La pastelería es una profesión complicada porque exige mucho de química, una ciencia que no admite equivocaciones cuando se quiere obtener un resultado determinado; y otro tanto de estética, donde la objetividad es muy relativa y privan ciertos gustos, la educación y las experiencias de vida. Por eso cuando alguien abre una pastelería, está incursionando en un negocio complejo porque es un lugar donde se satisfacen caprichos más que el apetito. Donde la belleza de un bombón algunas veces puede ser superior a su mismo sabor, o una torta de chocolate nos puede transportar a los años de la infancia, o simplemente puede ser la excusa para entablar una conversación y comenzar una amistad. Pero también nos puede relacionar con la historia porque encontramos postres ancestrales que han viajado en el tiempo y a través de la geografía para seguir existiendo y para que quien los elabora no pierda sus vínculos con el pasado.