza en aquellas regiones del mundo, y la impronta de la mujer por su responsabilidad frente a la casa, que se habla de la feminización de la pobreza, lo que es un indicador fundamental a la hora de buscarse referentes y salidas a tamaña situación, que amenaza con transformarse en una verdadera tragedia.
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