De la gran meta educativa
La educación primaria de mis tiempos era de mucha exigencia y de elevada calidad. Recuerdo que teníamos incluso que presentar examen final con jurado seleccionado de otras escuelas, y designado por el Ministerio...
Siempre he afirmado que una de las mejores cuestiones que me pasó de niño fue aprender a leer. Creo haberlo contado acá, pero lo repetiré porque me emociona. Mi madre fue mi maestra, ella me enseñó a leer y a escribir. Recuerdo que estando con ella metido en la cama al salir de la escuela, me tomó la lección en el libro Aurora (de uso obligatorio en aquellas décadas, por lo menos en mi contexto) y su sorpresa fue mayúscula cuando se percató de que ya sabía leer. Recuerdo todavía su voz emocionada anunciado a mis hermanos que Richard ya sabía leer (en mi familia y muchos de mis viejos amigos me llaman así). Fue tal su alegría y el rostro de felicidad, que comprendí, a esa edad tan tierna (los cinco años), que tenía que ser algo maravilloso en nuestras vidas. Y de hecho lo fue. Pasé entonces a disfrutar, al igual que mis hermanos, de la lectura de los libros de cuentos, y me extasiaba horas y horas soñando con las historias que contaban, imaginándome el rostro de los personajes, inventando nuevas aventuras y desenlaces.
El Ministerio de Educación de entonces (con mayúsculas, y con todas las de la ley, como debería ser) dotaba a las escuelas con cargamentos de maletines, libros de cuentos, cuadernos, lápices, libros para colorear, creyones, juegos didácticos, nociones elementales (una suerte de enciclopedia para los primeros grados), globos terráqueos, mapamundis, imágenes a color de los próceres de la independencia para colgar en las paredes, cartulinas de todos los colores, láminas de papel bond, reglas, sacapuntas, goma blanca, borradores, forros para los cuadernos, etiquetas, y paremos de contar. Con tanto incentivo por parte del Estado, pues la labor educativa y cultural que se desplegaba en las escuelas del país era notable, amén de la calidad de los maestros, que sin bien no eran para entonces licenciados en educación, sí eran normalistas, y sus improntas y sus huellas son imborrables en los alumnos de entonces.
Espectacular
La educación primaria de mis tiempos era de mucha exigencia y de elevada calidad. Recuerdo que teníamos incluso que presentar examen final con jurado seleccionado de otras escuelas, y designado por el Ministerio. Siendo yo estudiante de primaria tenía que asistir a clases los sábados por la mañana, horas que solían tomar los maestros para realizar exámenes y para planificar sus actividades. El Estado venezolano tomaba muy en serio a la educación de los niños y los jóvenes. Mi madre tenía que asistir permanentemente a cursos y a talleres de actualización, muchas veces hasta en período vacacional, que dictaban expertos venidos de otros estados del país, e incluso de Caracas. Recuerdo que había lineamientos precisos de lo que el Estado quería que fuera la educación y se tenía muy claro el norte: hacer de Venezuela un país del primer mundo. Sí, como suena, esa fue la gran meta país durante muchas décadas, y se invirtieron ingentes recursos para alcanzarlo. Lamentablemente, el desarrollo no se pudo lograr, múltiples factores (sobre todo políticos) atentaron contra esa meta que, contrariamente a lo esperado, nos retrocedieron a períodos olvidados, casi arcaicos.
@GilOtaiza
rigilo99@gmail.com
El Ministerio de Educación de entonces (con mayúsculas, y con todas las de la ley, como debería ser) dotaba a las escuelas con cargamentos de maletines, libros de cuentos, cuadernos, lápices, libros para colorear, creyones, juegos didácticos, nociones elementales (una suerte de enciclopedia para los primeros grados), globos terráqueos, mapamundis, imágenes a color de los próceres de la independencia para colgar en las paredes, cartulinas de todos los colores, láminas de papel bond, reglas, sacapuntas, goma blanca, borradores, forros para los cuadernos, etiquetas, y paremos de contar. Con tanto incentivo por parte del Estado, pues la labor educativa y cultural que se desplegaba en las escuelas del país era notable, amén de la calidad de los maestros, que sin bien no eran para entonces licenciados en educación, sí eran normalistas, y sus improntas y sus huellas son imborrables en los alumnos de entonces.
Espectacular
La lectura y la escritura eran, por decirlo de alguna manera, los ejes de los grados de la escuela primaria. La caligrafía palmer de mi madre era espectacular, siempre la envidié y la imité, sin llegarle ni a los pies, y con el paso de los años al hacerme escritor y utilizar primero máquinas de escribir y luego computadoras, pues la eché a perder aún más. A esos “ejes” se aunaba también el énfasis que se le daba a la matemática (aritmética, básicamente), al castellano (lo que hoy entendemos como la gramática española), a la historia regional y nacional, a la geografía, y a la biología (que posteriormente pasó a llamarse ciencias naturales). Al ser la religión católica la oficial, los maestros tenían también que dar los primeros rudimentos de sencillas oraciones, el rezo del rosario, y la celebración del mes de la Virgen María (mayo) y del Corazón de Jesús (junio). A la entrada y a la salida de las clases la maestra nos hacía repetir algunas oraciones, y muchas veces le pedía a alguno de los niños o de las niñas que las encabezara.
La educación primaria de mis tiempos era de mucha exigencia y de elevada calidad. Recuerdo que teníamos incluso que presentar examen final con jurado seleccionado de otras escuelas, y designado por el Ministerio. Siendo yo estudiante de primaria tenía que asistir a clases los sábados por la mañana, horas que solían tomar los maestros para realizar exámenes y para planificar sus actividades. El Estado venezolano tomaba muy en serio a la educación de los niños y los jóvenes. Mi madre tenía que asistir permanentemente a cursos y a talleres de actualización, muchas veces hasta en período vacacional, que dictaban expertos venidos de otros estados del país, e incluso de Caracas. Recuerdo que había lineamientos precisos de lo que el Estado quería que fuera la educación y se tenía muy claro el norte: hacer de Venezuela un país del primer mundo. Sí, como suena, esa fue la gran meta país durante muchas décadas, y se invirtieron ingentes recursos para alcanzarlo. Lamentablemente, el desarrollo no se pudo lograr, múltiples factores (sobre todo políticos) atentaron contra esa meta que, contrariamente a lo esperado, nos retrocedieron a períodos olvidados, casi arcaicos.
Guapeando
Podría extrapolar la experiencia a los niveles de la secundaria y del universitario. Nuestros liceos tenían mucho nivel, y la mayoría de los profesores eran profesionales universitarios, que luego pasaban a formar parte del personal docente y de investigación de las universidades. En mi ciudad había colegios de fama nacional e internacional, que marcaron una época dorada y de los que egresaron personalidades que tiempo después descollaron dentro y fuera del país. En cuanto a las universidades, solo diré que el Estado creó las becas Gran Mariscal de Ayacucho, que formó a nuestros profesionales al más alto nivel en las más prestigiosas universidades del mundo. No me detendré mucho en el aspecto de las universidades, porque las nuestras fueron referentes en distintos contextos, y aún hoy, con todo y la crisis por la que pasamos, que nos ha hundido en el ostracismo, siguen guapeando en los ránquines regionales y mundiales. Y eso, hoy, es mucho decir.
Podría extrapolar la experiencia a los niveles de la secundaria y del universitario. Nuestros liceos tenían mucho nivel, y la mayoría de los profesores eran profesionales universitarios, que luego pasaban a formar parte del personal docente y de investigación de las universidades. En mi ciudad había colegios de fama nacional e internacional, que marcaron una época dorada y de los que egresaron personalidades que tiempo después descollaron dentro y fuera del país. En cuanto a las universidades, solo diré que el Estado creó las becas Gran Mariscal de Ayacucho, que formó a nuestros profesionales al más alto nivel en las más prestigiosas universidades del mundo. No me detendré mucho en el aspecto de las universidades, porque las nuestras fueron referentes en distintos contextos, y aún hoy, con todo y la crisis por la que pasamos, que nos ha hundido en el ostracismo, siguen guapeando en los ránquines regionales y mundiales. Y eso, hoy, es mucho decir.
@GilOtaiza
rigilo99@gmail.com
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