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Táchira celebra el día de su patrona la Virgen de La Consolación de Táriba

En 1813, Simón Bolívar visitó el templo de la Consolación de Táriba y el presbítero Gabriel Pineda le entregó las lámparas de plata que acompañaban a la virgen para apoyar la causa liberadora

  • LORENA EVELYN ARRÁIZ

15/08/2018 11:19 am

San Cristóbal.- Como cada 15 de agosto, la colectividad tachirense rinde culto a la Virgen de la Consolación de Táriba. Enmarcada dentro de las ferias en honor a la patrona de la entidad andina, desde la madrugada cientos de personas realizan la peregrinación desde San Cristóbal hasta el municipio Cárdenas, donde se encuentra la Basílica. Allí se realiza la homilía a cargo de monseñor Mario Moronta.

La historia cuenta que en el año 1560, dos padres agustinos venidos del Nuevo Reino de Granada llegaron a Táriba, llevando de San Cristóbal una tabla con la imagen de la Virgen. En 1600, se construyó una ermita para su veneración y desde entonces ha sido un emblema importante, al igual que el Santo Cristo de La Grita.

Sobre la Consolación de Táriba hay muchas anécdotas, una de ellas es que el relicario de la virgen también es el más antiguo de Venezuela. Lo mandó a hacer el obispo de Santa Marta, Jaime de Pastrana, hace 326 años. “Sobrevivió a la guerra de la Independencia, la Federal y todas las demás que se gestaron”, según contó el presbítero Edgar Sánchez.

Los estudiosos de esta avocación también cuentan que el 17 de abril de 1813, Simón Bolívar visitó el templo de la Consolación de Táriba. En aquel entonces, el presbítero Gabriel Pineda le entregó las lámparas de plata que acompañaban a la virgen para apoyar la causa libertadora.

De igual manera, el general andino Cipriano Castro le regaló la media luna que sostiene la tablilla donde está la imagen de la virgen.

La misa a la “madre de los andes”, como la llama monseñor Mario Moronta, se realiza en las afueras de la Basílica cuyos espacios quedan pequeños ante la cantidad de feligreses que participan.



Testimonios de fe

Sobre los favores de la “madre de los andes” –como la llama monseñor Mario Moronta- son muchos los testimonios de sus devotos. A su altar llevan fotografías, medallas, copias de títulos universitarios y hasta coronas de reinas como muestras de agradecimiento. Aquí algunas de las experiencias de feligreses del Táchira.

Yéssica Andreina Gámez: "Cuando tenía seis años convulsioné. Luego me diagnosticaron epilepsia. Durante algunos años las convulsiones fueron parte de mi vida, hasta el momento que yo misma le pedí a la Virgen de La Consolación que intercediera. Convulsioné por última vez en la Basílica de Táriba. Por causa de la epilepsia, el médico le dijo a mi mamá que no me exigiera mucho, que por mi condición no iba a lograr sacar ni el bachillerato. Gracias a Dios, a la Virgen de la Consolación y a mi madre, ya estoy a meses de recibir mi título como Licenciada en la Universidad de Los Andes Táchira".

Elsa Carrillo: "Podría decir que es mi paño de lágrimas, de tantos favores concedidos, el más destacado ha sido por salud, cuando yo tenía 17 años y tres operaciones encima. Otra, al tener a mi sobrino de vuelta luego de un disparo que lo mantuvo en coma. Ella, La Consolación con su maternal bendición; el Santo Cristo; Santa Rita y; San Judas, han sido el soporte y bendición en nuestras necesidades".

Dayana Medina: "Tenía un año de vida, me dio meningitis. Desde ese día hasta el sol de hoy, soy fiel creyente de la Virgen, ya que no me dieron esperanza y ya son 30 años caminando y ella cumpliéndome todo lo que le pida".

Mariely Nathaly Zambrano: "Mi abuelo me contó que él tenía epilepsia en su niñez. Sus padres lo llevaron donde la Virgen y más nunca volvió a tener ese mal en su cuerpo. Siendo adulto, le dio diabetes y le pidió a la Virgen vivir mucho tiempo con la enfermedad y que no fuese necesario aplicar insulina y efectivamente duró 35 años con la enfermedad. Él me enseñó a ir a la Basílica. Cuando cumplí la mayoría de edad, no podía estar lejos un 15 de agosto. Ahora vivo en Lima, lloro y rezo cada vez que pienso que estoy lejos. Lo primero que metí a mi maleta fue un cuadro de mi Virgencita".

Luz López Maldonado: "En el 2012 me iba a hacer pasantías en Caracas y no tenía vivienda; entonces me dijeron que se lo pidiera a la Virgen en su día. Caminé, le pedí y me fui a Caracas. El hotel donde hice las pasantías me dio hospedaje, comida, gimnasio y servicios de lavandería todo gratis. Luego en el 2017, le pedí a la virgen que me ayudara con mis papeles rusos que estaban súper complicados y tenía un año en ese proceso y cuando fui a mi siguiente cita, en cinco minutos obtuve mis papeles".
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