La vida silvestre se abre paso con el apoyo de personas comprometidas
Preservación completa del ecosistema suma acciones de patrullaje y supervisión
El Parque Nacional Península de Paria está ubicado en el extremo oriental del estado Sucre, en los municipios Arismendi, Mariño y Valdez, y desde diciembre de 1978 cuenta con medidas que lo protegen para que la vida en él se desarrolle sin perturbaciones.
Según se explica en la Gaceta Oficial que lo constituye como “parque nacional”, el propósito de su creación es “proteger la zona montañosa de la Península de Paria, cuya flora y fauna son características de la selva amazónica venezolana”.
Sin embargo, el parque está abierto al excursionismo y la recreación al aire libre, e incluye paisajes, tanto costeros como montañosos, en los que se registran las zonas más altas de la península: Cerro El Patao y Cerro Humo. Ello lo coloca en el mapa de miles de personas que cada año esperan pasar momentos inolvidables, lo cual no siempre es beneficioso para las especies que allí habitan.
Para ello se ha impuesto una rigurosa disciplina que va desde la formalidad de quienes trabajan en conservarlo y alejarlo de los “peligros humanos” hasta quienes año a año se suman como voluntarios en esa tarea.
Estas actividades de carácter desinteresado logran agrupar a cientos de personas de todo el país, quienes además de vivir experiencias increíbles, aportan una responsabilidad mayúscula de preservación ambiental.
Además de personas y organizaciones con espíritu ambientalista, cada año se suman entidades que están en actividades totalmente distintas, pero que hacen la diferencia para lograr la meta esencial. En semanas recientes se informó que la institución financiera Bancamiga se había unido a los esfuerzos de conservación de las tortugas marinas en Paria.
La tarea es titánica y el apoyo de todos, en materia logística y de recursos, es esencial para defender el extraordinario ecosistema donde anidan las especies marinas.
Un sistema que permite a los guardaparques hacer frente a la tala y la cacería furtiva de vida silvestre se impone así en la preservación del Parque Nacional Península de Paria.


Según se explica en la Gaceta Oficial que lo constituye como “parque nacional”, el propósito de su creación es “proteger la zona montañosa de la Península de Paria, cuya flora y fauna son características de la selva amazónica venezolana”.
Sin embargo, el parque está abierto al excursionismo y la recreación al aire libre, e incluye paisajes, tanto costeros como montañosos, en los que se registran las zonas más altas de la península: Cerro El Patao y Cerro Humo. Ello lo coloca en el mapa de miles de personas que cada año esperan pasar momentos inolvidables, lo cual no siempre es beneficioso para las especies que allí habitan.
Para ello se ha impuesto una rigurosa disciplina que va desde la formalidad de quienes trabajan en conservarlo y alejarlo de los “peligros humanos” hasta quienes año a año se suman como voluntarios en esa tarea.
Estas actividades de carácter desinteresado logran agrupar a cientos de personas de todo el país, quienes además de vivir experiencias increíbles, aportan una responsabilidad mayúscula de preservación ambiental.
Además de personas y organizaciones con espíritu ambientalista, cada año se suman entidades que están en actividades totalmente distintas, pero que hacen la diferencia para lograr la meta esencial. En semanas recientes se informó que la institución financiera Bancamiga se había unido a los esfuerzos de conservación de las tortugas marinas en Paria.
La tarea es titánica y el apoyo de todos, en materia logística y de recursos, es esencial para defender el extraordinario ecosistema donde anidan las especies marinas.
Un sistema que permite a los guardaparques hacer frente a la tala y la cacería furtiva de vida silvestre se impone así en la preservación del Parque Nacional Península de Paria.

