El perro del green del hoyo 17
Su presencia en pleno Abierto de Venezuela dejó paralizado al público que seguía a los punteros
Caracas.- El último XXXV Abierto de Venezuela, disputado en los cuidados prados del Caracas Country Club, fue uno de los más emocionantes que la memoria reciente recuerde.
Hubo hasta cuatro golfistas pugnando por el título en las últimas banderas, lo que generó una buena dosis de adrenalina al ambiente. En efecto, George Trujillo, Manuel Torres, Miguel Martínez y el jovencísimo Virgilio Paz apelaron a sus mejores armas y eso se tradujo en una inusitada convocatoria de público que los siguió hoyo a hoyo, aplaudiendo los certeros tiros y lamentándose de los yerros de los protagonistas en cuestión.
Sin embargo, la cerrada competencia tuvo un punto de fractura en la penúltima bandera. Allí, este entusiasta público, jugadores y hasta sus caddies quedaron por varios segundos prácticamente paralizados, y no precisamente por la ejecución de un Albatros, un eagle (águila) o un birdie (pajarito), sino por un gran perro marrón que con desparpajo ingresó por una de las puertas del Caracas Country Club y se paseó con lentitud por el green del hoyo 17.
Todos quedaron inmóviles y en completo silencio, al punto que se podía escuchar con claridad el aletear de las abejas, los lejanos graznidos de las aves y el ruido de los autos. Nadie movió un músculo ante la amenazante figura del brioso can, que por su parte no se mostró agresivo, todo lo contrario.
Su grueso cuello, engalanado por una bella correa verde, giraba con lentitud de un lado a otro y sus ojos oscuros se clavaban indiscriminadamente en las caras de los presentes, algunos de los cuales no le podían aguantar la penetrante mirada al inesperado visitante.
Así pasaron segundos que parecieron minutos, hasta que el perro se abrió paso entre la multitud y fue a revolcarse en la perfecta grama del tee del hoyo 18. Fue allí cuando tiempo y espacio se normalizaron, los jugadores regresaron a lo suyo y el público siguió disfrutando del espectáculo.
Apoltronado en sus patas traseras el can vio con displicencia como el carnaval multicolor de golfistas, caddies y aficionados comenzó a movilizarse por la suave pendiente hasta el green del 18 donde se resolvería finalmente la contienda deportiva. Entonces me miró fijamente y en su boca pude percibir una levísima sonrisa (o lo imaginé), tras lo cual le acaricié una de las orejas, lo cual agradeció lamiéndome la mano. Luego seguí mi camino.
El putt final del campeón George Trujillo desencadenó una euforia general en el Country Club. Aplausos, vítores, abrazos, fotos, entrevistas. Todos tenían una opinión acerca del torneo y cada quien se ubicaba de la mejor manera para ver sin obstáculos el acto de premiación.
Más abrazos, entrevistas y fotos cerca de la casa club. Di la vuelta y pude observar al perro del collar verde que me veía fijamente a la distancia, protegido por la sombra de un gran árbol de mango. Movió casi imperceptiblemente la cabeza, guiñó un ojo (o lo imaginé), dio la vuelta y comenzó a bajar la pendiente hacia el sur, hacia el green del hoyo 17.
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