Desde Yaracuy el “aprender haciendo” impulsa al sector agroindustrial
Educación / Instituto universitario concentra esfuerzos para profesionales avanzados. Identificar necesidades productivas permite potenciar el desarrollo de competencias
Pedro Rojas
EL UNIVERSAL
El nacimiento de una institución educativa es un proceso complejo y multifacético, impulsado por una visión y sostenido por la colaboración. En el caso del Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial JHS (IUTA JHS), su origen se remonta a una necesidad práctica: la formación de personal calificado para operar en instalaciones agroindustriales de manera profesional.
Así, lo que comenzó como un programa de capacitación técnica para bachilleres, evolucionó hasta convertirse en un instituto universitario de tecnología. La idea inicial era sencilla: preparar a jóvenes recién graduados para desempeñarse como técnicos en la agroindustria con habilidades prácticas. No obstante, con el apoyo de diversos aliados se impulsó un proyecto que trascendió para mejor sobre sus líneas originales.
En esto Andrónico Varela, vicepresidente del Grupo JHS, destaca que el IUTA JHS contó con la invaluable colaboración de expertos de prestigiosas universidades venezolanas, como la Universidad del Táchira, la Universidad Francisco de Miranda y la Universidad Central de Venezuela. “Estos profesionales aportaron su conocimiento y experiencia para construir una malla curricular que respondiera a las necesidades del sector agroindustrial”.
Detalla Varela que el proceso de diseño curricular “se inició con un análisis exhaustivo de las demandas del entorno agroindustrial. Un equipo liderado por un profesor de la Universidad del Táchira se encargó de identificar las necesidades y traducirlas en competencias profesionales”.
Este enfoque garantizó que el plan de estudios estuviera alineado con las exigencias del mercado laboral, preparando a los estudiantes para enfrentar los desafíos del sector agroindustrial dedicado a la producción de pollos y huevos.
Construyendo el futuro
Desde el inicio del proyecto, en 2012, la visión ha logrado transformarse y crecer con el tiempo. Simultáneamente al desarrollo del currículo y la elaboración de los contenidos para la posterior aprobación del Ministerio de Educación, “nos embarcamos en la creación de la sede física del IUTA JHS. Para ello, destinamos un espacio en una de nuestras granjas y comenzamos la construcción de un edificio de dos plantas”, explica Varela.
Amplía destacando que en la sede de la institución, ubicada en la carretera principal de Hato Viejo, Guayabal 3214, en Nirgua, estado Yaracuy, “la planta baja alberga las aulas, un comedor con su cocina y un área de esparcimiento para los estudiantes. En la segunda planta, se encuentran seis aulas adicionales, un auditorio y un espacio de uso común. Además, se construyó una cancha deportiva para complementar las instalaciones”.
La creación de una infraestructura moderna y funcional fue un paso crucial en la materialización del proyecto, proporcionando un entorno propicio para el aprendizaje y el desarrollo integral de los estudiantes.
El desafío de la captación
En 2018, con la sede física y el plan de estudios completos, el Ministerio de Educación Universitaria otorgó la aprobación tanto al instituto como a sus carreras. Se marcó así la consolidación del proyecto, dando inicio a una nueva etapa: la captación de estudiantes de las comunidades locales.
Inicialmente, la tarea resultó ardua. “Se realizaron visitas y charlas en liceos de la zona, así como campañas de difusión en medios de comunicación. Sin embargo, la atracción de estudiantes fue un desafío, ya que muchos jóvenes optaban por migrar a otras ciudades para cursar estudios universitarios tradicionales”, destacó Varela.
A pesar de los obstáculos, se logró conformar el primer grupo de estudiantes, quienes participaron en un curso de inducción. No obstante, el inicio del primer semestre se vio interrumpido por la pandemia, lo que obligó a replantear las actividades.
A pesar de las dificultades iniciales, la perseverancia rindió frutos. “Gracias a la difusión en emisoras de radio, medios locales, visitas a liceos y la colaboración con la alcaldía, se logró despertar el interés de la comunidad”, destaca. Para el próximo período académico se han registrado 240 interesados, superando ampliamente la capacidad de 30 cupos disponibles.
