Espacio publicitario

La destrucción de la universidad

La universidad venezolana tiene las puertas “abiertas” gracias al empeño sobrehumano del personal, que la subsidia, la sueña y se sacrifica (sin contar con medios económicos, gasolina, gas, ni servicios públicos). ¿Hasta cuándo?...

  • RICARDO GIL OTAIZA

12/08/2021 05:03 am

Pensaba escribir sobre otro tema, y en este preciso momento recibo por WhatsApp, de parte de un viejo colega y amigo (quien fuera mi profesor en posgrado), un video de un joven venezolano que acaba de egresar como Ingeniero de Petróleo de la Universidad de Oriente y, créanme amigos, no tengo fuerzas para hacer otra cosa que no sea expresar mi conmoción interior, mi dolor, mi más profundo sentimiento de impotencia y de amargura, frente a la destrucción de los recintos universitarios y de los sueños de cientos de miles de jóvenes que aspiran al ascenso social por la vía de la formación académica.

Mientras veía el video no podía evitar preguntarme cómo pudimos llegar a esto, cómo permitimos que nuestras casas de estudios universitarios cayeran derrumbadas frente a la infamia y la desidia, cómo podemos seguir haciéndonos los locos y los desentendidos frente a una realidad que es común para todas las universidades nacionales, y para el país en general. Resulta patético y estremecedor confrontar las imágenes del joven vestido con traje académico (con su toga, su birrete y su medalla al cuello, al recibir el título universitario), con un contexto sencillamente monstruoso: destrucción, abandono, desolación, ruina, infamia, vandalismo, perversión, complicidad y olvido.

La destrucción de la universidad venezolana, es la destrucción del país, es tirar a la basura décadas de esperanza por un mejor destino para todos. La realidad que nos muestra el joven en su video es común para todas nuestras casas de estudios universitarios, dejadas a su suerte, sin presupuesto, sin apoyo por parte del Estado para que sigan cumpliendo su tarea, que les es consustancial por Ley: ser rectoras de la vida de la nación. Sin embargo, también hay que decirlo: desde hace años estas casas no han podido renovar su liderazgo, están imposibilitadas para llamar a elecciones, y esto ha resultado muy grave, paralizante, y si se quiere contraproducente. Desde hace mucho más de una década las universidades lucen los mismos rostros, las mismas autoridades, y esto se ha traducido en una suerte de cansancio y de agotamiento por parte de muchas. Vemos cómo pasa el tiempo sin que se produzca un cambio, mientras tanto algunas han fallecido, otras han renunciado, y a la final, de continuar en este “limbo”, no quedarán en los cargos autoridades democráticamente electas, sino encargadas y puestas a dedo. Por desgracia, todo esto se ha traducido en la pérdida de la autonomía en todas sus aristas, y la consecuente herida mortal para su calidad y su pertinencia.
 
No obstante, a pesar de todo este desolador panorama, de este macabro “plan” para extinguirlas, que nos duele en el alma, las instituciones universitarias continúan haciendo denodados esfuerzos para seguir, y hasta resulta gratificante ver que algunas de ellas siguen apareciendo en los ránquines continentales y del mundo, lo que indica que, a pesar de la inmensa crisis que viven, de la seca presupuestaria, de las acciones del hampa que las desvalijan y saquean, de la pérdida de mucho de su talento humano (profesores, personal administrativo, técnico y obrero, y estudiantes), investigan (producen conocimiento), impactan su contexto social, forman (pre y posgrado) y publican. Empero, lo alcanzado recientemente (que resulta mínimo para lo que significó en otros tiempos) está en riesgo, las universidades han soportado con estoicismo y hasta con dignidad los avatares, pero hasta la pasión, la vocación y el empeño tienen sus límites.
 
La universidad venezolana está minimizada, trabajando a un cuarto de máquina, luchando para no cerrar sus puertas, pero la fuerte crisis atenta contra ella, le mina sus bases, le horada sus fuerzas. Al estar completamente desamparada, día a día pierde su patrimonio (edificaciones, equipos, muebles, vehículos, bibliotecas, laboratorios, aulas, espacios verdes) y se hace cuesta arriba la prosecución de las actividades. Como si la crisis nacional no le bastara, la pandemia representó un dardo envenenado. Con el cese de las actividades presenciales las dependencias universitarias se convirtieron en espacios solitarios, “propicios” para la delincuencia, perdiendo en poco más de año y medio lo que les costó muchos años y grandes esfuerzos para alcanzar. Y si a esto aunamos la dramática pérdida del poder adquisitivo de los salarios y pensiones de su personal (calificado al más alto nivel), así como de la seguridad social y de los servicios de salud, ya me dirán si no es como para sentarse a llorar.

La universidad venezolana tiene las puertas “abiertas” gracias al empeño sobrehumano del personal, que la subsidia, la sueña y se sacrifica (sin contar con medios económicos, gasolina, gas, ni servicios públicos). ¿Hasta cuándo? No lo sabemos, pero el panorama no es muy alentador que digamos. No nos extrañe, pues, videos como el que hoy les comento, porque es el testimonio audiovisual de la Venezuela que tenemos, pero también de la otra que sus hijos anhelamos. El film quedará para la posteridad, para que no se diga luego que eso es mentira, que nunca se dio y que son meros inventos.
Nuestra memoria suele ser muy frágil.
 
@GilOtaiza

rigilo99@gmail.com

Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario