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A propósito del Natalicio del Libertador

Su legado no solo ha transcendido las fronteras de los países bolivarianos, Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, a quienes dio la libertad, sino que le ha permitido ser reconocido como el hombre más influyente del S. XIX

  • DYLAN J. PEREIRA

24/07/2021 05:00 am

El 24 de julio de 1783, nace en Caracas Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco a quien la historia luego de 1813 bautizaría como El Libertador. Su legado no solo ha transcendido las fronteras de los países bolivarianos, Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, a quienes dio la libertad, sino que le ha permitido ser reconocido como el hombre más influyente del S. XIX; sin lugar a dudas su idea de libertad, su proyecto emancipador, su revolucionaria visión de integración, su republicanismo y la preponderancia que le otorga el padre de la Patria a la educación para el desarrollo de los pueblos, le convierten en un hombre extraordinario, deslumbrantemente avanzado a su época en acciones e ideales y digno de toda admiración.

Cuando el 5 de julio de 1811 se declara que las “Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representante”, ocurre una ruptura con la monarquía a nivel de ideología, pensamiento y de sistema radical; en Venezuela nunca surgirían adeptos monárquicos; siempre se conservará el espíritu y la visión de la construcción de una República, eso sí con sus matices en cada ideología o lenguaje político. El propio Bolívar nunca aspiró a convertirse en Simón I, desprendiéndose así de cualquier rasgo de legitimidad política hereditaria y divorciándose de cualquier tesis adámica que pudiese justificar esto. Sin embargo, hasta el 5 de julio aún no está establecido un modelo de república, o en realidad un régimen político al que se apunte explícitamente; será en el desarrollo de los años 20, 30 y décadas sucesivas donde se forjará un modelo de república al cual apuntar y un arquetipo de ciudadano al cual modelar.

Bolívar en Angostura afirmará: “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, esto ratifica lo afirmado anteriormente en cuanto a la función social reguladora y formativa de la población que se le adjudicaría al proyecto de la nueva constitución, en aras de ampliar el espectro de ciudadanía. “El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados son las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un republicano.” Aquí Bolívar esgrime las virtudes y el propósito que debe alcanzar el pueblo venezolano, sentenciando “Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades.” En efecto, como ha señalado el profesor Guillermo Tell Aveledo la virtud pública, y en especial su ausencia, será una preocupación bolivariana y un eje central en el pensamiento político de Bolívar.

Dentro de este marco, particularmente para el “humanismo cívico” de Bolívar, será influyente la visión rousseauniana, que dentro de su visión de la sociedad política, identifica dentro de un mismo concepto el Estado y el Pueblo, que complejiza esta concepción de una “voluntad general” y la identificación del Libertador a la figura de un “Legislador”

Hoy, celebrando el natalicio de Bolívar resulta interesante analizar esta sentencia del Libertador asociada a la moral y las luces bajo la lupa de los clásicos. Sócrates considera que nuestros deseos más profundos no son ajenos a la moral. No deseamos el placer y el poder a cualquier precio, porque traicionaría una voluntad más radical, la voluntad de justicia, y por ello no viene a contrariar o limitar nuestra naturaleza; de hecho, la moral, busca conducir la expresión verdadera del ser humano, por ello su vitalidad. Además, para Sócrates el conocimiento moral es imprescindible para lograr aquella reconciliación con la realidad y es requerido por nuestra naturaleza, es fundamental para distinguir el bien real y el bien aparente, y este discernimiento entre el bien y el mal, es uno de nuestros compromisos, deberes y fin último que queremos como seres humanos.

Esta capacidad de distinguir entre el bien y el mal depende en gran medida del compromiso práctico con el bien. Si el hombre es libre, ya no es una marioneta en manos del azar, ni debe al capricho del destino la palabra final sobre su vida, otra verdad fundamental en esta frase de El Libertador.

Forjar la voluntad. El empeño moral consiste en procurar, mediante la razón, que moldea nuestro apetito y fija nuestras tendencias, el crecimiento integrado de nuestras tendencias y apetitos, y el fruto de este empeño moral es la virtud moral. En todo este marco se menciona con repetitividad la verdad, y sin duda las luces, el conocimiento, es una de las vías para desvelar la verdad.

En definitiva, en esta sentencia de Bolívar, nos encontramos con una fórmula interdependiente, con elementos como la moral y las luces, para alcanzar verdaderamente una realidad del ser humano como lo es la libertad, inalcanzable sin estos dos elementos. Esta sentencia promueve, sin duda, el crecimiento del hombre desde dentro, lo que le perfecciona. La razón incorrecta no permite transcender el ámbito de la mera vida y pasar al de la vida buena, libre, recta, moral y verdadera.

Esta breve reflexión reafirma la vigencia y transcendencia de la vida, obra y pensamiento de Bolívar. Quizás una de las tareas pendientes más importantes es una verdadera y franca integración de nuestros pueblos. Bolívar es y será siempre un gran hombre universal.

Dylanjpereira01@gmail.com
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