Modelo educativo integral
Con el tiempo, la comunidad local ha reconocido el valor de la oferta educativa, lo que se ha traducido en un aumento significativo de solicitudes. Conscientes de la importancia de la calidad, “hemos optado por mantener grupos reducidos, garantizando una atención personalizada. Nuestro programa se caracteriza por una inmersión total, que incluye transporte desde zonas aledañas hasta el instituto”, destaca Varela.
“La jornada académica se divide en dos partes: por la mañana, los estudiantes cursan las asignaturas aprobadas por el Ministerio de Educación; por la tarde, participan en actividades deportivas, recreativas, culturales y prácticas en la granja. Este enfoque pedagógico, basado en el principio de aprender haciendo, permite a los estudiantes aplicar los conocimientos teóricos en un entorno real” agrega.
De esta forma, el instituto ha logrado acortar la brecha entre la academia y el campo laboral, diseñando un plan de estudios alineado con las necesidades de la agroindustria y ubicando la institución en estrecha proximidad con el área de trabajo. Esta cercanía facilita el contacto constante de los estudiantes con la práctica profesional.
Profesionalización
Los estudiantes provenientes de zonas rurales suelen poseer conocimientos empíricos valiosos sobre sistemas de producción agroindustrial. Sin embargo, en el instituto, creen firmemente en la importancia de complementar esta experiencia con una formación académica profesional. Este enfoque permite a los estudiantes comprender y optimizar las prácticas que ya realizan de manera intuitiva. La profesionalización del conocimiento empírico es, por tanto, uno de los pilares fundamentales del modelo educativo.
“Un punto que consideramos esencial para el desarrollo de la agroindustria en Venezuela es la capacidad de innovar. Por eso fomentamos la búsqueda de soluciones en productos, servicios y procesos. Desde el primer semestre, incentivamos a los estudiantes a proponer ideas y a participar”, amplía Varela.
Los estudiantes de primer semestre van concretando conocimientos que les permitan presentar proyectos que vinculan aprendizajes adquiridos con las necesidades del entorno. “Hay ideas relacionadas con el aprovechamiento de subproductos y desechos de granja; la reutilización de cáscaras de huevo y el desarrollo de productos para la sanitización y bioseguridad en las instalaciones agropecuarias”, explica Varela.
Para crecer y avanzar
Más allá de la estrecha vinculación de los estudiantes con el Grupo JHS, el IUTA JHS ofrece una formación integral que los prepara para una amplia gama de oportunidades profesionales, incluso en empresas competidoras del sector. “Nuestro objetivo es que los estudiantes adquieran los conocimientos necesarios para adaptarse a sistemas de producción industrializados, pero también fomentar su espíritu emprendedor”, precisa Varela.
Una visión completa para la producción nacional
El proceso de acreditación por parte del Ministerio de Educación Universitaria ha sido respaldado por comentarios muy positivos de equipos de evaluadores. “Ofrecemos una educación gratuita a nuestros estudiantes, gracias a un sistema de becas que financia los estudios, lo que nos permite cubrir la totalidad de la matrícula”, dice Andrónico Varela, vicepresidente del Grupo JHS.
La formación integral se complementa con el valioso capital humano del Grupo JHS, que incluye expertos en mercadeo, comunicación, planes de negocio y finanzas. La experiencia de estos profesionales enriquece el proceso de aprendizaje y brinda a los estudiantes las herramientas necesarias para alcanzar el éxito.
“Buscamos que el instituto sea sustentable, por lo que hemos implementado unidades de producción. Los estudiantes participan activamente en la gestión de ellas, desde la recolección de huevos hasta la vacunación de aves, y los productos obtenidos se comercializan en la comunidad a precios realmente competitivos” detalla Varela.
Con el objetivo de reconocer y validar esta experiencia, ahora están “desarrollando un programa de Certificación de Saberes y Oficios, basado en las metodologías de instituciones especializadas. Este programa permitirá certificar las competencias de profesionales, tanto dentro como fuera de nuestro grupo empresarial”, detalla.

EL UNIVERSAL
El nacimiento de una institución educativa es un proceso complejo y multifacético, impulsado por una visión y sostenido por la colaboración. En el caso del Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial JHS (IUTA JHS), su origen se remonta a una necesidad práctica: la formación de personal calificado para operar en instalaciones agroindustriales de manera profesional.
