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Repensar a la universidad

Será, qué duda cabe, una casa plenamente autónoma, lo que implicará que ella misma será la que con mirada introspectiva se configure, se dé su propio gobierno, se reinvente y se relance a la reconquista de los espacios perdidos...

  • RICARDO GIL OTAIZA

26/08/2021 05:01 am

En las últimas semanas he venido reflexionado de nuevo sobre la crisis del sector universitario, y he publicado dos artículos que de alguna manera muestran la realidad y sus causas. Sin duda, la gran conclusión de los dos textos anteriores es que el problema es multifactorial, y los actores fundamentales tienen una elevada cuota de responsabilidad frente a los hechos. Diversos han sido los comentarios que he recibido, pero especialmente dos me han llamado poderosamente la atención, e intentaré darles respuesta.

En uno se plantea que no debemos buscar culpables, sino seguir adelante en la conquista del futuro. El lector considera que no podemos quedarnos expiando las culpas, sino que nos corresponde actuar. En este sentido, considero que siempre es importante buscar las raíces de los problemas, qué los originaron, cuáles fueron las causas que nos trajeron a las actuales circunstancias. En este análisis, casi un diagnóstico, es imposible obviar la responsabilidad de todos los universitarios frente al destino institucional, y por supuesto, saltan varios factores que han sido determinantes en los años recientes: el Estado (vía gobierno), que ha desoído la grave problemática de las universidades y ha contribuido a acrecentarla. Un pírrico presupuesto, las más de las veces reconducido (repetido año tras año, olvidándose del factor inflacionario). Por otro lado, su “política” intervencionista, que ha llevado a la pérdida de su autonomía, que fue determinante décadas atrás en la conquista de las altas cimas de excelencia que la universidad venezolana alcanzó, hasta convertirse en referente de la región.
 
No se puede obviar la impronta de quienes han tenido sobre sus hombros la conducción de los destinos de las universidades en los últimos trece años. La gerencia universitaria, como la he denominado, ha caído en un tobogán, producto a su vez de algunas variables: crisis económica, política y social de la nación; deserción estudiantil y del personal académico en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo en otras latitudes; excesivo tiempo en los cargos, debido a que las universidades no han podido realizar elecciones para la renovación de sus cuadros directivos, lo que ha traído a su vez una suerte de agotamiento en las ideas, de cansancio y de fatiga. La gran conclusión de mi artículo anterior es la casi absoluta ausencia de gerencia universitaria, que se ha patentizado en un estado cuasi calamitoso de las dependencias universitarias, así como en su operatividad. No en vano, circulan por las redes materiales fílmicos que nos muestran el deplorable estado en el que se hallan sedes y núcleos de varias instituciones, lo que denota muchas cuestiones. Todas las variables señaladas se conjuntan y se realimentan, lo que trae necesariamente una responsabilidad compartida.
 
Recibí otro mensaje, y en mi respuesta interna le expresé al lector la dificultad que se le planteará a los universitarios (cuando toda esta crisis sea superada), de saber por dónde comenzar a reconstruir a la institución. En mi afán didáctico grafiqué, que nos pasará igual que aquellos, quienes al entrar en una casa hecha ruinas, no saben si comenzar por los techos, por las paredes, por los pisos, por los baños o por la cocina. El lector, muy incisivo, como tiene que ser, me ripostó que no habría tal duda, porque siempre se debe comenzar por afianzar sus bases. Y no dudé en darle la razón.
 
El modelo rentista nacional se agotó, lo que obligará a los universitarios a replantearnos cuál deberá ser la universidad que el país necesita, y la que se pueda levantar sobre las bases de las nuevas realidades. Para ello se requerirá de repensar nuestra institución, de reformularla, de redefinirla, para que vuelva a tomar vuelo y se erija en esa casa productora de saber, en formadora del talento humano, en generadora de ideas, proyectos, planes y propuestas que impacten positivamente al país, y lo relancen en el presente con la mirada puesta en el futuro; tareas que siempre tuvo como norte, y que en sus períodos de esplendor alcanzó en grado superlativo. No se tratará de poner paños calientes, ni de intentar saltar escollos. Será, qué duda cabe, una casa plenamente autónoma, lo que implicará que ella misma será la que con mirada introspectiva se configure, se dé su propio gobierno, se reinvente y se relance a la reconquista de los espacios perdidos, y a la conquista de nuevos horizontes.
 
Y podrá hacerlo, porque esa universidad de excelencia está sembrada en el corazón de todos sus hijos. Ella nos enseñó a lo largo de las décadas que esos eran los derroteros por alcanzar y los ideales a seguir. La casa que conocimos, no claudicaba, no se rendía, era contestataria y profunda, irreverente e intrépida, visionaria y siempre joven, y esa fuerza que nos entregaba nos realimentaba a su vez para enrumbarla, para luchar por ella, para hacerla parte de nuestra manera de vivir y de comprender el mundo. La semilla de la universidad por venir, la que reclamará la nueva Venezuela, está sembrada, está latente, y palpita con ansias en sus viejos muros.
 
@GilOtaiza

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