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Los libros y sus solidaridades

Lo sucedido se denomina, ni más ni menos, la verosimilitud del relato. Las preguntas de Fernando me alegraron, porque el ardid, la farsa que es toda narración, cumplió su tarea. El lector se creyó todo lo que le contaba...

  • RICARDO GIL OTAIZA

11/07/2021 05:03 am

Estoy francamente impresionado por la cantidad de mensajes recibidos en mi WhatsApp referidos al artículo del domingo pasado, que titulé Tristeza por los libros (EU). Impresionado, porque nunca pensé que los libros azuzaran entre nosotros tantos afectos y tantas solidaridades. En pocas palabras, a pesar del portento de la tecnología digital, o precisamente por él, los libros continúan concitando afectos y profundas emociones. Escucho no sin terror desde hace muchos años, los mensajes agoreros en torno a la desaparición del libro de papel, para dar paso a las formas electrónicas, sin embargo, y de manera paradójica y desconcertante para quienes así lo preconizan, los libros en formato de papel no es que se sigan vendiendo, sino que se venden más que nunca, y también aumenta de manera exponencial el número de lectores en casi todo el orbe, y de quienes prefieren llevar en la mano a esos amigos consecuentes y habladores, que no cejan en su empeño de decirnos tantas cosas, de enriquecer nuestro intelecto, de acompañarnos siempre en una suerte de dialógica que no cesa jamás con el autor y con el mundo. Créanme, el domingo pasado estuve casi todo el día agradeciendo mensajes, posiciones, posturas intelectuales y también algunas discrepancias, como cabe esperarse también. Me alegran las imágenes que me envían por las redes, en las que se muestran niños y adolescentes sentados leyendo un libro, disfrutando de las historias, creyendo a pie juntillas todo aquello que el narrador suele accionar para atrapar en sus garras a los potenciales lectores.
 
Dos o tres días antes ya había recibido una grata sorpresa por parte de una buena amiga, quien me anunció que su nieto de apenas 10 años estaba leyendo mi libro de relatos titulado: Cuentos. Antología personal (Vicerrectorado Administrativo de la ULA, Ediciones Aleph, 2010). Le dije que me contentaba muchísimo y que estaba a la orden para responder a cualquier pregunta o inquietud que el niño quisiera plantearme. Un rato después me llegó un mensaje del niño, en el que me anunciaba que estaba leyendo el cuento Mi vecino el escritor incluido en el libro Paraíso olvidado. Estas fueron sus dos inquietudes, las cito textualmente: “Bueno entonces comencemos, quién era Bonifacio Herrera, quién es Pablo Coronel y si usted conoció a Bonifacio Herrera”.
 
Las preguntas me sobresaltaron, porque esos dos personajes no existieron en la vida real, son producto de mi imaginación. De inmediato comencé a pensar en ¿cómo explicarle a un niño de 10 años que esos dos personajes, que hablan y se mueven en el relato, que tienen vida en el cuento, que lo engancharon hasta el punto de interesarse por sus vidas, no son reales, son inventados, son mera ficción? Pareciera fácil, amigos, pero no es así. Me paseé como león enjaulado de uno a otro lado de la sala, hasta que me dije que tenía que hablarle con la mayor honestidad posible, que él me entendería. No lo llamé, pero le envié un extenso mensaje de voz por WhastApp, en el que le expliqué con las palabras más directas posibles lo que quería saber. Grosso modo esta fue mi respuesta: “Hola Fernando, gusto en saludarte, y me alegra que me estés leyendo. Me encanta que vayas por el cuento Mi vecino el escritor. Mira, esos personajes no existieron, son producto de mi fantasía. El escritor Bonifacio Herrera en realidad no vivió jamás, es un personaje que responde a una historia que yo creé en mi mente, en mi fantasía. Pablo Coronel soy yo. Aunque no necesariamente el que cuenta la historia deba ser el autor como tal, porque hay distintos tipos de narradores, pero en este caso siempre que vuelvo a ese cuento asumo que soy Pablo Coronel. El personaje Bonifacio Herrera podría ser cualquier escritor mayor quien le dedicó toda la vida a la realización de una obra y luego se quedó solo, olvidado por la sociedad. Este muchacho Pablo, quien desde siempre lo admiró, por fin encontró las fuerzas para acercarse al escritor. Ahí lo que planteo Fernando es la soledad en la que se encuentran muchas personas que tuvieron fama, dinero, familia y amigos, que tuvieron unas relaciones extraordinarias, pero al final de sus días se quedaron solas. A lo largo de mi obra vas a encontrar el fenómeno de la soledad; he planteado el mismo tema en otros cuentos. No sé, la soledad ha sido algo que desde muy joven, desde muy niño, quizás desde tu edad, me interesó. Bonifacio podría ser cualquier artista que después de tenerlo todo, se quedó solo. A Pablo Coronel le da tristeza esa soledad, sobre todo cuando las personas requieren de más compañía y apoyo.” El niño me respondió: “Me encantan sus libros. Me di cuenta de que publicó el libro en Internet porque buscamos quién era Bonifacio Herrera. Jajjjajjaajajaj. Lo buscamos por Google”.
 
Lo sucedido se denomina, ni más ni menos, la verosimilitud del relato. Las preguntas de Fernando me alegraron, porque el ardid, la farsa que es toda narración, cumplió su tarea. El lector se creyó todo lo que le contaba. ¿Puede un escritor recibir mayor reconocimiento y solidaridad que la de un lector?

@RicardoGilOtaiza

rigilo99@gmail.com

www.ricardogilotaiza.blogspot.com


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