Así, lo que comenzó como un programa de capacitación técnica para bachilleres, evolucionó hasta convertirse en un instituto universitario de tecnología. La idea inicial era sencilla: preparar a jóvenes recién graduados para desempeñarse como técnicos en la agroindustria con habilidades prácticas. No obstante, con el apoyo de diversos aliados se impulsó un proyecto que trascendió para mejor sobre sus líneas originales.
En esto Andrónico Varela, vicepresidente del Grupo JHS, destaca que el IUTA JHS contó con la invaluable colaboración de expertos de prestigiosas universidades venezolanas, como la Universidad del Táchira, la Universidad Francisco de Miranda y la Universidad Central de Venezuela. “Estos profesionales aportaron su conocimiento y experiencia para construir una malla curricular que respondiera a las necesidades del sector agroindustrial”.
Detalla Varela que el proceso de diseño curricular “se inició con un análisis exhaustivo de las demandas del entorno agroindustrial. Un equipo liderado por un profesor de la Universidad del Táchira se encargó de identificar las necesidades y traducirlas en competencias profesionales”.
Este enfoque garantizó que el plan de estudios estuviera alineado con las exigencias del mercado laboral, preparando a los estudiantes para enfrentar los desafíos del sector agroindustrial dedicado a la producción de pollos y huevos.
Construyendo el futuro
Desde el inicio del proyecto, en 2012, la visión ha logrado transformarse y crecer con el tiempo. Simultáneamente al desarrollo del currículo y la elaboración de los contenidos para la posterior aprobación del Ministerio de Educación, “nos embarcamos en la creación de la sede física del IUTA JHS. Para ello, destinamos un espacio en una de nuestras granjas y comenzamos la construcción de un edificio de dos plantas”, explica Varela.
Amplía destacando que en la sede de la institución, ubicada en la carretera principal de Hato Viejo, Guayabal 3214, en Nirgua, estado Yaracuy, “la planta baja alberga las aulas, un comedor con su cocina y un área de esparcimiento para los estudiantes. En la segunda planta, se encuentran seis aulas adicionales, un auditorio y un espacio de uso común. Además, se construyó una cancha deportiva para complementar las instalaciones”.
La creación de una infraestructura moderna y funcional fue un paso crucial en la materialización del proyecto, proporcionando un entorno propicio para el aprendizaje y el desarrollo integral de los estudiantes.
El desafío de la captación
En 2018, con la sede física y el plan de estudios completos, el Ministerio de Educación Universitaria otorgó la aprobación tanto al instituto como a sus carreras. Se marcó así la consolidación del proyecto, dando inicio a una nueva etapa: la captación de estudiantes de las comunidades locales.
Inicialmente, la tarea resultó ardua. “Se realizaron visitas y charlas en liceos de la zona, así como campañas de difusión en medios de comunicación. Sin embargo, la atracción de estudiantes fue un desafío, ya que muchos jóvenes optaban por migrar a otras ciudades para cursar estudios universitarios tradicionales”, destacó Varela.
A pesar de los obstáculos, se logró conformar el primer grupo de estudiantes, quienes participaron en un curso de inducción. No obstante, el inicio del primer semestre se vio interrumpido por la pandemia, lo que obligó a replantear las actividades.
A pesar de las dificultades iniciales, la perseverancia rindió frutos. “Gracias a la difusión en emisoras de radio, medios locales, visitas a liceos y la colaboración con la alcaldía, se logró despertar el interés de la comunidad”, destaca. Para el próximo período académico se han registrado 240 interesados, superando ampliamente la capacidad de 30 cupos disponibles.
Modelo educativo integral
Con el tiempo, la comunidad local ha reconocido el valor de la oferta educativa, lo que se ha traducido en un aumento significativo de solicitudes. Conscientes de la importancia de la calidad, “hemos optado por mantener grupos reducidos, garantizando una atención personalizada. Nuestro programa se caracteriza por una inmersión total, que incluye transporte desde zonas aledañas hasta el instituto”, destaca Varela.
“La jornada académica se divide en dos partes: por la mañana, los estudiantes cursan las asignaturas aprobadas por el Ministerio de Educación; por la tarde, participan en actividades deportivas, recreativas, culturales y prácticas en la granja. Este enfoque pedagógico, basado en el principio de aprender haciendo, permite a los estudiantes aplicar los conocimientos teóricos en un entorno real” agrega.