Quienes asisten a las jornadas son testigos del milagro de la vida. CORTESÍA
Una actividad delicada
Una de las especies protegidas que más fascinan en Venezuela son las tortugas marinas, que desovan en el extremo oriental del estado Sucre.
Sobre el aporte de instituciones, se ha puntualizado que se redoblan los esfuerzos de conservación que realizan organizaciones como Provita, junto al Ministerio de Ecosocialismo (Minec) e Inparques.
Clemente Balladares, coordinador del Programa de Conservación del Minec e investigador asociado de Provita, indica que “Bancamiga está colaborando para apoyar a los guardaparques, dando un aporte que sirve para continuar el patrullaje y la supervisión del parque. Ellos recorren la montaña, el pueblo de Macuro y las playas de anidamiento, y nos avisan de los ilícitos para controlar, para reportar, para tener una idea de cómo está el ambiente y proteger el extraordinario ecosistema”.
Desde el año 2021 se logró que el Parque Nacional Península de Paria se resguardara mediante el sistema de Defensa Global del Parque (GPD, por sus siglas en inglés), una tecnología de Global Conservation diseñada para combatir la tala y la cacería furtiva de vida silvestre.
Las playas de Sucre, en las que se refugian especies amenazadas como la tortuga carey, la tortuga verde y la tortuga cardón, están franqueadas por un exuberante macizo de montaña, cuya flora y fauna son parecidas a las de la Guayana venezolana. La montaña se levanta desde el mar, alcanzando su máxima altitud a los 1.371 msnm.
Los guardaparques dedicados a Paria vigilan 892 kilómetros cuadrados con el software en sus teléfonos, que les facilita georreferenciar los recorridos, reportar hallazgos e ilícitos, y actuar, en caso de que sea necesario, desarmando trampas para capturar especies.
De acuerdo con Balladares, los trabajos de conservación que han realizado en la zona por dos décadas han permitido reducir a 5% el número de nidos saqueados de tortugas marinas.
Una actividad delicada
Una de las especies protegidas que más fascinan en Venezuela son las tortugas marinas, que desovan en el extremo oriental del estado Sucre.
Sobre el aporte de instituciones, se ha puntualizado que se redoblan los esfuerzos de conservación que realizan organizaciones como Provita, junto al Ministerio de Ecosocialismo (Minec) e Inparques.
Clemente Balladares, coordinador del Programa de Conservación del Minec e investigador asociado de Provita, indica que “Bancamiga está colaborando para apoyar a los guardaparques, dando un aporte que sirve para continuar el patrullaje y la supervisión del parque. Ellos recorren la montaña, el pueblo de Macuro y las playas de anidamiento, y nos avisan de los ilícitos para controlar, para reportar, para tener una idea de cómo está el ambiente y proteger el extraordinario ecosistema”.
Desde el año 2021 se logró que el Parque Nacional Península de Paria se resguardara mediante el sistema de Defensa Global del Parque (GPD, por sus siglas en inglés), una tecnología de Global Conservation diseñada para combatir la tala y la cacería furtiva de vida silvestre.
Las playas de Sucre, en las que se refugian especies amenazadas como la tortuga carey, la tortuga verde y la tortuga cardón, están franqueadas por un exuberante macizo de montaña, cuya flora y fauna son parecidas a las de la Guayana venezolana. La montaña se levanta desde el mar, alcanzando su máxima altitud a los 1.371 msnm.
Los guardaparques dedicados a Paria vigilan 892 kilómetros cuadrados con el software en sus teléfonos, que les facilita georreferenciar los recorridos, reportar hallazgos e ilícitos, y actuar, en caso de que sea necesario, desarmando trampas para capturar especies.
De acuerdo con Balladares, los trabajos de conservación que han realizado en la zona por dos décadas han permitido reducir a 5% el número de nidos saqueados de tortugas marinas.

En el parque las costas muestran su belleza desde todos los ángulos. TUCANRECORDS
El respeto de las especies incluye a la comunidad
La labor de cuidado y exhorto a los visitantes también se extiende a los lugareños, quienes son educados por distintas entidades del estado Sucre a “no consumir huevos de tortugas y a contactar a organizaciones competentes cuando se encuentren con un desove”.
Clemente Balladares, coordinador del Programa de Conservación del Minec, resalta que siempre debe estar un especialista para atender el nido. “Además, las personas no deben tocar los huevos por ningún motivo. Hay que evitar la depredación. Si se evita la depredación, los peces florecen y si los peces florecen eso tiene beneficios al ecosistema. El pescado que comemos depende de las tortugas marinas. Es increíble”, apunta sobre el delicado equilibrio.
El investigador estima que, “gracias a las iniciativas de conservación, en el extremo oriente del país anualmente hay un promedio de 150 nidos de tortugas carey, a los que se suman los de otras especies de estos reptiles. Es un número bueno. Esto es lo que estamos protegiendo”.
Reiteran los investigadores y activistas ambientales la necesidad de que las empresas socialmente responsables y comprometidas se sumen a las propuestas que impactan positivamente en el entorno y contribuyen a la sostenibilidad ambiental.
Todo suma, y es que las playas cercanas al parque además son el principal sitio de anidación de cinco especies de tortugas marinas, así como del caimán de la costa, todos ellos amenazados de extinción. Por eso la tarea debe sumar cada vez más voluntades y extender la conciencia sobre el valor de lo que se protege.
El respeto de las especies incluye a la comunidad
La labor de cuidado y exhorto a los visitantes también se extiende a los lugareños, quienes son educados por distintas entidades del estado Sucre a “no consumir huevos de tortugas y a contactar a organizaciones competentes cuando se encuentren con un desove”.
Clemente Balladares, coordinador del Programa de Conservación del Minec, resalta que siempre debe estar un especialista para atender el nido. “Además, las personas no deben tocar los huevos por ningún motivo. Hay que evitar la depredación. Si se evita la depredación, los peces florecen y si los peces florecen eso tiene beneficios al ecosistema. El pescado que comemos depende de las tortugas marinas. Es increíble”, apunta sobre el delicado equilibrio.
El investigador estima que, “gracias a las iniciativas de conservación, en el extremo oriente del país anualmente hay un promedio de 150 nidos de tortugas carey, a los que se suman los de otras especies de estos reptiles. Es un número bueno. Esto es lo que estamos protegiendo”.
Reiteran los investigadores y activistas ambientales la necesidad de que las empresas socialmente responsables y comprometidas se sumen a las propuestas que impactan positivamente en el entorno y contribuyen a la sostenibilidad ambiental.
Todo suma, y es que las playas cercanas al parque además son el principal sitio de anidación de cinco especies de tortugas marinas, así como del caimán de la costa, todos ellos amenazados de extinción. Por eso la tarea debe sumar cada vez más voluntades y extender la conciencia sobre el valor de lo que se protege.
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