De esta forma, el instituto ha logrado acortar la brecha entre la academia y el campo laboral, diseñando un plan de estudios alineado con las necesidades de la agroindustria y ubicando la institución en estrecha proximidad con el área de trabajo. Esta cercanía facilita el contacto constante de los estudiantes con la práctica profesional.
Profesionalización
Los estudiantes provenientes de zonas rurales suelen poseer conocimientos empíricos valiosos sobre sistemas de producción agroindustrial. Sin embargo, en el instituto, creen firmemente en la importancia de complementar esta experiencia con una formación académica profesional. Este enfoque permite a los estudiantes comprender y optimizar las prácticas que ya realizan de manera intuitiva. La profesionalización del conocimiento empírico es, por tanto, uno de los pilares fundamentales del modelo educativo.
“Un punto que consideramos esencial para el desarrollo de la agroindustria en Venezuela es la capacidad de innovar. Por eso fomentamos la búsqueda de soluciones en productos, servicios y procesos. Desde el primer semestre, incentivamos a los estudiantes a proponer ideas y a participar”, amplía Varela.
Los estudiantes de primer semestre van concretando conocimientos que les permitan presentar proyectos que vinculan aprendizajes adquiridos con las necesidades del entorno. “Hay ideas relacionadas con el aprovechamiento de subproductos y desechos de granja; la reutilización de cáscaras de huevo y el desarrollo de productos para la sanitización y bioseguridad en las instalaciones agropecuarias”, explica Varela.
Para crecer y avanzar
Más allá de la estrecha vinculación de los estudiantes con el Grupo JHS, el IUTA JHS ofrece una formación integral que los prepara para una amplia gama de oportunidades profesionales, incluso en empresas competidoras del sector. “Nuestro objetivo es que los estudiantes adquieran los conocimientos necesarios para adaptarse a sistemas de producción industrializados, pero también fomentar su espíritu emprendedor”, precisa Varela.
Una visión completa para la producción nacional
El proceso de acreditación por parte del Ministerio de Educación Universitaria ha sido respaldado por comentarios muy positivos de equipos de evaluadores. “Ofrecemos una educación gratuita a nuestros estudiantes, gracias a un sistema de becas que financia los estudios, lo que nos permite cubrir la totalidad de la matrícula”, dice Andrónico Varela, vicepresidente del Grupo JHS.
La formación integral se complementa con el valioso capital humano del Grupo JHS, que incluye expertos en mercadeo, comunicación, planes de negocio y finanzas. La experiencia de estos profesionales enriquece el proceso de aprendizaje y brinda a los estudiantes las herramientas necesarias para alcanzar el éxito.
“Buscamos que el instituto sea sustentable, por lo que hemos implementado unidades de producción. Los estudiantes participan activamente en la gestión de ellas, desde la recolección de huevos hasta la vacunación de aves, y los productos obtenidos se comercializan en la comunidad a precios realmente competitivos” detalla Varela.
Con el objetivo de reconocer y validar esta experiencia, ahora están “desarrollando un programa de Certificación de Saberes y Oficios, basado en las metodologías de instituciones especializadas. Este programa permitirá certificar las competencias de profesionales, tanto dentro como fuera de nuestro grupo empresarial”, detalla.

Las instalaciones facilitan el aprendizaje con laboratorios y espacios de esparcimiento. CORTESÍA

Jorge Alfredo Silva Cardona y Andrónico Varela, del Grupo JHS, comparten con los estudiantes en la sede de Yaracuy. CORTESÍA

Los estudiantes se sumergen en los procesos agroindustriales. CORTESÍA
"La virtualización también ha sido un eje fundamental para facilitar la participación de expertos en conferencias y clases, desde cualquier lugar del país o del mundo”
ANDRÓNICO VARELA
Vicepresidente del Grupo JHS

Jorge Alfredo Silva Cardona y Andrónico Varela, del Grupo JHS, comparten con los estudiantes en la sede de Yaracuy. CORTESÍA

Los estudiantes se sumergen en los procesos agroindustriales. CORTESÍA
"La virtualización también ha sido un eje fundamental para facilitar la participación de expertos en conferencias y clases, desde cualquier lugar del país o del mundo”
ANDRÓNICO VARELA
Vicepresidente del Grupo JHS
6 semestres impulsan modelo pedagógico hacia el desarrollo integral de los estudiantes, vinculando teoría y práctica.
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